Se llamaba miedo
Se llamaba miedo
Era una noche cerrada del mes de octubre
cuando una joven se iba a refugiar en la estación,
de la lluvia torrencial que estaba cayendo en ese momento.
Pero lo que no sabía era que se había metido en el andén fantasma
y un ser de guante blanco le estaba vigilando desde la luz encantada
que se dejaba ver por el túnel del andén.
Cada vez que te miro te tengo miedo,
miedo por si soy la próxima en entrar
al lado oscuro del cementerio.
Ese cementerio al que las almas bajan
cuando las musas les dejan de lado
porque las almas habían ignorado su presencia.
Esa presencia ignorada era la primera huella,
la huella del cadáver del pasado que había llegado
para recordar la infancia de la joven.
Cada vez que te olvido te tengo miedo,
miedo a perder tu esencia de mi lado
cuando tu voz ya se haya apagado.
Ese apagón al que el cervatillo temía
por perder su fugacidad en el firmamento
tan estelar como la inteligencia de la mente.
Esa mente estelar era la segunda huella,
la huella del cadáver del presente que había llegado
para recordar la juventud de la joven.
Cada vez que te miro olvido el miedo,
el miedo a no saber cómo enfrentarme
a lo que tú llamas placer y yo calvario.
Ese calvario al que el cirineo se dirigía
con la tumba parlante que cargaba de noche
con el armario que no tenía nombre.
Ese nombre misterioso era la tercera huella,
la huella del cadáver del futuro que había llegado
para adelantar la madurez de la joven.
Las tres huellas aparecían con la luz encantada de la lumbre
en la que renacía de las cenizas el ave eterna que se llamaba Miedo
por no saber qué rumbo iba a tomar cuando el olvido le envíe al otro barrio.
Pero no había de qué preocuparse,
porque Miedo era fruto de la imaginación de la poetisa,
es decir, la duda no resuelta del enigma del pergamino.
Se.podrá enviar alguna poesía para su publicación….soy de Chile y estoy en doctorando en derecho UAH ….saludos