Vanguardias cibernéticas y posthumanas en español. Entrevista a Federico Fernández Giordano
Vanguardias cibernéticas y posthumanas en español. Entrevista a Federico Fernández Giordano
Holobionte Ediciones es una editorial enfocada, principalmente, a la difusión del pensamiento de la cibercultura en sus diferentes aspectos filosóficos. Habéis publicado, entre otrxs, a Nick Land y Donna Haraway, además del compendio “doble” sobre ciberfeminismo y cibervanguardias, con una multitud de autorxs, artistas y activistas reflexionando sobre la cultura cibernética. Los textos de estxs autorxs, a los que podríamos incluir dentro del campo del “aceleracionismo” como teoría crítica, son en ocasiones bastante antiguos, con algunos ensayos que datan de los 90 y que, o no se habían traducido aún, o apenas se había hecho. La cibercultura, parece, llega con cuentagotas a las estanterías de las librerías españolas (al menos, en su versión traducida). ¿A qué crees que se debe esto?
Primero me gustaría aclarar que los dos compendios a los que te refieres, sobre ciberfeminismo y cibercultura respectivamente, abarcan desde el auge de la cibercultura hasta nuestros días, y pretenden presentar un compendio equilibrado de textos clásicos y actuales. Nos interesaba mucho, como bien dices, la traducción de textos o autores/as que todavía no se habían traducido. Es inexplicable, por ejemplo, que un texto tan importante como “Ciberpositivo” de Sadie Plant y Nick Land, en el que se planteaba una reformulación total de la cibernética wieneriana (con drogas y música tecno de por medio, dicho sea de paso), todavía no se hubiese traducido a nuestro idioma… ¡ni siquiera on-line! Eso explica en gran medida por qué todavía estábamos a remolque en muchas cuestiones. Pero el espectro del aceleracionismo es tan sólo una parte del asunto, y entre ambas antologías abarcan casi cualquier aspecto de la cibercultura, desde el ciberarte y el ciberpunk hasta el ciberfeminismo y la teoría de los medios. Respondiendo a tu pregunta, hay que tener en cuenta que en EE.UU. ya hablaban de internet en la década de 1970, y por tanto es lógico que este sea un medio natural en el mundo anglosajón. También en Latinoamérica, a la que siempre se ha mirado por encima del hombro desde España, suelen llegar “antes” a las cuestiones relacionadas con tecnología y cultura de masas (en el siglo XX, por ejemplo, las vanguardias futuristas prendieron como la pólvora desde París hasta Latinoamérica, e incluso podría decirse que entendieron mejor un sentido de globalidad y transnacionalidad del que aquí carecíamos). Como prueba de ello, fíjate en la escasa atención que se le prestó aquí a un autor tan bueno como William Gibson. ¿Por qué? No lo sé. Supongo que, parafraseando a McKenzie Wark, porque aquí estábamos demasiado ocupados hablando de nuestras propias pollas.

La aportación de voces hispanas en estas antologías fue tema de interesantes debates. En Ciberfeminismo, con Remedios Zafra y Teresa López-Pellisa teníamos claro que había que reflejar de algún modo ese aspecto (por razones obvias, el grueso de la producción ciberfeminista viene de Australia, Alemania, EE.UU. y Reino Unido, pero en el prólogo del libro se nos ofrece una pequeña panorámica del ciberfeminismo en Latinoamérica). Tanto Remedios como Teresa tienen un vasto conocimiento del ciberfeminismo en América Latina, el cual es cuantioso y muy activo, pero eso al fin y al cabo hubiera requerido otro tipo de libro (algo como “El ciberfeminismo en América Latina”). Así pues, la idea era presentar un libro sobre el ciberfeminismo histórico y actual y eso nos llevaba inevitablemente a la torre de babel. En la antología Cíborgs, zombis y quimeras de algún modo fue más fácil pues teníamos a la mano muchos testimonios y trabajos de teóricos/as hispanohablantes que podían enmarcarse en el territorio de la cibercultura. La cibercultura en el mundo hispano ha tenido un largo recorrido en publicaciones y producciones de todo tipo en las últimas décadas, de hecho, lo que no se había intentado aún era su fusión con las fuentes clásicas anglosajonas. Y yo no diría que veo “diferencias”, porque a día de hoy aquella naturalidad propia de los anglosajones con la cibercultura ya es cosa del pasado. Hoy en día ya somos todos cibernatos, ya somos todos cíborgs.
En el marco del posthumanismo, el aceleracionismo de izquierdas, y todos los movimientos activistas de diversa índole que lo subyacen, desde el xenofeminismo de Laboria Cuboniks al hacktivismo de Anonymous, se han encontrado recientemente con el movimiento del decrecimiento, el cual se está configurando como un oponente con unas bases ontológicas y epistemológicas que muchas veces coinciden —pienso en como pensadores actuales de ambos movimientos citan a Donna Haraway, Francesca Ferrando o Rossi Braidotti—. Filósofxs importantes del decrecimiento como Serge Latouche, Vandana Shiva o el español Jorge Riechmann, han criticado el uso de la tecnología como fuerza de subversión real a la hora de encontrar soluciones a los problemas sociales y de supervivencia causados por la globalización. Vistos los tiempos pandémicos y ecocidas que corren, parece que, para muchos, el rechazo a la tecnologización se consolida como la solución más viable. ¿Cómo crees que contrarrestan vuestros textos, incluidos los ensayos de vuestra nueva revista, Xenomórfica, este argumentario?
No creo que haya una incompatibilidad, ni siquiera una confrontación, entre la postura del decrecimiento que mencionas y los textos “cibernéticos”. La filosofía de la técnica ha existido siempre y su cometido no es precisamente abogar por una tecnologización irreflexiva, sino examinar y preguntarse sobre nuestra relación con lo tecnológico. Hoy en día ya no tiene ningún sentido hablar de “tecnofobia” o “tecnofilia”, ya no estamos en ese punto. Partimos del entendido —o eso me gusta pensar— de que hablar de tecnología equivale a hablar de nuestra propia “physis”. Es algo que está ahí, y no tiene sentido tomar partido en contra o a favor. Esa presunta dualidad es un engaño. Este era precisamente el enfoque de las ciberfeministas, o de Haraway y Braidotti, a las que has mencionado. Y ese es también el punto de partida del aceleracionismo, junto con la deconstrucción de nuestra “singularidad humana” (la teoría cíborg y el aceleracionismo funcionan juntos fantásticamente en ese punto). Luego está el hecho de que, como he dicho alguna vez acerca del ciberfeminismo, sería un error de bulto pensar que la tecnología (o el prefijo “cíber”) se reduce únicamente a la cuestión de internet y las redes sociales… La tecnología, en el contexto de las ciberfeministas y la cibercultura, se refiere en parte a las nuevas tecnologías de comunicación, sí, pero eso no ha de distraernos del hecho central de que estamos hablando de tecnologías del conocimiento, de tecnologías de la subjetividad, de tecnologías de los cuerpos y tecnologías de los géneros, etc.; por tanto, no puede decirse que la tecnología sea un campo reducible a internet y las redes sociales (me vienen a la mente, por ejemplo, los pioneros textos del colectivo subRosa en torno a la maternidad subrogada y las tecnologías de reproducción, que Helen Hester y otras autoras del feminismo material han abordado recientemente). Estamos hablando, entonces, de la tecnología como creación de conocimiento y como fundamento, muchas veces, de nuestra manera de pensar y crear conceptos o ideas (lo cual es hoy más palmario que nunca).
Hablando de vuestra nueva revista, resulta cuanto menos irónico que desde Holobionte apostéis por el formato en papel tradicional, y especialmente con Xenomórfica, también por las publicaciones periódicas, con los costes que conlleva. ¿De dónde surge la decisión de aventurarse con estas formas en unos tiempos en los que cada vez dependemos más de nuestros ordenadores, smartphones y tablets para consumir cultura?
Hmm… ¿Quién ha dicho que el papel y lo digital sean incompatibles? Desde el inicio del libro electrónico las editoriales lo integraron como un formato más y no representa más que una parte (más bien pequeña) de las ventas de libros. Entonces, ha quedado claro que el libro de papel no se iba a extinguir, como se temía al principio. Hay una gran diferencia, también, entre leer contenidos on-line y contenidos más específicos, y las publicaciones de teoría cultural como Xenomórfica creo que deben enfocarse en ofrecer contenidos específicos, que no se encuentren en otra parte (incluido internet). Por otro lado, creo que sería un error enfocarse únicamente en lo digital, pues como he dicho arriba la ilusión del ciberespacio no debe hacernos olvidar que vivimos en un mundo material, un mundo raro y en sí mismo virtual, pero material. La cantidad de economías que dependen de aspectos relacionados con el libro es enorme. Y sería una irresponsabilidad saltarse la economía material que subyace a todo esto para abrazar una virtualización total de la cultura. Si el libro electrónico acabase por imponerse totalmente, digamos, de aquí a veinte años, como editor yo estaría obligado a producir únicamente libros electrónicos. Pero eso no va a ocurrir. Y te diré por qué: porque si la web o los productos digitales hubiesen permanecido independientes (como se soñaba hasta principios de los años 90), o autosuficientes en una manera que les permitiese ser competitivos, es muy probable que las publicaciones en papel hubiesen desaparecido. Pero la privatización de internet termina de un plumazo con la independencia de internet, por no hablar de los productos culturales digitales, que se mueven casi exclusivamente ya dentro de grandes monopolios. Es por ello que el libro de papel y la revista siguen siendo, y seguirán siendo cada vez más, el lugar de la independencia real. Cuanto más se privatiza la web, más se fortalece el libro como tal.
Además de editor, también has traducido muchos de los textos que podemos leer en las colecciones de la editorial. A la hora de traducir ensayo, al menos en mi experiencia y la de algunx de mis colegas, lxs traductorxs a veces nos debatimos entre trasladar “literalmente” las palabras de lxs autorxs, las cuales a veces pueden resultar obtusas por la inclusión de neologismos especialmente culturales, o, adaptarlos dando una interpretación personal de lo que puede significar. ¿Cómo ha sido la experiencia de negociar con estas dos perspectivas en un campo en el que el neologismo y el juego de palabras es un elemento tan frecuente y vital para comprender el significado pretendido? Y en un plano más general, ¿cómo crees que lxs traductorxs de ensayo afectan ideológicamente a la obra que trasladan al idioma de destino?
Yo traigo más de 25 años corrigiendo estilo para editoriales grandes, y eso te da una formación muy sólida. Y si hay una cosa que he aprendido, en todo ese tiempo, es que prefiero cortarme un dedo antes que traducir algo “literalmente”. No soy partidario de distinguir entre “ensayo” y “literatura” (si me apuras, ni siquiera entre “literatura” y “géneros literarios”), pero sí es verdad que en el ensayo hay que ser muy flexible e imaginativo. Autores como Donna Haraway o Nick Land, por ejemplo, que conciben la filosofía como un arte, usan un lenguaje altamente experimental y eso puede ser el infierno para alguien que no esté habituado a trabajar con la imaginación. Pero para mí resulta algo natural porque he sido escritor de vocación. Me gusta dar mucha libertad a los traductores. A veces hay que captar el “espíritu general” de una frase, aunque su forma no sea la misma. No soporto cuando una traducción va continuamente pegada al original, porque cuanto más te acercas al “calco fotográfico” del original, más lo estás transformando. Esto es algo muy difícil de entender. La traducción es en realidad un mimetismo musical, y no tanto literal. Un traductor pervertirá el texto, no sólo formalmente sino también “ideológicamente”, si no sabe esto.
Para acabar, creo que no podemos evitar mencionar uno de los asuntos más candentes en el paisaje editorial actual: la pandemia y el futuro de las editoriales independientes. ¿Cómo crees que puede afectar la actual situación socioeconómica a vuestra subsistencia? Todo apunta a que muchas de las formas de publicitación se van a extinguir por el momento —por ejemplo, las clásicas presentaciones de libros con autores en librerías y cafeterías—. El ciberespacio, en este sentido, podría pensarse como una plataforma en la que promocionar el libro independiente. Aparte de la presencia en redes sociales y en las revistas o suplementos de crítica literaria, ¿qué otros mecanismos de visibilidad digital crees que pueden desarrollarse para manteneros presentes en el mercado?
Como dije antes, no hay que tener grandes esperanzas en que el ciberespacio vaya a ser la panacea del libro y de los lectores. Internet es una plataforma, en efecto, pero también un medio saturado por las grandes compañías tecnológicas. El editor independiente no tiene nada que hacer en un medio como internet, porque no es él quien domina los grandes canales de distribución digital. En este sentido la aparición de macroplataformas como Amazon es un fenómeno que nos da una foto bastante aproximada de lo que se cuece en el ciberespacio. Quiero resaltar que ahora, más que nunca, es momento de apoyar la edición mecánica y “tradicional” (por mucho que me moleste esa palabra), es decir la edición en papel. No debemos correr con los ojos cerrados hacia una virtualización total de los medios de producción, porque esa carrera ya la empezaron otros hace muchos años, ya ni siquiera es algo “nuevo”. Si me preguntan, no soy optimista y no creo que la crisis socioeconómica de la covid vaya a servir para generar relaciones de poder más justas. Puede servir para generar más concienciación, sobre aquellas cosas que no estábamos haciendo bien, y tal… pero ese es una vez más el trabajo que ya venían haciendo los activismos intelectuales y políticos recientes (y no tan recientes). La crisis ecológica, por ejemplo, está intrínsecamente relacionada con el modelo de producción tradicional, y la crisis del covid está relacionada con el modelo vigente de globalización… Cómo debemos pensar en términos de globalidad-y-localidad, por decirlo así, o en términos de magnitudes que escapan a lo humano, son los retos evidentes de nuestra época.
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