Aprender a mirar. “Atención radical”, de Julia Bell

por Oct 18, 2021

Aprender a mirar. “Atención radical”, de Julia Bell

por

Julia Bell, Atención radical

Traducción de Albert Fuentes

Barcelona, Alpha Decay

96 páginas, 15,10 euros

En la actualidad, las diferentes plataformas, aplicaciones y buscadores —llámense Google, Twitter, Tinder… —  bombardean a los usuarios con imágenes,  notificaciones, sugerencias y actualizaciones, las cuales poco a poco, y cada vez a un ritmo más vertiginoso, consiguen no solo arrebatar tiempo, sino también nuestra mirada, por tanto, nuestra percepción del mundo. La atención es dinamitada por el sistema, explotada por la tecnología y, finalmente, aniquilada. La importancia de esta capacidad humana reside en que actúa como generadora de datos y eso tiene un precio. Así que el mercado negocia con ella, se ha convertido de forma inadvertida en moneda de cambio. Se puede afirmar abiertamente que se trata del capital más valioso, lo que conlleva intrínsecamente que también sea el más escaso. Ante esta situación, cabe preguntarse: ¿qué supone perder la atención? ¿cómo evitarlo? ¿cómo recuperarla?

En este ensayo Julia Bell (1971, Brístol) no solo expone esta problemática situación y sus devastadoras consecuencias, sino que también busca dar solución a las cuestiones planteadas e incide en el valor de la atención como fuerza transformadora. Para ello,  toma como punto de partida experiencias personales y sucesos anecdóticos que, lejos de servir como mero entretenimiento, conectan con la cotidianidad del lector, permitiéndole reflexionar y profundizar en el tema.

Como explica la autora, la atención —en sus dos trayectorias de transacción, prestar y recibir— posibilita que el individuo se configure como persona, que desarrolle su identidad y acceda a las relaciones con los otros, con su entorno. El ser humano necesita por naturaleza ese “recibir atención” porque es la forma que tiene de confirmar su existencia, a través del otro. De modo que acaba convirtiéndose en un blanco fácil para la tecnología, las redes sociales, que mediante algoritmos automatizan esa necesidad y construyen un sistema de recompensas que genera en el usuario satisfacción y ansiedad simultáneamente. Por otro lado, prestar atención no es otra cosa que un proceso de percepción que nos proporciona conocimiento sobre nosotros mismos y el mundo que nos rodea. De modo que, si se deposita toda la atención en la “perfección” de la máquina, se corre el riesgo de dejarnos someter: “La atención al cuerpo, y por extensión, al planeta, al milagro de su vitalidad, nos permite volver a conectar con aquellas partes de nosotros mismos que habíamos externalizado a la pantalla”. Y, al igual que conectas contigo mismo, conectas con los demás, por tanto, esta capacidad influye en la calidad de las relaciones humanas, en la calidad de la comunicación.

Ahora bien, ¿cómo trabajar la atención? ¿Cómo solucionar el problema de pasar media hora haciendo scroll en Instagram por cada hoja leída de este libro, de estar metida quince minutos en Twitter por cada palabra escrita de esta reseña? Las claves que ofrece este ensayo son claras, lo único que se necesita es ensayar la mirada, así como la escucha, “suspender el pensamiento”, “sentarnos y mirar algo […] hasta que el acto de mirar nos aburra”. De esta forma se desarrollará un juicio personal crítico y reflexivo que podrá servir como motor de transformación social, política o cultural. En este proceso, como manifiesta Bell, resulta fundamental tomar cierta distancia de la tecnología, porque, a pesar de que se le ha otorgado un aura de objetividad e imparcialidad, esta depende inevitablemente del trabajo humano, de la mirada de un otro que nunca podrá ser ni universal ni neutral. En definitiva, la atención es un acto de libertad individual y, como tal, tiene consecuencias de las que la persona es directamente responsable.