Narrativa y mujeres trabajadoras
Narrativa y mujeres trabajadoras
Casi diez años después de que la revista Contrapunto echara a andar en un aula del Colegio San José de Caracciolos de la Universidad de Alcalá, recibo muy agradecida y con especial alegría la invitación para escribir un texto en la sección “Firma invitada”. Recuerdo con mucho cariño aquellos primeros momentos de diálogo y construcción colectiva de este proyecto estudiantil, que nació como parte de la asignatura “Producción literaria y medios de comunicación”, de cuya docencia se encargaba Fernando Larraz. En esos años, fui definiendo mis inquietudes en torno al estudio de la literatura española, al tiempo que cubría las etapas iniciales de mi formación académica. Este primer acercamiento a la crítica literaria me permitió dirigir mi atención hacia la literatura social y concretar mi preocupación por las representaciones narrativas de realidades como el trabajo o la desigualdad social, núcleo de mis intereses como investigadora.
Nuestros imaginarios del trabajo se han construido, a lo largo de la historia, a partir de las ocupaciones, empleos y desempeño laboral de los trabajadores varones. Por eso, cuando acudimos a las historias de la literatura social es habitual que nos encontremos con referencias a novelas que recogen la experiencia de los trabajadores, especialmente de los sectores agrícola e industrial: el duro trabajo agrario, la peligrosidad del trabajo minero, la explotación en fábricas o en el ámbito de la construcción son algunos de los escenarios que recorren las principales novelas consideradas de tendencia social del último siglo. A este respecto, y por lo general, en las nóminas de autores que cultivaron esta narrativa, es frecuente encontrarnos pocas huellas de autoras. ¿Acaso ellas no escribieron novelas susceptibles de ser consideradas sociales?
Este fue el punto de partida de mi investigación doctoral, dedicada al análisis de las representaciones de las mujeres trabajadoras en la narrativa española contemporánea. Ante la relativa ausencia de nombres de autoras en las historias de la narrativa social, me preguntaba si sería posible contar la historia de las mujeres trabajadoras en España a través de la novela y me interesaba, a este respecto, indagar en los relatos que las autoras habían construido en torno al papel social de las mujeres de clase trabajadora. Indagando en la obra narrativa de autoras como Luisa Carnés, Dolores Medio, Concha Alós, Rosa Montero, Montserrat Roig, Teresa Pàmies, Marta Sanz, Belén Gopegui o Elvira Navarro, entre muchas otras, me planteé la posibilidad de rastrear las huellas de los discursos sociales en las obras de las autoras y construir un contrarrelato de la historia de la literatura social que tuviera en cuenta también las experiencias de trabajo de las obreras.
A través de este trabajo de investigación, fue posible constatar una subversión de los imaginarios hegemónicos del trabajo, es decir, aquellos para los que el trabajador varón –especialmente centrado en los sectores agrario e industrial– ocupaba un lugar central. En las novelas de estas autoras, las protagonistas son trabajadoras, dedicadas al sector industrial –pensemos, por ejemplo, en Natacha (1930), de Luisa Carnés–, pero también al sector servicios –aquí entra en juego Matilde, protagonista de Tea rooms. Mujeres obreras (1934), de la misma autora, camarera en un salón de té madrileño– o al trabajo doméstico no retribuido –así, Teresa, la protagonista de Funcionario público (1956), de Dolores Medio, o Bibiana, en la novela homónima publicada en 1963 por la misma autora–. También aparece entre las preocupaciones de estas autoras la dificultad de compaginar el trabajo asalariado y el trabajo doméstico, como le ocurre a Cecilia, trabajadora represaliada en la posguerra y protagonista de La madama (1969) de Concha Alós, o a Ana en Crónica del desamor (1979), de Rosa Montero, o la aportación de las mujeres a la resistencia antifranquista, tanto mediante la realización de tareas logísticas y de apoyo, que en numerosas ocasiones anulaban sus aspiraciones individuales, como ocurre en La hora violeta (1980), de Montserrat Roig, como a través de la participación en asociaciones y colectivos de emigrantes en el exterior de España, como ocurría en Camarera de cinco estrellas (1984), de Teresa Pàmies. Asimismo, las autoras han representado los principales conflictos relacionados con la privatización de los servicios públicos relacionados con el cuidado, como ocurre en Susana y los viejos (2006), de Marta Sanz, o en El padre de Blancanieves (2007), de Belén Gopegui, así como la incidencia de la precariedad sobre los cuerpos trabajadores y su impacto en la salud mental, en el caso de La trabajadora (2014), de Elvira Navarro.
Explotación laboral, trabajo doméstico o de cuidados, acoso sexual o discriminaciones específicas sufridas por las mujeres en relación con el trabajo suponen algunos de los problemas sociales que estas autoras abordan en sus novelas. Estos relatos, inquietudes y preocupaciones recogen las principales problemáticas y experiencias de las mujeres trabajadoras en la historia reciente. Por tanto, mis intereses de investigación parten de la constatación de la ausencia de ciertos sujetos excluidos de las narrativas oficiales. La literatura puede, también, discutir estas ausencias, llenar esos vacíos y restituir la memoria de la explotación de las trabajadoras a través de la construcción de discursos que recojan sus experiencias, sus luchas y, en múltiples casos, sus voces.