Prefacio del universo Cameron. “Avatar: el sentido del agua”, de James Cameron.
Prefacio del universo Cameron. “Avatar: el sentido del agua”, de James Cameron.
Avatar: el sentido del agua
Dirección: James Cameron.
Reparto: Sam Worthington, Zoe Saldaña, Sigourney Weaver, Stephen Lang, Kate Winslet, Cliff Curtis.
Duración: 192 minutos.

James Cameron, tras 13 largos años desde que Avatar modificara la manera en la que hoy día entendemos las mega-producciones, dobla la apuesta y nos trae una secuela que roza el milagro audiovisual, la euforia y la maravilla desmedida a la par que galantea con la quiebra económica y la pérdida de más de una década para Disney y 20th Century Fox. Avatar: el sentido del agua, una de las películas más esperadas de los últimos tiempos, es ya una realidad. Si bien el director canadiense titubeaba sobre la acogida de su nuevo filme, pues llegó a confesar a los directivos de las compañías inversionistas, textualmente: “puede ser el peor negocio de la historia del cine”, lo cierto es que, en menos de dos semanas desde su estreno, ha recaudado más de 1.000 millones de dólares. De hecho, y con todos los beneficios que aún esperan, Avatar: el sentido del agua es uno de los fenómenos audiovisuales de la década.
Regresamos a Pandora tras los acontecimientos de Avatar. Los na`vi, Jake Sully (Sam Worthington) y Ney`tiri (Zoe Saldaña), han prosperado como jefes de los Omatikaya y formado una familia que vive en paz en los bosques del Árbol Madre. Remanso fugaz, pues los humanos regresan de los cielos para cobrar venganza a Sully y los suyos; sacrificando sus costumbres para mantener seguro al pueblo, abandonan el clan y ponen rumbo al mar, donde serán acogidos por los Metkayina. Liderados por Ronal (Kate Winslet) y Tonowari (Cliff Curtis), salvaguardan a Sully y su familia del avance vengativo humano, encabezado por el coronel Miles Quaritch (Stephen Lang).
De manera magistral, Avatar: el sentido del agua se construye sobre los pilares de la primera cinta. Exploramos otra parte de Pandora que empequeñece el basto mundo que creíamos comprender. Las mismas imágenes ya conocidas, como la bioluminiscencia, la conexión mente/alma con Eywa o la fauna exótica y feroz, son envueltas por un elegante toque marino. James Cameron rompe con el sentido compacto de Avatar y nos propone un filme mucho más abierto; reflexiona sobre la ruptura de la armonía, el ser humano como creador de mundos donde él mismo es causa de la destrucción y salvación de cada uno de ellos y el sentido del amor y la familia. Es innegable que en esta subyace una crítica por parte del director canadiense a las acciones humanas. Dejando de lado la trama vengativa con la que gira la película, Pandora es vista como una colonia; la Tierra se muere e impera la necesidad de conquistar. Los humanos irrumpen en una sociedad pacífica, matan a sus animales en pos de beneficios económicos, talan bosques y hacen canteras ignorando quienes habiten dichos hábitats o si pudieran albergar en ellos deidades propias de las culturas na`vi; constantemente se contraponen imágenes, como lo natural y las máquinas colonizadoras humanas. En cuanto al papel de la mujer, vemos personajes empoderados que llevan la voz de mando en cada ámbito; Ronal y Ney`tiri tomando las decisiones del clan, Kiri (Sigourney Weaver), hija de esta última quien tiene una sensibilidad especial que la conecta directamente a Pandora, o la general Ardmore (Edie Falco), encargada de toda la operación colonial humana. Sin embargo, el principal personaje femenino y, a la vez, el motivo esencial de la película es Pandora. Esta secuela supone una puerta abierta para la proyección del universo cinematográfico de Cameron; es realmente el inicio; todo el planeta está vivo y conectado; existe un gran equilibrio natural y, en esta cinta, conocemos el agua y su significado en todo el entramado espiritual que emana de Pandora; siendo hábilmente asociado como símbolo de la maternidad, el agua referencia el útero de la Gran Madre que supone Pandora para los na`vi; es el vientre del mundo, sin principio ni final.
Avatar: el sentido del agua convive con una industria cinematográfica que ha cambiado; imperan las películas de consumo rápido para un público mucho mas amplio. James Cameron propone seguir con lo tradicional y emplearse en construir su propio universo; llegando incluso a ambicionar su proyecto con El Señor de los Anillos de Peter Jackson. Esta secuela se recrea en sí misma, 192 minutos de pura exposición artística utilizando planos propios de una producción de National Geographic; hiperrealismo digital abierto a la abstracción de todas sus formas, un espectáculo total al servicio de construir el universo Avatar. No solo es una secuela, sino que es una soberbia premisa; el inicio de la obra total de James Cameron, quien ya confirmó tener planeadas tres películas más.