Fue mi muerte
Fue mi muerte
Me he enfadado con Disney, Bukowski, Neruda y el mundo.
Me salían arrugas en el alma mientras oteaba el horizonte en busca de quien viese en mí su musa.
Utilicé sus cuentos como un corsé que apretaba mi pecho hasta desmayarme. Caballeros, milady, siempre recordaréis este día como el día en el que casi acaban con mi vida.
Sombra aquí y sombra allá, maquíllate, anúlate. Un espejo de cristal y mírate, castígate.
Tienes suerte de que te miren. Estás guapa hasta sin maquillar y por eso eres especial. Diosa. Hermosa. Perfecta (a ratitos).
Shh Marta, calla. No hables. Me gusta cuando callas porque estás muerta.
Así, sin respirar. Así, sin gritar.
Debes ser muy cortés. Calma. Obediente. No des traspiés. Buenos modos y la talla tres. Y, si puedes, ódiate.
Ya fui musa y fue mi muerte.
Poso sonriente, frágil y píntame como una de tus chicas francesas. Luego llévame a las estrellas.
Tú a mí.
Y cuando me aburra de asomar por tu costilla y negar que tú saliste de mi coño, ódiame.
Soy la puta que te dejó ahogado en alcohol. La que se llevó tus poemas. Que te jodan diciéndome cómo vivir.
Me cansé de querer ser musa.
Me cansé de toda existencia que manda.
Me cansé hace mucho.
Yo también bebo whisky y fumo pensando en su culo.
Que te jodan a ti. Tú que me dices qué hacer si quiero ser escritora. Porque, aunque tú digas que no lo haga, yo sí tengo que sentarme y reescribirlo una y otra vez.
No oteo el horizonte.
Libres domingos y domingas.
Daré sombra aquí y sombra allá en lo que escribo y ya está.
Y seré yo.
«Yo quiero construir. Pero no soy sino una parte insignificante pero importante de un todo del que todavía no tengo conciencia.»
Frida Kahlo. Marta Bosh