La rabia: la emoción que domina nuestro tiempo. Entrevista a Jorge Volpi

por Jun 12, 2023

La rabia: la emoción que domina nuestro tiempo. Entrevista a Jorge Volpi

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Jorge Volpi (México, 1968) es autor de quince novelas. Cabe destacar la trilogía del siglo XX, de la que forma parte En busca de Klingsor (1999), que recibió el premio Biblioteca Breve. También se puede subrayar, entre sus trabajos recientes, Una novela criminal (2018), que recibió el premio Alfaguara y que ha sido adaptada en una serie documental homónima producida por Netflix. Además, es importante recordar su trabajo como ensayista, en libros como El insomnio de Bolívar, que ganó el premio Debate-Casa de América en 2009. Su obra ha sido reconocida con el Premio José Donoso y la Medalla de la Orden de Isabel la Católica de España, entre otros. Este año ha publicado con la editorial Páginas de Espuma, el volumen de Relatos Enrabiados, en torno al cual se centra esta entrevista.

Resulta curioso, porque el relato no es un género que trabajes a menudo. Aunque, en general, cabe acotar que sueles jugar con la hibridación de géneros (pienso en Las elegidas, de 2014, por ejemplo, donde combinas la novela con el verso). En ese sentido, estamos frente a un libro, Enrabiados, poco común. A esto se suma que tienes dos relatos que son reescrituras o reelaboraciones de trabajos previos. Me interesa preguntar sobre ese proceso, ¿qué te hizo volver a estos textos y cómo fue la experiencia de retomarlos? ¿Y cómo fue volver a la ficción breve, en general?

La escritura del libro ocurre en pandemia, esa es la clave de todo. Tuve más tiempo para escribir que nunca. Estaba todo el día encerrado. Durante más de un año no tuve que ir a la oficina, en la UNAM, donde trabajaba y sigo trabajando. Entonces, podía hacer muchas cosas, no solo literarias. Pero, con respecto a la literatura, me surgió la idea de un cuento después de escuchar una historia. Acabaría siendo el primer relato, “Irreversibilidad”. A partir de ahí, pensé que podría escribir otros en torno al tema de la cólera, de la rabia, de la ira.

Efectivamente, yo no he escrito demasiados cuentos, y buceando hacia atrás me pareció que estos dos, “Poética” y “Atonalidad” (que en realidad son cuatro relatos sobre música en uno), podían entrar en un libro como concepto. Porque eso sí me importa, que haya una coherencia. A fin de cuentas, aunque sea un libro de relatos, en el fondo, quería que hubiera una congruencia de fondo y un tema central. Por un lado, casi todos los textos son satíricos, es parte del tono general. Por otro, tienen que ver, en algún sentido, con la rabia. Ese tema fue lo que detonó con el primer cuento, que va sobre un experto en rabia que se vuelve, a su vez, alguien rabioso. Me parece que es el sentimiento o la emoción dominante en nuestra época, por lo menos, en la esfera pública. Durante esos meses de encierro, en la pandemia, pasé mucho tiempo viendo Twitter y otras redes sociales, y la ira era lo más presente.

Entonces, tras acabar ese primer relato, escribí otros tres. Luego reescribí “Poética”. Hay que decirlo, “Atonalidad” es prácticamente idéntico a como era originalmente. Los textos que conforman el cuento, que fueron los primeros que publiqué, por alguna razón, me siguen gustando hasta el día de hoy. En cambio, “Poética” sí está adaptado para responder a esta época y al libro.

Quería hablar de estructura. Tus libros siempre prestan atención a la “forma”, digamos. Pero nunca es caprichoso, no es experimentación por la pura experimentación. La búsqueda formal responde a lo que vulgarmente se llama el contenido (el tema, la historia, etc.). Enrabiados es potente desde esta perspectiva, cada texto tiene su propia propuesta estética. Al leerlo, recordaba la cita de Yuri Lotman, en la que apunta cómo la separación entre forma y contenido, tan común, es una falacia. ¿Cómo ves tú esa relación entre forma y contenido? Y, por otro lado, ¿cómo trabajas el equilibrio entre las partes y el todo, porque el libro es, como señalas, una unidad, al tiempo que cada relato posee una propuesta individual?

Igual que tú, creo que, en arte, en general, y en literatura, en particular, la forma es fondo y el fondo es forma. Para mí, siempre ha sido claro, la manera como cuentas y lo que cuentas debe tener una relación orgánica. Eso es lo que intentaba en Enrabiados. Las formas breves, que no practico tanto (salvo que escribo una columna en el periódico todas las semanas para México y algunas para España), son espacios de experimentación mayor que los textos largos. Permiten probar distintas posibilidades de manera más libre. Y yo quería que cada relato tuviera una estructura completamente distinta, a partir de lo que quería contar.

O sea, mi idea para este libro, en el fondo, es que pudiéramos observar la ira, la cólera o la rabia, como la queramos llamar, como tema dominante de nuestro tiempo. Y mostrarlo en distintos ámbitos: en relaciones de pareja, en relaciones profesionales, en la parte artística, desde luego en la vida política y en las redes sociales. Eso está repartido en los distintos textos y por eso hay unidad. Al mismo tiempo, quería diversidad, que cada texto fuera diferente. “Irreversibilidad” está escrito como una especie de flujo de consciencia, aunque en realidad juega con la idea de cómo se escribe un obituario. Es un texto sobre ciencia y el mundo académico, pero también es sobre una relación de pareja, en el fondo. “Fatalidad” va sobre la ira en la familia. Me remitía a la tragedia griega. Entonces, ¿cómo actualizar la historia de Edipo y cómo se trasladaba a nuestra época? Y bueno, es muy autobiográfico, en cualquier caso. Luego, quería un texto que mostrara la rabia y la ira en Twitter. Me pareció que no se había hecho, un cuento que está escrito como si fuera un hilo de Twitter. Es un texto coral, tiene una enorme cantidad de narradores, pero todos son anónimos, y van construyendo una suerte de historia que el lector puede (o no) completar. Y se ve la retórica propia de la rabia. Me divertía mucho, me di el trabajo de inventar insultos que no fueran los que normalmente se utilizan. Porque, de usar los comunes, perdería la efectividad. En “Sustentabilidad”, quería que una novela completa se pudiera reconcentrar en un texto breve. Está escrito como una novela, podría haber dado lugar a un relato mucho más largo. Pero quería sintetizar: capítulos muy breves, los puntos de vista de cada personaje, y una trama política que revelara cómo funciona la ira en ese ámbito.

Como dije, recuperé dos textos de mi primer libro. En “Atonalidad”, sobre la música, la ira es distinta: es la frustración y la rabia de los personajes frente a la imposibilidad de la perfección artística. Sobre todo, en el primero y el último fragmento. Por eso me parecía que entraba dentro del libro. Y el último, “Poética”, muestra el tema más claramente. Habla de la amistad, pero también de la rabia entre dos escritores amigos, y la del personaje. Utiliza lo metaliterario para burlarse de la autoficción.

Así, me pareció, se creaba el conjunto completo. Ya sabes que me interesa la neurociencia y la ira es una de las emociones esenciales de los seres vivos, en especial, de los mamíferos. Me interesaba explorar cómo de ella derivan las otras emociones, que también están presentes en el libro (la envidia, la avaricia, la frustración, la venganza).

Tú mismo lo has dicho, las redes sociales tienen una presencia importante en Enrabiados. No solo en “Transparencia”. Siempre está presente el “pajarraco azul”. Ahora que sé que es un texto escrito durante la pandemia, puedo empezar a entender mejor esto. Más allá, eres un autor que escribe regularmente artículos para periódicos. Por tanto, debes tener una relación particular con Twitter y otros medios análogos. Se pueden inferir algunas cosas de tus relatos. Sin embargo, me gustaría que profundizaras en tu visión de las redes sociales, la relación de estas con la literatura, en general, y con la sociedad.

Están marcando nuestras relaciones: las de poder, las sentimentales, las de familia. Todas empiezan a estar mediadas por las redes sociales. Lo más peligroso es que el diseño de cada una desata un tipo de comportamiento. Ya está ahí, digamos, la base desde la que empezamos a reaccionar. Para empezar, en término generales, nos obligan, por un lado, a ser exhibicionistas y, por otro, a ser voyeristas. Nos lleva inevitablemente a la simulación, a la ficción y a la mentira. Queremos mostrarnos, pero no como somos, sino como nos gustaría que nos vieran. Estamos en medio de una ficción enorme, que es el mundo de las redes sociales. Prácticamente todas, de Tiktok a Instagram, de Facebook a Twitter, hacen esto.

La que me parece la más peligrosa, y he escrito algún texto sobre esto, es Twitter, porque ha encarnado un nuevo lugar de la plaza pública. El problema, como se dice en “Irreversibilidad”, es que confundimos un espacio privado con el área de la discusión pública. Y ahora, que la ha comprado Elon Musk, es más claro quién es el dueño, lo que hace más obvio este problema. La red social es el patio de la casa de un millonario, que puede hacer ahí lo que se le antoje (y ya lo está haciendo). Pone los límites a la discusión publica que el decide. Es muy escandaloso. Sin embargo, desde antes, la arquitectura misma de Twitter, ya parecía diseñada para la rabia. La idea original, digamos, intercambiar opiniones breves, acaba privilegiando la inmediatez de lo escrito, antes que la reflexión, los titulares cortos frente a los textos profundos. ¿Qué se premia y se vuelve viral? Aquello que es más escandaloso, más ridículo o más violento. No es casual que haya sido la red favorita de alguien como Donald Trump, lo encarna. Y encarna cómo es nuestra discusión pública, en todos los países, cada vez más polarizados. Y Twitter ayuda, fomenta esa polarización.

Eres un escritor que no solo bebe de distintas tradiciones, sino que explicita esa influencia en sus obras. Pero las reubicas en nuevos contextos. Por ejemplo, “Fatalidad”, como has dicho, es una reescritura de historias clásicas, puestas en el mundo moderno. “Atonalidad” presenta algo de transmedialidad, toma elementos de la música y los incorpora al texto literario. ¿Cómo ves esa forma de combinar discursos? Porque haces una suerte de parodia, no en el sentido de burla, sino como la define Linda Hutcheon, como reescritura autoconsciente, a veces como homenaje.

Siempre había dicho que quería romper los límites entre géneros, ha sido una de mis obsesiones: combinar el ensayo o la poesía con la novela, por ejemplo. Aquí hay juegos que van hacia el teatro o la música, las redes sociales. Ahora lo diría de manera sencilla. Estos discursos son, en realidad, variedades de la ficción. Esta es la única forma en que podemos acercarnos a la realidad. Las ficciones, por tanto, se pueden cruzar de mil maneras distintas.

El último relato, “Poética”, es marcadamente metaficcional. Y me pareció interesante cómo das la vuelta a un tópico bastante extendido en la literatura autorreflexiva, el del personaje que habla de su autor. Este texto plantea un juego distinto, acaba siendo un relato casi policiaco. Lo asocio con la “autoficción especular”, siguiendo la terminología de Vincent Colonna: un texto autoficticio que no se centra en la ficcionalización de la autobiografía, sino que se enfoca en la reflexión metaficcional de la figura del autor. Es una suerte de parodia de la misma autoficción, que es como has descrito este texto hace un momento. ¿Podrías profundizar en torno a esta cuestión? No solo sobre la problemática concreta de la autoficción, sino en torno al tema de la autoría, figura, la del autor, tan cuestionada en los últimos tiempos. Y tu relato parece ser una reflexión, también, sobre este problema.

“Poética” es, efectivamente, sobre la erosión del autor. Es lo que busca el personaje en su pelea con el autor, aunque el que se sale con la suya es este último. Aunque el personaje se rebele, la figura de autoridad acaba por imponerse, en algún sentido. Hay un juego con la metaficción y con la autoficción, que me interesan mucho desde un punto de vista teórico.

Este relato es de los que están reescritos, en contraste con “Atonalidad”, que permanece casi idéntico al original. Aquí hubo una actualización. Lo que ha cambiado en el mundo del autor, y de la autoría, con la aparición de internet y de las redes sociales (que no existían cuando escribí el texto por primera vez), ha sido drástico. A la vez, es un juego autoficcional: desde que lo escribí, el texto remite a mi relación con Ignacio Padilla. De eso trata el cuento. Pero, además, lo escribí cuando vivíamos en la misma ciudad y teníamos una relación cercanísima. Hoy, hace seis años que él murió. Eso me dio una especie de shock: volver a leer esta ficción en la que el personaje muere (ficcionalmente), con la persona concreta realmente muerta. Entonces, lo de autoficción se vuelve todavía más drástico.