Las escritoras según la crítica, las escritoras ante la crítica
Las escritoras según la crítica, las escritoras ante la crítica
Imagen: @indelendo
Cuando era estudiante en la Universidad de Oviedo, y comenzaba a interesarme por la poesía escrita por mujeres ―ausente, con frecuencia, de los planes de estudio―, sentía una gran frustración al ver que los únicos volúmenes que con los que me topaba en mi camino eran las llamadas antologías, puesto que apreciaba que, en estos conjuntos, los textos de las autoras se sometían a la intervención de un tercero que elegía qué es lo que yo debía leer, qué facetas de sus obras podían circular, y qué otras quedarían en el silencio. Yo buscaba las obras completas de Ángela Figuera Aymerich, de Gloria Fuertes, de María Victoria Atencia, de Clara Janés, de Luisa Castro, a menudo libros agotados o difíciles de encontrar. No era entonces consciente de que dichas obras completas también se encontraban en cierto modo intervenidas ―principalmente, por la editorial o por las propias escritoras, que incluían y excluían poemas a su voluntad―, por lo que solo podría acercarme a sus textos si aceptaba que mi lectura estuviera mediada por la mirada ajena.
De esta inquietud derivó mi tesis doctoral, titulada Lecturas firmadas. Género y antologías en la España contemporánea, donde examinaba un amplio corpus de antologías publicadas entre 1846 y 1965 con el objetivo de repensar las relaciones entre las poetas y los órganos de reconocimiento. Al definir las antologías como lecturas firmadas, partía de la premisa de que, tal y como vislumbró Claudio Guillén en su célebre Entre lo uno y lo diverso (1985), el antólogo o antóloga desarrolla una tarea que excede la mera compilación que, tradicionalmente, se le ha atribuido. Señalar la firma como el núcleo del trabajo me permitía no solo comprender el proceso mediante el que algunos antólogos ―como Francisco Ribes o Josep Maria Castellet, responsables de selecciones tan memorables como la Poesía última o Veinte años de poesía española― influían enormemente en las lecturas del resto, y, así, determinaban la exclusión de las escritoras de estos volúmenes, sino también analizar por qué se convertían en figuras célebres en el campo literario, en autoridades cuyo juicio se cuestionaba en muy escasas ocasiones. De igual modo, la atención a la firma me dirigía a la labor de las autoras como antólogas: ¿hasta qué punto sus propuestas antológicas disentían con las realizadas en los volúmenes de mayor alcance? ¿Podían sus lecturas firmadas llegar a imponer cambios en la recepción de ciertas obras? ¿Es posible trazar una historia alternativa de la poesía española contemporánea a partir de sus selecciones?
Las iniciativas destinadas a visibilizar las obras escritas por mujeres e incorporarlas a los planes de estudio llevadas a cabo en las últimas décadas han evidenciado que es preciso desarrollar una historia de la crítica literaria que atienda a estas preguntas. Esta premisa ha dirigido recientemente mi atención hacia otro tipo de lectura firmada: el ensayo literario. En su libro Contra la destrucción teórica. Teorías feministas en la España de la Modernidad (2018), Alba González Sanz ahonda en la cultura española moderna para reconsiderar la producción ensayística de autoras como Emilia Pardo Bazán y Concepción Arenal en relación con el movimiento de liberación de la mujer, y, aunque su propuesta no se detiene específicamente al caso de la crítica literaria, resulta extremadamente valiosa para demostrar que las españolas participaron de la tradición que comienza con la aparición de los Essais (1580), de Michel de Montaigne. La investigadora caracteriza el ensayo escrito por mujeres como un género híbrido que se manifiesta en una amplia gama de soportes (cartas públicas, conferencias y artículos en la prensa, entre otros), diversidad textual que atribuye en buena medida a la condición de «extranjeras en la ciudad letrada» de las propias autoras y que sienta las bases para reflexionar sobre cómo se canaliza el pensamiento sobre la literatura más allá de la prensa o del ensayo académico.
Cuando era estudiante, apenas podía haber sospechado que mi indagación en las prácticas de lectura y en mi propia condición como lectora me permitiría advertir la importancia de los puntos de vista no reconocidos en los relatos hegemónicos. En la actualidad, comparto esta fascinación por lo diverso con el alumnado de las Facultades de Filosofía y Letras, que no deja de proponer nuevas y ambiciosas lecturas firmadas.