18-N: ¿A quién le importa?
18-N: ¿A quién le importa?
¿LOSU? ¿LCU? ¿Qué son esas siglas incomprensibles en medio de la anodina vida universitaria actual, mermada si cabe por las restricciones que la pandemia impone? ¿CREUP? ¿CEUNE? ¿Qué son esas organizaciones? ¿Por qué luchan? ¿Manuel Castells? ¿Quién?… ¿Cuál es nuestro papel en la Universidad? ¿Nos importa que se escuche nuestra voz? ¿Nos interesamos por saber aquello que nos afecta como estudiantes?… Muchas preguntas para empezar y pocas respuestas: arrojo algo de luz. LOSU y LCU son las siglas, respectivamente, de “Ley Orgánica del Sistema Universitario” y “Ley de Convivencia Universitaria”. La primera es un borrador sobre una nueva universidad (a juicio de sus promotores) que, con el cambio de ministro, quizás nunca vea la luz. La segunda “reformula el modelo de convivencia en el ámbito universitario, regulando a nivel nacional una cuestión que ya se ha abierto paso en algunas universidades en el ejercicio de su autonomía”, según indica su propia exposición de motivos, y ha sido aprobada por el Congreso de los Diputados. Manuel Castells era el ministro de Universidades que vivió las manifestaciones impulsadas por la CREUP (Coordinadora de Representantes de Estudiantes de las Universidades Públicas) y el CEUNE (Consejo de Estudiantes Universitarios del Estado) el 18 de noviembre de 2021. ¿A quién le importa?

CEUNE y CREUP se sumaron a una convocatoria de “paro universitario” aquel 18 de noviembre para protestar, por un lado, contra una LCU que acaba de pasar el trámite parlamentario del Congreso, descafeinada por una enmienda de Esquerra Republicana que dejaba la mediación en las manos de cada universidad, y, por otro, contra una LOSU insuficiente que no mejoraba la vigente LOU (Ley Orgánica de Universidades). La manifestación, desde el principio, tuvo una aceptación desigual: mientras algunos consejos de estudiantes de ciertas universidades la apoyaban sin reparos y llamaban al estudiantado a secundar el paro académico, otros consideraron más oportuno actuar de otro modo, con comunicados, o directamente no actuar. Estas discrepancias ya dan para pensar: ¿por qué es tan complicado, incluso entre estudiantes, llegar a acuerdos en relación con este tipo de paros? Los medios nacionales se hicieron eco de estas discrepancias y el colectivo dio imagen de desunión. ¿Qué importa más: convocar a toda costa un paro que no es del agrado de todos o idear una estrategia conjunta? ¿Qué importa más: negarse a secundar cualquier acto convocado o tratar de remar en la misma dirección? Son preguntas sin respuesta, que quizás deberían dar para la reflexión.
Hacíamos al principio preguntas sobre qué era la LOSU o qué era la LCU. El estudiante de la silla de al lado, en muchos casos, no sabe qué son esas siglas, a qué hacen referencia, si merece la pena luchar por ellas. Y aquí la culpa es compartida: tiene culpa el estudiante de la silla de al lado, que no se ha informado a pesar de que en esta sociedad la información llega por todos sitios; y tenemos culpa los representantes, que en muchos casos hemos fallado tratando de explicar y comunicar adecuadamente qué eran estas leyes y cuánto nos afectaban como estudiantes. Lógicamente, eso supuso que, en el famoso paro, que ya nació con polémica por lo comentado, la participación de estudiantes fuera escasa. En la Universidad de Sevilla estuvieron a punto de llegar a un 5% del estudiantado en una concentración, y aquello se consideró un gran éxito (y quizás lo sea). Me pregunto por qué tantos estudiantes se quedan de brazos cruzados y no se interesan en lo que va a marcar su paso por la Universidad y, sobre todo, el de los que los sigan. Repito mucho una frase que nunca recuerdo quién pronunció en primer lugar delante de mí: “no paséis por la Universidad; que la Universidad pase por vosotros”. En eventos como el paro del 18-N, muchos estudiantes se lavaron las manos y simplemente pasaron por la Universidad; con la poca preocupación por las leyes que van a marcar el sistema universitario, los estudiantes pasan por la Universidad, pero desde luego la Universidad no pasa por ellos.
Releo estos párrafos y pienso que quizás haya sido duro con mis palabras. Sin embargo, creo que es importante que nos demos cuenta de que no podemos “dejar hacer”, actuar pasivamente ante lo que va sucediendo en el mundo. El Estatuto del Estudiante Universitario, aprobado en 2010, habla de que el estudiante es sujeto activo del aprendizaje; ello debe extrapolarse a todos los ámbitos que rodean su paso por la Universidad. Debemos implicarnos en una Universidad mejor, más justa; en un sistema universitario más garantista y plural. No debemos dejar hacer sin cuestionar, sin siquiera preguntarnos qué pasa o qué son esas nuevas leyes que se nos proponen. Debemos conseguir que la Universidad pase por nosotros. Estudiantes, no os limitéis a pasar por la Universidad.