La Poesía: un instrumento para el cambio
La Poesía: un instrumento para el cambio
“¿Qué puede hacer la literatura para transformar el mundo, si aún es posible soñar este sueño en cierto modo irrenunciable tanto a nivel subjetivo como a nivel social?”. Esta pregunta marcaba el inicio de la ponencia inaugural del Curso de Verano organizado por la Universidad de Castilla-La Mancha “Poesía y su poder transformador: tendiendo puentes sobre el Mediterráneo”. Quien la pronunció, el profesor Miguel Ángel García (Universidad de Granada), ofreció así una primera aproximación a esta cuestión y planteaba el cambio de uno mismo como obligación previa a esa pretensión de cambiar el mundo. Durante dos días, el Castillo de San Servando (Toledo) sirvió de escenarios para todo tipo de procesos catárticos que alcanzaron a quienes quisieron dejarse llevar por él. Desde luego, la poesía tiene, como se pudo concluir, no tanto un poder sino una embriagante capacidad transformadora, que te conmueve, aunque quieras mantenerte frío ante las pasiones que el arte del ritmo quiere hacer calar hondo dentro de ti. Te enseña a mirar, sirve como espejo en el que reconocerse y como ventana para abrirse al otro. Sin embargo —y esto quedó muy claro en el curso— no es lo mismo ser transformado que transformar; para lo segundo hay que adoptar deliberadamente un papel activo y una actitud comprometida, buscando en la poesía “un arma cargada de futuro”, en palabras de Gabriel Celaya.

Se habló —y mucho— de la revisión del canon literario, especialmente en el marco de las enseñanzas medias. ¿Por qué enseñar antes los clásicos de la literatura medieval que mostrar las bondades de la literatura contemporánea? ¿Por qué obligar a los alumnos de la ESO a iniciarse con la lectura del Poema de Mio Cid antes que con la de otras obras? Y, ahondando en el poder revolucionario de lo poético, ¿por qué hay que seguir un canon a la hora de enseñar literatura? ¿No se basta por ella misma para mover al ser humano? Las preguntas resonaban por los muros de San Servando, pero nadie se atrevió a dar una respuesta definitiva, quizás porque no la hay. Sin embargo, la propia literatura canónica nos sirve para conmover y ser conmovidos, en diferentes aspectos y en relación con diferentes cuestiones, especialmente en el plano ideológico, que tan presente ha estado —y debe seguir estando— en la poesía. No se rehuyó en ningún momento la esencia ideológica de la literatura, pues quien no tiene ideas no puede conmover: “La indiferencia no habita en la casa de huéspedes de la poesía” (Juan Carlos Mestre).
Como propusiera Guy Debord, vivimos en una sociedad del espectáculo; el arte, quiera o no, es cómplice de este espectáculo y de la inmediatez con que este se vive. María Ángeles Pérez López (Universidad de Salamanca) hizo una poética y conmovedora exposición sobre la indiferencia humana ante el drama de los naufragios de migrantes en el mar Mediterráneo, cómo los hemos olvidado, cómo apenas les prestamos atención cuando los hechos sucedieron. Frente a eso, refirió algunas obras artísticas (literarias y expositivas) realizadas para llamar la atención sobre este dramático hecho. Resonó en la sala la pregunta sobre si estas manifestaciones no hacen sino ahondar en este espectáculo… Si no causan un revuelo inmediato y luego se olvidan. Y volviendo a la poesía: ¿debe perdurar? ¿Cómo hacer que una manifestación efímera perviva allende los años, en una sociedad con una memoria tan corta?
Hay quien, en este punto, podrá preguntarse si este evento pleno de reflexión no tuvo momentos para “pasar de las musas al teatro”. Lo cierto es que sí, muchos, con multitud de voces que, en polifonía, solas o acompañadas de música, transmitieron un sentimiento interior profundo; una voz propia de cada persona. Filosofando sobre las voces poéticas, el profesor Antonio Orihuela criticaba esa poesía actual, inexperta, impropia de llamarse como tal, por falta de compromiso o de crítica. Sus palabras quedaron olvidadas con un magnífico colofón del evento en el que la poesía nueva —joven— se abrió paso y dejó sentir su ritmo. En un recital teórico-poético, Juan Carlos Mestre, premio nacional de poesía en 2009, se hizo a un lado permitiendo que inundase la sala un torrente de voz del getafense Mario Obrero. Esa poesía joven, propia, pura, es el arma cargada para un futuro prometedor que tanto necesitamos en la cultura del siglo XXI que nos ha tocado vivir.
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