La mujer que lo puede todo, hasta que “se desgasta y se rompe”. Entrevista a Marta Marco Alario
La mujer que lo puede todo, hasta que “se desgasta y se rompe”. Entrevista a Marta Marco Alario
Marta Marco Alario (Guadalajara, 1979) es una mujer, es trabajadora, profesora y madre. Ha participado en Discípulas de Gea (Inventa Editores, 2017), Otoño e invierno, microrrelatos. Volumen III (Diversidad literaria, 2017) entre otros, y ha publicado varios libros Heredarás esparto y otros relatos (Aache, 2017) y Abanicos de papel(Publicaciones Castelló, 2017); y dos poemarios El libro de los estorninos (Aache, 2017) y Las flores y el yelmo (Huerga y fierro, 2019). Además, ha ganado el XXV Premi Relats de Dones del Ayuntamiento de Castellón de la Plana por Abanicos de papel y el II Premio Internacional de Relatos Cortos Ciudad de Sevilla, también en 2017. Las flores y el yelmo, por ser su última publicación será el centro de la entrevista.
De momento has publicado un libro de relatos Heredarás esparto y otros relatos y dos poemarios El libro de los estorninos y Las flores y el yelmo. ¿Tienes predilección por la poesía? ¿Por qué?
También hay publicada una novela corta. Abanicos de papel recibió en marzo de 2018 el “Premio de Relats de Dones” que convoca desde hace veintiséis años el Ayuntamiento de Castelló de la Plana; o sea, que hay un “dos a dos”.
Así que no, no tengo predilección por la poesía; me gusta mucho escribir y dependiendo del momento vital en el que me encuentre, escribo prosa o verso. Cada género tiene su complicación y requiere distintas implicaciones y estados de ánimo. Para crear un poema no hace falta tanto tiempo como para pergeñar una novela y para parir un poema, el nivel de concentración y de emotividad tiene que ser muy superior al requerido para crear una novela.
«Para crear un poema no hace falta tanto tiempo como para pergeñar una novela y para parir un poema, el nivel de concentración y de emotividad tiene que ser muy superior al requerido para crear una novela»
“Los dos primeros versos los dan los Dioses” dice Ángel Valente. ¿Cuánto de verdad hay en esa frase? ¿Las personas que escribís poesía recibís frecuentemente la visita de los Dioses y las Musas, o se le debe más reconocimiento al estudio de la teoría y a las largas horas pensando en la métrica y la figura retórica perfecta?
Soy una firme defensora de esa idea de Ángel Valente. El poema surge de varias palabras y de la magia, de ese proceso inefable que las convierte en lírica, pero si después no hay largas horas de trabajo, no hallarás poesía. O sea, la musa tiene que aparecer, pero si después no haces trabajo de “pico y pala”, no merecerá la pena lo que crees y no será poesía.
Creo que es evidente que en todos tus libros hay una conexión con la naturaleza. En tu último poemario las flores y las plantas tienen un claro protagonismo: Los lirios, Estramonio, Lirios de Casablanca… ¿por qué flores?
Mi conexión con la naturaleza es una cuestión de respeto al planeta.
Desde pequeña me gustan mucho las flores. Cuando mi abuela me recogía del colegio en primavera, siempre nos retrasábamos a la merienda porque nos quedábamos cogiendo flores en un descampado que había enfrente de mi colegio. Me recuerdan a ella. Y por otra parte, su delicadeza, belleza, aroma, colorido, su perfección formal y complejidad, y en definitiva, su sensualidad, hacen que sean un claro símbolo de la poesía.
¿Has estado investigando acerca de la simbología de las flores para este poemario? ¿Se relacionan de alguna manera con los propios poemas? De ser así ¿me puedes hablar de algún ejemplo concreto?
Sí que investigué y hay dos tipos de relación: cuando las propiedades de las flores se relacionan directamente con el contenido es una mera cuestión de asociación de ideas, por ejemplo, el poema “Estramonio” habla de una muerte y esa planta puede causar el Síndrome Atropínico o la muerte; sin embargo, en otros poemas, lo que me llevó a vincular flor y texto fue la estética de la flor, es decir, hice un ejercicio de contemplación y me dejé llevar por lo que me sugerían; actividad completamente subjetiva, vaya.
Ángela Figuera es una figura de referencia en Las flores y el yelmo y se puede ver porque la citas constantemente. ¿Por qué ella?
Cuando tuve la oportunidad de publicar (porque una editorial me había respaldado) decidí que, si yo podía en alguna manera y por pequeña que fuera, visibilizar a mujeres poetas, lo haría. Así, mi primer libro, El libro de los estorninos (Aache, 2017) está dedicado a la poeta Angelina Gatell Comas, una de mis favoritas. Cuando Huerga & Fierro me dio la oportunidad de publicar mi segundo libro, ya estaba configurado sobre Ángela Figuera Aymerich, poeta inconmensurable que rara vez aparece junto con sus compañeros hombres en antologías, libros de texto, estantes de librerías, etc. Las flores y el yelmo es un diálogo con esta poeta; sus poemas y los míos tienen hilos de continuidad en los temas y en la angustia. La sorpresa para mí llega porque es después de tener escritos mis poemas, cuando me doy cuenta de estas coincidencias. Son muy sutiles en la mayoría de los casos (lógicamente porque no son intencionadas; algo que sí estoy haciendo en mi nuevo libro de poemas –tomar varios versos de un o una poeta para desde ellos, crear un nuevo texto-) y de ahí, que los coloque encabezando mis poemas. Al final, todo está escrito ya. La cuestión es que seamos capaces de renovar las formas, la intensidad o las perspectivas, pero los temas que nos conciernen ahora son los que siempre han preocupado a la humanidad, y a mí, que me preocupa mucho el papel de la mujer, me atrapa una poeta que en 1948 escribía Mujer de barro mostrando un modernismo y un feminismo dignos de estudio y mención.
El yelmo es un elemento que aparece tanto en el título del poemario como del último poema. ¿Qué querías expresar con el poema y por qué es el elegido para cerrar el libro?
El libro está dividido en dos capítulos muy desiguales para representar lo que entiendo como el gran dimorfismo femenino. “Las flores” se construyen sobre resortes sensoriales; ojos que nos miran, brazos que nos abrazan y manos que nos acarician, pero sin dejar de ser nunca flores cargadas de semillas que germinarán y no necesariamente en otra flor, porque esta femenina poesía pretende sembrar, por encima de todo, fuerza, pero no cualquier fuerza, sino la de la psique, de ahí la necesidad del yelmo, que será lo que proteja a la guerrera de perder la cabeza en cualquier batalla, aunque la poeta esté hecha de frágil tiza.
Cierra el libro y es solo uno porque las mujeres tenemos solo un yelmo, que nos ha de durar toda la vida, pase lo que pase y porque al final, protege nuestra cabeza, la que no debemos perder. Este poema, además, reivindica la necesidad de nuestro derecho a ser frágiles y a rompernos. Por eso es el último, para que no se nos olvide nunca que podemos rompernos.
¿Qué ha aportado Las flores y el yelmo al panorama literario? Y ¿qué te ha aportado a ti escribirlo?
No seré yo quien diga qué ha aportado mi libro al panorama literario. No estoy en disposición ni creo que me corresponda.
Escribir para mí es un ejercicio de reordenación de lo que me sucede y de descifrar cómo vivo todo eso que me rodea. Por lo tanto, es una especie de filtro, de ejercicio para desencriptar situaciones que me han llamado, de alguna manera, la atención y que no necesariamente me han sucedido a mí (porque en Las flores y el yelmo hay historias de muchas mujeres). Escribirlo me ha hecho numerar las situaciones durísimas que viven las mujeres en su día a día en todos los ámbitos: desde la asesinada a manos de su pareja hasta la mujer inmigrante que ve morir en sus brazos a su bebé ahogado en aguas del Mediterráneo mientras Europa mira a otro lado.
Veo que en tus libros hay temas recurrentes como la naturaleza, la mujer (como profesora, madre…) la espiritualidad, la propia poesía etc. ¿Por qué crees que sigues explorando estas cuestiones?
Supongo que lo hago porque me preocupa o porque hay algo que entiendo que no está en su sitio. En mi poesía hay mucha injusticia. Muchos de los poemas son gritos desgarrados ante historias que podrían no haber ocurrido si esta sociedad fuera de otra manera.
Y sí, la mujer es un elemento fundamental. También lo es en mi prosa. Creo que vivimos en un mundo machista y que las mujeres necesitamos reivindicarnos continuamente. Es agotador, pero necesario.
Por y para nuestras hijas e hijos.
¿Tienes un método fijo o una rutina concreta a la hora de escribir?
Escribo a diario, aunque lo que escribo la mayoría de los días no sea literario. Es una obligación desde que tengo diecisiete años. Cuando no escribo me duele la barriga y si, además, lo que tengo en mente no me sale de una forma “digna”, además de dolor de barriga, tendré migraña en dos días. Es una especie de castigo.
¿Cuáles son tus referentes literarios? ¿hay algún poeta al que admires?
Todos. Tanto los que me gustan como los que no. Los que me gustan para admirarlos y los que no, para huir de los motivos que me llevan a que no me gusten.
Hay muchos poetas a los que admiro. Del numeroso grupo de muertos, a muchísimos: Ángela Figuera, Angelina Gatell, Vicente Aleixandre, Alejandra Pizarnik, Luis Cernuda, etc. De los vivos, tuve una época en la que me gustó mucho Luis García Montero; ahora en cambio, leo a diario a Ana Montojo, que para mí, es con diferencia, y dentro de mi conocimiento, la mejor poeta viva del panorama nacional, con una poesía desgarrada, desarraigada (si se puede usar ahora ese adjetivo), doliente, emocionante, sincera y aunque se nota que la escribe como pulsión, es una poesía perfectamente trabada. Creo que la Historia de la Literatura sería muy injusta (nihil novum sub sole, por otra parte) si no se la tuviera en cuenta desde ya mismo y en adelante, por supuesto.
¿Hay algún proyecto nuevo en el horizonte? ¿Crees que te aventurarás a escribir una novela o a explorar otros géneros? Tanto si la respuesta es sí como si es no ¿por qué?
Tengo intención (y mi actual editorial también, si el Coronavirus no se nos lleva a todos por delante) de publicar una selección de textos breves en prosa. Mucha gente me conoce por el perfil desenfadado que uso en Facebook: Singlutenia Maralar. Y con este pseudónimo escribo mucho en esa red social; hay textos divertidos, otros más críticos o sarcásticos, que mucha gente me ha pedido que recopile para poder leer en papel. Creo que sería una buena idea. Así que, de momento, ese es el nuevo proyecto que ya existe y además, sigo escribiendo poesía; voy a intentar hacer algo que los poetas del momento critican mucho y hasta se burlan, pero me gustan los retos y me importan poco las modas: estoy escribiendo sonetos. No sé si con mejor o peor acierto, pero ahí van naciendo. Aunque de esto no sé qué será. Igual se quedan en ese cajón que abrí de mi particular siglo XVI…
Novela, de momento, no, por falta de tiempo. Sería imposible compaginar mi trabajo en el instituto, mi trabajo en casa del instituto y mi trabajo en casa, con el trabajo de escribir una novela. Escribir una novela es una jornada completa. Lo sé de buena tinta. Se lo tengo oído/leído a escritores como Antonio Tocornal y David Vicente.
La idea de escribir teatro (ya escribí una obra teatral para mis alumnos del IES Ana María Matute de Velilla de San Antonio, en el año 2016) me seduce mucho, pero sé que ahora no es el momento.
Por último, adentrándonos en el eterno debate, me gustaría que me dijeras qué forma prefieres ‘poeta’ o ‘poetisa’ y por qué.
Sinceramente, me da igual. Lo que quiero es que el mundo de la literatura (el mundo), las editoriales y los premios dejen de estar liderados, dominados y coaccionados por hombres. No me asustan las palabras ni me siento discriminada por ellas, sino por la intención que puedan encerrar, y la intención no es una cuestión del léxico sino de quien lo usa. Huelo a los machistas a la legua y no me interesa nada que venga de ellos. Si un machista se refiere a mí como “poetisa” no me va a molestar el término, me va a molestar él.
Mi reivindicación no se focaliza en la lengua (aunque me parece muy bien que haya todo un movimiento que sí lo haga) sino en el día a día. Basta leer el estudio de género sobre premios de poesía de Nieves Álvarez Descubrir lo que se sabe para constatar que el mundo literario actual sigue sometido a cánones dictados por machistas.
No obstante, el triunfo del feminismo (en esta parcela que nos atañe) será el día que en los libros de texto de Primaria y Secundaria haya tantos artistas (me da igual de qué arte hablemos) hombres como mujeres y es evidente que a fecha de hoy, los libros de texto (y aquí hablo de Secundaria, que es lo que conozco de primera mano) siguen sin recoger a Angelina Gatell, a Ángela Figuera, a Ernestina de Champourcín, Gloria Fuertes, Maruja Mallo, Concha Méndez, Ana María Moix y tantas otras. Mientras nuestros adolescentes no lean nombres de mujeres al lado de los de los hombres, seguiremos nadando en el machismo más profundo porque seguiremos ofreciendo a nuestros voraces estudiantes, en su etapa de conformación como personas que caminan hacia la madurez, la visión de que el arte solo lo hicieron y hacen los hombres.
¿”Poeta” o “poetisa”? Feminismo, oiga.