Hijos del desierto
Hijos del desierto
Soy Abbas, un hombre del desierto. Hijos de un conflicto armado olvidado. Primero nos quisieron españoles y luego marroquíes. A nosotros, los saharauis.
El Recuerdo las Vacaciones en paz, en Asturies (España) en las que descubrí la solidaridad del pueblo colonizador primero. Luego las torturas del ejército marroquí en El Aaiún. Hasta que huimos a los campamentos de refugiados. Allí venían caravanas solidarias de camiones que nos mantenían con esperanza. En una de ellas vinieron los médicos que salvaron a mi hermana de una mina que le costó una pierna. Fue en el hospital que levantaron junto al laboratorio de medicamentos que tanto bien nos hicieron.aharauis.
Primero nos ayudaron las ONG internacionales, pero ahora lo llevamos nosotros mismos. Somos refugiados políticos, no mendigos.
En la RASD, la República Árabe Saharahui Democrática, conseguimos la mayor igualdad entre hombres y mujeres del mundo árabe. Casos como el de Aminetu Haidar y su huelga de hambre nos dieron una efímera publicidad mundial. Reconocida por más de 80 estados, es miembro de la Unión Africana. En la Universidad de Tifariri, la primera del país se forman nuestros cuadros, además de los que los hacen en el extranjero. Son educados en árabe y español, con una escolarización del 100%. Aunque también se habla el árabe hassanía, dialecto árabe cercano al árabe clásico con palabras en castellano y francés. Los marroquíes no son capaces de hablar así.
Sin embargo, con su capital tomada, El Aaiún, los saharauis son minoría en el Sáhara ocupado por la migración marroquí. Los llaman los gatos, porque quieren dar gato por liebre diciendo que son saharauis en el futuro censo por la independencia. Desde 1987, se instaló la MINURSO entre los bandos. Pero todos se preguntan para qué sirve.
En 1875 El Tribunal de La Haya reafirma el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui. En1979 la ONU también reafirma el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui.
En 1984 la RASD es aceptada en la Organización para la Unión Africana (OUA). Tras 16 años de guerra, por fin en 1991 firman el alto el fuego y la ONU entra en el Sáhara para preparar el referéndum con la MINURSO. Se basará en el censo español de 1974, pero Marruecos pone continuas trabas a su actualización mientras lleva cabo una política de inmigración de marroquíes para que voten a su favor.
Esa fue la charla de bienvenida.
Después conoció a personas sencillas.
Yaguara, que se formó como enfermera en Asturies, coopera con los europeos para montar y poner en funcionamiento la fábrica de medicamentos. Por fin dejaría la gente de depender del exterior, para sus dolencias básicas.
Aquellos voluntarios eran mejores que sus gobiernos. Acción frente a discursos. Comprendían que los saharauis eran un pueblo refugiado en medio de un desierto hostil, privados de los recursos naturales de su país, por la ocupación marroquí.
Aiza, que se formó como bibliotecaria en Lleón, colabora con Bubisher en llevar libros a los niños, en árabe y castellano con el bibliobús. Sobre todo de historia del Sáhara Occidental.
Salka mantenía el huerto grande y casi milagroso, que florecía cuando llegaban las nubes de caprichosa aparición.
Esdiga dirigía la creación de los vestidos tradicionales de melfas multicolores de fama internacional.
Teslem creaba y hacía funcionar una piscifactoría en el desierto.
Todas sustentaban la red vital del campamento. Transmitían su saber a sus familias y compañeras. Las mujeres eran la continuidad del pueblo, mientras los hombres eran los soldados que iban a la guerra o al comercio. Eran la población con mayor igualdad entre sexos del mundo árabe.
Cuatro poblados y 175.000 personas al sur de Tinduf en Argelia forman los campos de refugiados. El resto de territorios liberados forman un tercio del territorio de la antigua colonia española separados por una valla de miles de kilómetros protegida con minas y soldados. En Rabuni se encuentra la capital administrativa de los campamentos y los ministerios de la RASD.
Haimas y casas de adobe son las viviendas donde viven los saharauis. En ellas se hace vida comunitaria y se escucha a menudo música con la voz indómita de Mariem Hassan, símbolo de la resistencia saharaui, de su cultura e identidad.
Sus mayores momentos culturales llegan con el Fisahara, el Festival de Cine. Y con los Bubisher en verano, el ave de la alegría, bibliotecas ambulantes. Con ellas llegó como voluntaria Llara, que decidió quedarse allí cuando comenzó la nueva guerra en noviembre de 2020 al disparar el ejército marroquí contra un grupo de saharauis que bloqueaba la carretera por al que comerciaba Mauritania con ellos, a través del territorio libre saharaui. Lo hizo para ser testigo como periodista informal, vestida de saharaui, cuando marcharon todos los extranjeros.
También para ayudar a quienes dan todo lo poco que tienen con una dignidad olvidada, en una nueva guerra olvidada.