Poesía de autoayuda para un país en reconstrucción
Poesía de autoayuda para un país en reconstrucción
Amanda Gorman, La colina que ascendemos. Un poema inaugural
Barcelona, Lumen
71 páginas, 7’50 euros

«El día en que Amanda Gorman, plena y radiante, se enfrentó al micrófono y al Momento… y nos regaló La colina que ascendemos». Estas son las palabras con las que Oprah Winfrey cierra su laudatorio prólogo al recital que tuvo lugar en la investidura del presidente estadounidense Biden hace exactamente un año, el 20 de enero de 2021. La exposición de los hechos —poeta situada frente al Tiempo, a una suerte de kairós— otorga al suceso la condición de Acontecimiento. Desde esa perspectiva, marcada por sus elogiosos lectores, ha de ser comprendido este fenómeno mercantil, ya que literariamente no cuenta con mayor interés ni calidad.
Amanda Gorman es una mujer afroamericana que lleva en la escena pública desde hace varios años a pesar de su juventud. Como estudiante de excelencia, obtuvo la calificación cum laude por la Universidad de Harvard en la carrera de sociología; como escritora, fue galardonada con el Young Poet Laureate en 2017; como activista, está concienciada con diversos movimientos sociales medioambientales e igualitarios. Destaca, por ejemplo, su original iniciativa One Pen One Page, ONG dedicada a la resiliencia juvenil a través de la experiencia de la escritura creativa.
Su figura y su obra han sobrepujado todos los pronósticos convirtiéndola en producto. Ha recitado poesía para la MTV y firmado contratos con Nike y Estée Lauder para proyectos solidarios, entre otras marcas prestigiosas. Estos datos, así como las características de su poesía, la ajustan a la corriente transnacional de poesía pop e influencer que ha sido capaz de lograr reediciones masivas de poemarios, algo casi impensable unas décadas atrás. Asociada ahora a una todopoderosa editorial, se espera que venda un millón de copias de las próximas obras solo en su país de origen. Por el camino, no se ha librado de alguna controversia, debido a la «censura» —en palabras de alguno de los afectados— a diversos traductores que no cumplían con un perfil personal específico. La poeta está relacionada con la política desde hace algunos años: ha recibido invitaciones de Obama y Al Gore, entre otros, y participado en el Lincoln Center o el Congreso de los Estados Unidos; de hecho, ha mostrado su clara intención de presentarse a las elecciones presidenciales en el futuro.
En esta ocasión, fue la poeta elegida para inaugurar la investidura del Presidente más relevante en lo que a geopolítica mundial se refiere. Si bien supone un hecho extra-ordinario a nuestros ojos europeos, el poeta cortesano ha sido una figura frecuente en la historia de la humanidad en diversas culturas y épocas. Como Virgilio para el Emperador Augusto, también Gorman dedicó su poema a un tiempo de esperanza que supuestamente se abriría gracias a la política futura de Biden. La recitación adquirió la condición de ritual, acentuado tanto por el carácter performativo, que el lenguaje no verbal de la oficiante Gorman imprimió al acto, como por el contenido: alusión a un tiempo nuevo equiparado con un amanecer para su sociedad y su época, imaginario casi místico de la luz, empleo de términos de la religión como «fe» e intertextos de Las Sagradas Escrituras, declamaciones propias de una liturgia: «Que sea el mundo el que proclame esta verdad». En resumen, Gorman piensa en Biden como el reconstructor de «una nación que no está rota, sí incompleta», que en adelante debe unirse incondicionalmente tras la división e inestabilidad que creó la Era Trump y que culminó con el asalto al Capitolio.
Las palabras dedicadas a la autora, entre ellas las del citado prólogo de Oprah Winfrey, adquieren un tono religioso, escatológico, de divinización de la poeta y del evento que nos resultan difíciles de entender en nuestro contexto europeo menos espectacular —bailes presidenciales aparte—: «Mientras calaban en nosotros, sus palabras curaron nuestras heridas e insuflaron vida a nuestro ánimo. Un país “maltrecho pero entero” se levantó de su postración». El acontecimiento Gorman ha tratado, como Orfeo, de cambiar la realidad desde la palabra, y, a pesar de su simplicidad literaria —estilo básico, metáforas cliché, pensamiento maniqueo—, hay quienes piensan que «ella, que es la gracia y la paz personificadas, comprende, al ver dónde hemos estado y hacia dónde debemos ir, e ilumina el camino con sus palabras» (Winfrey). Esa «colina» metafórica que pretende ascender junto a su pueblo quizás resulte, a nuestros ojos más escépticos, un camino inexistente «que se hace al andar». Pero sin duda el fenómeno —interesantísimo de estudiar desde la sociología literaria— ha alcanzado cumbres más altas y su historia demuestra un caso inesperado en nuestro siglo: una poesía lo suficientemente simple, aunque inspiradora, siempre que sea reciclada por el sistema como propaganda, producto mercantil y medio de control, puede hacerse viral. El verso “para la inmensa mayoría”, como el selfi o el meme; el poemario como libro de autoayuda para un país en reconstrucción.
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