Saber estar, saber mirar la pared muerta
Saber estar, saber mirar la pared muerta
Me cae la flor de la bugambilia
y me cae el viento
y me cae mi madre
¬—y mi padre, y mi mujer y mi hijo—
y me levanto con el nombre ajado
y recojo mi lengua llena de hormigas.
Vivo bien.
No tengo queja de nada ni de nadie.
Sólo que a veces, cuando viene el agua
me mojo a media calle
y cada día me parezco más a un poste
Jaime Sabines, Tarumba (1956)
Sí, ya es hora de esconder del mundo
el dolor
bajo la piel
Shakira, Te dejo Madrid (2002)
I
Mi cuerpo tecla de piano
marfil gordo
con el tiempo se pinta amarillo
mi cuerpo columna de mármol
veteada y blanca y rosa
mi cuerpo piano chocando contra el suelo
mi cuerpo mirada perdida de cal muerta en la pared
mi cuerpo calada al humo que concatena la superficie
mi cuerpo velocidad del disparo agónico de un aceleracionista aferrado a la tierra
nace la frágil piel del presente
un hormigueo de mármol o marfil
II
De mármol o marfil
las horas muertas
en que sigo preguntándome qué…
Yo que nada sé de ti, Tarumba
mas que el nombre burocrático
del rostro que me mira en el espejo
durante las tardes lluviosas de agosto
te digo hoy, y ya no más nunca:
no me quiero borrar
de entre la fría superficie
en este el año de magma velocidad de la lava
o un disparo de bala a una gran velocidad
un paseo por entre la noche abovedada
llena de gases tóxicos de letales combinaciones
de preciosos materiales de laterales deslizantes
regreso hacia la punta de mi dedo del pie
masacrado por la velocidad de la bala
o por la lentitud de la lava
ríos de sangre y carne mancillada y negra
pasos renqueantes de contorno chispeante
preguntándome si esta cascada de imágenes
es en verdad una ciudad asediada por la niebla
o no será más bien un cuadro que compartimos
donde un expresionísimo trazo y color
Tarumba, que en verdad no sé tu nombre
ni la razón de tus millares de plumas o patas o dientes
o tus miles de ojos que buscan patrones de entre la cal
ni conozco el nombre de tu fuero interno que explicaría
mi condición de esclavo de tu materia ciberanimal
natural y tóxica como la lava que choca contra el mar
(perdona las metáforas tectónicas
pero es el año del volcán y lo siento muy reciente
en la planta de mis pies
perdoname entonces por tu frente calcinada
de rojas hormigas
que avanzan lentamente por entre tus nervios)
en verdad te digo, viéndome a los ojos
—también rojos, por qué no!
con la raya negra para contrastar
por qué no!—
sincerándome conmigo mismo
viéndome el dolor de la punta de la
uña de la punta del
pie de la punta de la
pierna de la punta de
mi necedad constante de
confrontar la existencia de
mi dolor y mi deseo
(a veces se combinan
por qué no confesarlo?)
por eso te digo, Tarumba
de manera contradictoria
con la velocidad
de la bala y de la lava y de la baba
que a veces me quiero borrar
de la sonrisa burocrática
que se cree saberlo todo
y que finge no vigilarme
detrás de la fría superficie blanca
que miro todos los agostos
—el lavabo hoy es una masacre gore—
Tarumba, quiero mearte la cara
y mearme encima de la pierna
para sentir el calorcito
reconfortante
del ritmo de un chorro amniótico
que me devuelva
a la superficie de la vida
sigues dudando de mí, Tarumba?
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