La política del meme. Entrevista a @neuraceleradisima

por Feb 8, 2021

La política del meme. Entrevista a @neuraceleradisima

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Uno de los procesos de descentralización del conocimiento que estamos viviendo actualmente, y que pese a existir antes del coronavirus, la pandemia ha acentuado, es el auge de las cuentas de Instagram y Twitter dedicadas a la creación de memes teóricos. Estas cuentas, caracterizadas por el uso de memes como herramienta para la distribución de X conocimiento teórico, han conseguido en los últimos meses una audiencia y una recepción con las que solo pueden soñar la mayoría de editoriales. Cuentas como @policiadelafecto, @culomala o @neuraceleradisima, con más de 10.000 seguidores, generan contenido vinculado a diversos campos académicos como la psicología, las ciencias políticas o la teoría cultural al que de otra manera gran parte de la audiencia joven no tendría acceso, ya sea por falta de formación o, simplemente, por dificultad de acceso a los textos que desarrollan esas ideas. 

La última de las cuentas enumeradas, @neuraceleradisima, siguiendo el ejemplo de muchas otras, acaba de lanzar un fanzine teórico, Un panfleto populista, en el que trata con holgura las ideas que vehiculan su producción “memística”. El texto trata, por tanto, asuntos como la automatización del trabajo, la sociedad como régimen de afecto y deseo, o incluso, la resignificación del concepto de España en un intento de exponer con más concreción y contexto el ideario de izquierdas que emana su producción en Instagram. Hablamos con la persona detrás de la cuenta, sobre su publicación, memes y autoedición.

En primer lugar, la primera pregunta que me surge es: ¿Por qué el cambio a un formato más tradicional? En tu otra cuenta, @textoaceleradisimo, ya exponías de manera muy concisa teorizaciones políticas, muchas de ellas relacionadas con el contenido de Un panfleto populista. ¿Qué podemos encontrar en la revista que se diferencie de tu contenido en redes?

El cambio al formato revista tiene dos motivos. Por un lado, la necesidad de monetizar el trabajo creativo que hay detrás de las publicaciones de @neuraceleradisima y de @textoaceleradisimo en un momento en el que estoy fatal de dinero y necesito pagarme gastos básicos. Monetizar nunca ha sido el objetivo de mi trabajo en Instagram, que siempre he interpretado como militancia política. Pero las necesidades económicas aprietan, y el éxito relativo de @textoaceleradisimo me hizo pensar que quizá hubiera gente dispuesta a pagar algunos euros por ese tipo de contenido más desarrollado. Eso tiene relación con el segundo motivo para pasarme al formato revista: la cantidad de texto que puedes incluir en imágenes de Instagram es limitada si quieres captar el interés de la gente y no asustarla con tochacos ilegibles. Escribir en formato revista te da más libertad en ese sentido, te permite olvidarte de la necesidad de ultrasintetizar para no perder la atención fugaz de alguien haciendo scroll down, y también te libera de la necesidad de hacer gracia siempre. Para mí es sin duda más fácil hablar de teoría política que hacer memes, y el público al que va dirigido la revista es un público que no se aburre leyendo mucho texto. Dado que escribir más texto permite profundizar más en ciertas reflexiones que están detrás de los memes, me pareció que hacer una revista era también una forma de contribuir por otra vía al trabajo político que hago en redes sociales. En resumen, que se juntó mi necesidad económica personal con las posibilidades propagandísticas aumentadas que sentí que me ofrecía el formato revista.

 

Me pregunto también por el modo de generar tu publicación. Todo el proceso ha sido autogestionado y no hay ninguna editorial por detrás como sí hemos visto en otros casos de fanzines memeros (pienso, por ejemplo en el de @culomala, Quítame la culpa). ¿Hay algún motivo ideológico detrás de esta autogestión o es, simplemente, la dificultad de acceso a editoriales?

No, no hay motivos ideológicos detrás. No conozco el mundo editorial, así que cójase esto como la opinión de alguien que no sabe mucho del tema, pero no creo que a priori haya algo necesariamente negativo en que te publique una editorial. En mi caso, para ser sincero, no busqué editoriales porque no sé cómo es el mundillo, porque no pensé que alguien pudiera tener interés en publicar lo que escribí y porque necesitaba el dinero con urgencia. Me imagino el proceso de publicación a través de una editorial como algo que toma tiempo, así que decidí hacerlo por mi cuenta. A pesar de todo el trabajo y la ansiedad que me ha generado encargarme de todo, me alegro de haberme obligado a hacerlo. Ahora conozco movidas básicas de maquetación digital que no habría aprendido de ninguna otra forma, y que me van a ser útiles en el futuro seguro. Es una de las cosas buenas de la autogestión en proyectos como éste: aprendes a la fuerza un montón de cosas.

 

El mundo del creador de memes, particularmente en Instagram, es a priori bastante precario. Une parece que produce memes, trabajando gratis para Instagram, que no remunera a sus cuentas. ¿Cómo crees que se puede luchar contra esto (si es que hay que luchar)? Por un lado, desde mi experiencia como creadore, no creo que haya que monetizar de ninguna manera lo que hago (lo entiendo, quizás como parte de mi activismo). No obstante, la precarización actual no nos da otra opción que la de pedir que se nos remunere, ya sea mediante crowfunding o en otros proyectos (por ejemplo, la cuenta de Twitch de @policiadelafecto o, como tú, la venta de fanzines). 

Me parece un tema muy interesante este. Creo que el asunto depende del enfoque personal que cada uno le dé a su cuenta de memes, pero no creo que esté mal cobrar por el trabajo que uno hace en ningún caso. En el caso de mis memes, hay una motivación claramente política, de propaganda muy explícita. Por eso, la monetización de la cuenta no será para mí nunca un objetivo principal, ni algo que condicione el tipo de contenido que creo en Instagram. Jamás cobraría por los memes, porque la recompensa por ello la encuentro de otras formas. Para mí es suficiente saber que cada vez llego a más gente, que estoy siendo un altavoz cada vez más potente y más útil para las ideas políticas que yo considero acertadas. En términos más personales, me siento recompensado con los mensajes de ánimo y cariñosos de la gente que me sigue. Ambas cosas me hacen sentir bien conmigo mismo, y me motivan a seguir creando. Pero incluso siendo así, si necesitas el dinero como es mi caso y puedes monetizar parte del esfuerzo que te ha costado llegar a públicos amplios, me parece lógico hacerlo. Me parece más razonable hacer eso que exponerse a la precariedad brutal de un contrato de camarero, recogiendo naranjas o en un call center. Además, en cuentas de memes que están más enfocadas al entretenimiento, o a la difusión cultural y no tanto a la militancia, pienso que es comprensible que se pretenda monetizar. Ahí hay un trabajo creativo diario que doy fe que no es fácil de hacer. Ese trabajo creativo ya está siendo monetizado por la plataforma cuando le regalamos a Instagram seguidores que están viendo publicidad pagada. Les creadores de contenido no vemos nada de ese dinero que estamos generando, como sí ocurre en otras plataformas como Twitch.

 

Hablando en más profundidad de tu texto, uno de los capítulos se centra en la forma en la que las sociedades se estructuran en su manera más fundamental, en afectos y deseos.  Siguiendo unas líneas spinozianas y lordonianas, las instituciones de cualquier tipo sobreviven en base al afecto que estas consiguen generar mediante discursos convincentes que describan una noción de verdad absoluta. En el contexto de crisis actual, ¿cómo se están modulando estos discursos neoliberales y derechistas para ser efectivos? Instituciones como la monarquía (no solo la española) permanecen firmes con discursividades que no producen un particular afecto en la gran mayoría de las masas (me atrevería a decir que incluso cierta indiferencia). Lo mismo se podría decir de muchos de los discursos que se pueden observar por parte de Amazon, Uber o Deliveroo. ¿Por qué crees que triunfan?

Yo creo que esa indiferencia hacia la monarquía que comentas es significativa, y encierra en sí misma complejidades. En mi opinión, que no exista una adhesión militante a la monarquía excepto en ciertos círculos sociales de la derecha no quiere decir que su sostenimiento sea ajeno a la dinámica afectiva que comento en la revista. La indiferencia es también la expresión de un afecto. Esa indiferencia generalizada, para mí, se debe más bien a la capacidad de la institución monárquica para producir seguridad frente a las alternativas. Hace unos días leía a Revilla decir en eldiario.es, sobre el debate monarquía/república, que la gente ya bastante tiene con las preocupaciones pandémicas y económicas como para abrir ahora el melón del modelo de gobierno. Revilla me parece alguien poco fiable en general, pero muy hábil a la hora de expresar los afectos de la gente: puede que Juan Carlos sea un criminal, que nadie pueda justificar la inviolabilidad del rey o que la mayoría esté en teoría de acuerdo con que es lógico que la jefatura del Estado se vote. Pero esa indiferencia serena que ofrece dejar las cosas como están es mucho más deseable para la mayoría que agitar las pasiones polarizantes que la gente asocia al debate monarquía/república, con todas las connotaciones histórico-afectivas que tiene. Mientras los escándalos de la monarquía se circunscriban a Juan Carlos y no toquen a Felipe, y mientras República siga remitiendo en el imaginario colectivo a guerracivilismo e izquierdismo, abrir ese debate seguirá siendo una alternativa menos deseable que dejar las cosas como están. 

Y respecto a Amazon, Uber o Deliveroo… yo creo que hay de todo entre sus trabajadores. Una vez conocí a uno de ellos que efectivamente había interiorizado el discurso del emprendedor, y se creía un empresario de sí mismo con más libertad que un trabajador por no estar “atado” a un contrato laboral. El pavo trabajaba 12 horas diarias recorriendo la ciudad en bicicleta para hacer apenas 1000 y pico al mes. Pero yo diría que normalmente el afecto que empuja a la gente a trabajar en esas plataformas no se deriva de la interiorización de esa clase de discursos, sino sencillamente del miedo al hambre y la precariedad, como pasaba con la clase obrera decimonónica. Creo que esas plataformas ofrecen una forma de ganar dinero en un contexto de desempleo generalizado brutal. Las condiciones son nefastas, pero las alternativas tampoco son muchas. Es una forma de disciplinar a la gente en torno a pasiones tristes, obviamente. Se vuelve deseable ser rider porque la alternativa es estar en la calle. No creo que la mayoría de los riders estén contentos con sus condiciones de trabajo, pero es un trabajo que puede hacer casi todo el mundo y que está siempre disponible si estás dispuesto a autoexplotarte.

 

Una de las cuestiones más interesantes de tu texto es tu adscripción al aceleracionismo de izquierdas que, mayormente, representan los teóricos Alex Williams y Nick Srniceck. Estos filósofos hablan de la necesidad de destruir el ideal marxista más trasnochado de “el trabajo dignifica”, así como abogar por la automatización del trabajo. Me pregunto cómo ves sus teorías en un contexto de crisis climática y de un posible escenario de escasez de recursos en los próximos años. Desde muchas órbitas se critica que los recursos necesarios para “el progreso tecnológico” solo consiguen esquilmar más los ecosistemas y generar relaciones de poder más desiguales entre trabajadores y las élites (y en cierto modo, el contexto actual parece darles la razón). Al margen de las tramas que pudiera poner el capital a la hora de generar sociedades igualitarias ¿Crees que es posible y viable una aceleración tecnológica en esa dirección automatista? ¿Qué argumentarías contra esos discursos en contra de esta automatización?

Vaya por delante que no soy experto en el tema, así que estoy muy abierto a cambiar de opinión si se me presentan razones convincentes, pero no creo que exista una incompatibilidad esencial entre el aceleracionismo y el ecologismo. Yo entiendo que la premisa básica del aceleracionismo de izquierdas es el deseo de aprovechamiento de los avances tecnológicos para la democratización y liberación de la sociedad. Esto quiere decir no percibir sus efectos sobre la sociedad como necesariamente funcionales al capitalismo y a la destrucción del planeta, sino imaginar formas según las cuales sirvan para que se viva mejor. No hay nada en la tecnología algorítmica por sí misma que la empuje a la vertebración de un sistema de crédito social distópico controlado por grandes corporaciones. Podría también utilizarse para la creación de sistemas más eficientes de planificación económica que desterraran al mercado allí donde es incapaz de repartir recursos según los criterios socialmente convenientes. Como comento en el fanzine, la automatización puede estar al servicio del enriquecimiento de unos pocos enviando a millones de personas a la pobreza, o puede servir como palanca de liberación de tiempo de trabajo. La tecnología produce efectos sociales encuadrada en relaciones sociales, que siempre pueden pensarse como contingentes, pueden transformarse. Incluso pensando en los límites civilizatorios que nos impone nuestra capacidad actual para producir energía, que entiendo que es una de las críticas centrales hechas desde el anarcoprimitivismo y desde algunos sectores del ecologismo: ¿no invertiría un Estado poscapitalista en ciencia y tecnología sustantivamente más? ¿No llevaría eso a avances significativos en tecnologías de eficiencia energética y, eventualmente, a la rentabilidad de la fusión nuclear? Para mí, ser aceleracionista de izquierda implica pensar ese “no sabemos lo que puede la tecnología” con optimismo, asumiendo que, si nuestro horizonte es poner la economía al servicio de las necesidades humanas, lo mismo puede pensarse para el progreso tecnológico y la investigación científica.

 

Otro de los puntos que probablemente sean más “polémicos” de tu texto es el de la reformulación del patriotismo, muy visible también en tus memes en @neuraceleradisima. Hablas de la necesidad de crear una España plurinacional verdadera. Hablas de que, al fin y al cabo, el objetivo tanto de la izquierda española como de los nacionalismos periféricos de izquierdas es el de acabar con las élites surgidas del régimen del 78 (que al final son una continuación de las élites franquistas). Describes, por tanto, la posibilidad del federalismo (o confederalismo) aplicado a las sensibilidades nacionalistas de cada región, pero manteniendo el concepto de “España”, resignificando lo que implica sentirse miembro de una nación. Desde ópticas opuestas se podría argumentar que el (con)federalismo implica cierto control del estado sobre los quehaceres de X nación, eliminando cierta parte de libertad, aunque sea mínima, en el poder democrático de estos pueblos. ¿Por qué defender este tipo de unión entre pueblos en contraste con la independencia absoluta? 

No creo que la independencia de ninguna de las naciones españolas implique un mayor grado de libertad per se, aun entendiendo al Estado como opresor de tal libertad, algo que yo no daría por sentado porque no soy anarquista. Pero aun asumiendo al Estado como opresor esencial de libertades, podríamos decir que las naciones independizadas seguirían organizándose bajo formas estatales, así que tras la independencia uno podría extender esa línea de argumentación hasta el infinito, o mejor dicho hasta la disgregación en entes colectivos (¿la comarca? ¿el municipio? ¿el barrio? ¿cuál es el ente colectivo “verdadero”?) que seguirían “oprimiendo la libertad” de cuerpos más pequeños aún y, además, serían completamente disfuncionales políticamente frente a poderes ajenos que operan estatal y paraestatalmente con la intención expresa, ellos sí, de limitar las libertades del pueblo. Esencializar al Estado como opresor de libertades me parece que equivale en última instancia a esencializar la comunidad como opresora de libertades individuales, y no estoy de acuerdo con ello.

Para mí, el encuadramiento de una persona en cualquier tipo de institución comunitaria implica que hay ciertas cosas que ya no podrá hacer por dictado de la potencia colectiva. Pero si la institución comunitaria es democrática, lo que puede hacerse dentro de ella es mayor que lo que no puede hacerse. Desde este punto de vista, para mí el problema de España como patria no es que se trate de una unión artificial de sujetos nacionales verdaderos. El problema de España para mí es que hoy en día no está organizada según criterios democráticos, lo que explica la voluntad de separación de algunas de sus partes. Respeto esa voluntad de separación, y creo que la forma más conveniente para todas las partes de cerrar esa herida es hacer eventualmente múltiples plebiscitos de autodeterminación. En ese sentido, tenemos un objetivo compartido. Pero difiero con los independentistas del escenario rupturista radical que imaginamos deseable: para mí, la autodeterminación debe ser el momento fundante de una federación regida por principios democráticos con la que, dadas las condiciones geopolíticas e históricas actuales, podremos más manteniéndonos juntos que yendo por separado.