Sí somos. Volumen II
Sí somos. Volumen II
Capítulo X
MI EXPERIENCIA CON LA UNIVERSIDAD
Cuando empecé la carrera de Estudios Hispánicos estaba súper orgullosa y contenta de estar estudiando por fin lo que me gustaba. Antes me metí a Psicología, que también me apasiona, pero me di cuenta de que no me veía dedicándome a ello profesionalmente en un futuro. Me encanta leer desde los quince años, que fue cuando leí mi primer libro porque quería y no porque me lo mandasen en el instituto. Descubrí una forma de evadirme de mi realidad. Leer me ayudó en uno de los momentos más duros por el que he tenido que pasar. Por eso cuando me matriculé en Estudios Hispánicos sentí que estaba haciendo lo correcto. Pensé que leería un montón, y esta es una de las partes que más me gustan de la carrera. Además, que me cogieran para estudiar en Alcalá de Henares también fue un punto muy a favor.
El primer año fue increíble. Entré en la Universidad de Alcalá con una ilusión que no tenía cuando comencé en la facultad de Psicología. Ese primer año lo disfruté muchísimo. Me encantaron todas las asignaturas y los profesores, además de mis compañeros. Sin embargo, ahora que estoy en tercero la cosa es algo distinta. La ilusión que sentí ya no es tan intensa como antes. Sinceramente, nunca pensé que desaparecería ese sentimiento porque estaba estudiando sobre algo que me apasiona. No he perdido las ganas de leer, ojo, esas espero que no se me vayan nunca, pero sí es verdad que este último año ha sido algo más duro porque yo no he estado bien al cien por cien. Aunque te guste mucho lo que estás estudiando, es normal sentir que se te hace cuesta arriba el camino. Supongo que la motivación se agota, o por lo menos se debilita, pasado un tiempo de hacer algo.
Yo personalmente soy una persona que se cansa de todo y muy rápido en cada uno de los aspectos de su vida (menos de la lectura, y gracias). Me aburre la monotonía; diría que hasta me desespera. Cambio constantemente de opinión y, en consecuencia, de gustos. Por esto mismo, ahora que estoy cursando tercero, hay días en los que no sé muy bien si esto es lo mejor para mí. Me pregunto también si no estaría mejor haciendo otra cosa. Hoy en día no siento ningún tipo de motivación. Se me abren nuevas posibilidades a diario porque, como he dicho antes, me aburre la rutina. No diría que esto que me pasa es culpa de la carrera, para nada. Creo que la carrera de Estudios Hispánicos de Alcalá es una de las mejores. El problema es mío, que nunca me he conformado con lo que tengo.
Con todo esto, no me planteo dejar de estudiar esto. No me veo yendo de nuevo a mis padres para decirles que he dejado otra carrera, la verdad. Reconozco que quizá es por algo de orgullo: me he propuesto acabar lo que empecé (al menos una vez en la vida). El hecho de que sea duro no significa que no merezca la pena. Tengo claro lo que quiero en un futuro: trabajar de editora (cobrar por leer: mi sueño), viajar, salir; disfrutar de la vida, vaya. Pero para la mayoría de estas cosas se necesita dinero, siendo realistas, y para ello toca esforzarse y trabajar ahora, no queda otra. Sé que, en un futuro, cuando mire hacia atrás, me sentiré tremendamente orgullosa de mí misma por haberme graduado en Estudios Hispánicos en la Universidad de Alcalá, y por haber conseguido lo que me propuse. Va a ser duro, sí; ya está siendo complicado, también. Pero nadie te va a regalar nada en esta vida. El futuro hay que construírselo uno mismo.
Capítulo XI
¿QUÉ ES VIVIR?
Hace tiempo que me pregunto qué es la vida
qué es vivir
qué es estar vivo
qué sentido tiene todo esto
hace tiempo que busco preguntas sin respuesta
¿es mi voluntad la que me hace estar
vivo o simplemente por vivir tengo voluntad?
no lo sé
pero si mi voluntad es mi vivir
que sea a tu lado
si mi voluntad es estar vivo
que sea para perder la razón por ti
si mi voluntad es encontrarle un sentido a
esto yo la pierdo cada vez me miras a los ojos
hace tiempo que busco preguntas sin respuesta
o quizá
ha pasado tanto tiempo
que me he olvidado lo que estaba buscando
sé que hubo un tiempo donde me perdí
donde mi cuerpo
mi mente
y mi alma
se desvanecieron en el tiempo
no sé cómo
ni cuándo ni por qué
pero por más que intentaba encontrar la
salida más me alejaba de ella
y terminé alejándome de mí
de mi vida
de mi voluntad
quizá porque nunca fue mía
quizá porque no había aprendido a
dominarla quizá porque aunque me creía
dueño de ella no lo era
ni siquiera era dueño de mí
por eso no sabía lo que era vivir
no sabía lo que era estar vivo
no sabía el sentido de nada
pero de repente lo
encontré no sé cómo
ni cuándo
ni por qué
pero un día me miré al espejo
convencido un día me levanté con mi
voluntad
con la voluntad de vivir
de estar vivo
desde entonces escucho cada mañana el latido de mi corazón
noto cómo bombea de un lado de mi cuerpo al otro
cómo sístole y diástole se contraen
de manera irregular
porque nunca he sido de acatar las normas
siempre me ha gustado romperlas
desde entonces llegó la primavera a mi corazón
aunque siga siendo un bloque de hielo
aunque siga con la armadura puesta
y no suela abrir sus puertas
ni para entrar ni para salir
desde entonces
mi razón de vida es vivir
vivir para sentirme vivo
vivir para volverme inmortal.
Capítulo XII
Para ella, por todo lo enseñado, y para ti por si te sientes identificado.
Para ti, que eres la que más llorar me has hecho,
y es que, desde que te conozco, siento un algo en el pecho.
Insuficiencia e inseguridad. Dolor y malestar.
Todo esto siento yo desde hace ya,
¿Por qué no me dejas progresar?
Tú, que me has enseñado, tú que me has dicho:
¡llora!, ¡despierta!, ¡deja ya ese capricho!
Las oportunidades que me brindas, las ganas que me quitas
son como un amor no correspondido, me quemas, me apenas, me agitas.
Me echas, me alejas de este mar dorado,
me abandonas. Dejas mi barco
desvencijado
Dime qué te lloro, si por llorar
no queda más
no hay más agua del mar que podamos derramar.
Me busco en el espejo, no me siento, no me encuentro
¿En qué me he convertido? Siempre lo he sabido.
No me encuentro, no me siento.
El vacío, la nada. No eres nada, eres todo.
Dueles todo sin ser nada.
Duele tu ausencia.
Mucho más tu presencia.
Déjame, aléjate, no me hieras, no me grites.
No me quemes, no me agredas.
No nos entendemos, no nos amamos.
Nos odiamos, nos queremos.
Si está bien o está mal
ni tú ni yo lo sabremos jamás.
Aceptame, quiéreme,
déjame, llórame, déjame,
déjame.
Déjame sentir.
Déjame vivir.
Déjame ser, déjame ir.
Capítulo XIII
REFLEXIONES Y CONSEJOS PARA UN AMIGO
Querido amigo:
He decidido dejarte por escrito, hoy día ocho de abril de 2023, mis reflexiones sobre cómo me he sentido a través de estos cuatro años de carrera.
Agárrate porque vienen curvas. Lo que sí te adelanto ya es que mi manera de ver las cosas ha cambiado mucho con el paso de estos años, y aún cambiará más. Esta es una gran conclusión que extraigo de mi paso por el Grado, que nada es permanente ni inmodificable, sino todo lo contrario y que no pasa nada, hay que aceptarlo, buscar nuevas metas y seguir adelante.
Antes de entrar a la carrera…
Todo empezó una de aquellas tardes de Bachillerato (e incluso de finales de 4.º ESO) en las que estaba cansado de tener que estudiar asignaturas que, digámoslo de manera suave, no me llamaban mucho la atención. Eran tardes en las que cuando tenía un rato libre me ponía a buscar algo de información sobre la Universidad de Alcalá y sobre sus grados, especialmente, aquellos relacionados con los idiomas y, obviamente, con la lengua española. La sintaxis, la manera de redactar, la ortografía, la gramática… eran cuestiones que me despertaban un gran interés, mucho más que, por supuesto, esas operaciones y cálculos que había que realizar en las clases de “Física” para averiguar cuál era la velocidad a la que caía una pelota de tenis desde mi mano o esas innumerables operaciones con fracciones, matrices, derivadas e incluso integrales. En aquel momento cuando descubrí el grado que actualmente estoy finalizando me fascinó. Todo (o prácticamente todo) eran asignaturas de lengua y literatura castellana. Yo pensé: “por fin se acabaron las matemáticas, la economía, la filosofía, la historia, etc.”. Me parecía un sueño, miraba las asignaturas y solo me decía: “es que me gustan todas”. Aun así, mi madre siempre me decía: “bueno cuando llegues ya verás que te pasará más o menos lo mismo que ahora. Habrá asignaturas que te gusten más y otras que menos”. Pero yo vivía en una burbuja de ensoñación.
1.° de Grado
Entré muy ilusionado al Grado (y algo asustado, la verdad, por el gran cambio que empezaba en mi vida). Por primera vez, empecé a estudiar latín, seguí con francés, di literatura medieval… y descubrí la asignatura que hasta día de hoy me ha marcado como ninguna (y no te imaginas de qué manera). Fue un curso que viví centrado en mis diez asignaturas y me limitaba a realizar los trabajos que mandaban y estudiar los contenidos que se impartían. La verdad es que entre las dos asignaturas de idioma moderno y las relacionadas con el área de lengua estaba motivado. Y eso que todo el mundo decía que 1.º es el curso que menos gusta a los estudiantes; que lo mejor son los años siguientes. Pues a mí 1.º me había gustado mucho. Madre mía, ¡y resulta que lo mejor aún no había empezado!
2.° de Grado
Mi burbuja perfecta explotó. No, ya no estaba 100% bien. Algo pasaba. Empecé a hacerme preguntas sin parar. Unas más específicas y concretas como: ¿por qué tengo que analizar quinientos poemas?, ¿por qué tengo que saber o para qué me sirve cuál era la correspondencia de cada grafema con cada fonema en el siglo xiv?, ¿por qué no doy casi nada de la sintaxis tradicional si esa es la que se enseña en los institutos y es la que a mí me gusta? (¡¡pero si una de las razones por las que entré al Grado fue por la sintaxis!!), ¿por qué me tengo que leer tantas obras a la semana? (si a la semana siguiente ya no me acuerdo casi de qué iba, o confundo personajes y tramas, o no me transmiten gran cosa después de haberlas leído). Pero estas simplemente son las preguntas superficiales, son peores las que se derivan de estas: ¿por qué tengo que hacer tantos trabajos?, ¿qué se consigue con ellos?, ¿por qué hay profesores que aun siendo expertos en su materia no saben cómo impartirla de una manera correcta, amena, interesante y práctica?, ¿de verdad todo esto sirve?, ¿en serio me gusta lo que doy?, ¿realmente estoy motivado y disfruto con ello?
3.° de Grado
Tercero de grado ya fue el culmen. La mayoría de las asignaturas no acababan de llegarme del todo. Necesité tiempo para darme cuenta o, mejor aún, para aceptar que no estaba disfrutando realmente lo que daba. La ilusión y la motivación con las que entré se habían disipado. Seguramente se debió a un cúmulo de factores: la manera en que se imparten dichos contenidos no era como yo me había imaginado, profesores que se involucran más o menos en acercar y hacer el contenido de su materia más atractivo e interesante, la presión de tener que leer tantas obras sin tiempo para realmente reflexionar y disfrutar de ellas y, sobre todo, por mí. Ya solo quedaban restos de aquella fuerza, motivación, ganas e ilusión con las que entré en primero.
4.° de Grado
Por fin empecé a ver la luz al final del túnel. La verdad es que esta frase está muy bien seleccionada; la luz vendría a ser mi motivación, mis ganas, mi interés… y el túnel obviamente el Grado. Las optativas sobre cuestiones que realmente me gustan empezaron a devolverme esa motivación que no tenía ya desde hacía tiempo. Encontré la rama de estudio que realmente me apasionaba.
Conclusiones
Entré a la carrera pensando que lo que iba a hacer en ella sería conocer los principales escritores y las mejores obras de los distintos períodos históricos y realizar análisis sintácticos para después poder llegar a ser un gran profesor de “Lengua Castellana y Literatura” en un instituto. Resulta que voy a salir de la carrera con una idea totalmente distinta de la que había concebido para mí. He necesitado muchos meses para darme cuenta de que las cosas siempre son mucho mejor cuando uno se las imagina que como luego realmente son en la vida real. He necesitado estos cursos para darme cuenta de que el camino no se escribe un día o un mes concreto, sino que este puede modificarse día a día.
Estos párrafos anteriores resumen de una manera muy simplificada mi historia y mi paso por el grado universitario. Me gustaría dejarte una serie de reflexiones que he extraído a lo largo de mi experiencia por la carrera:
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Tendrás asignaturas que te gustarán y otras que no. (Hazme caso, aunque ahora no lo veas, te pasará).
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No construyas castillos en el aire. Al final nuestros sueños, fantasías e ilusiones superan a la realidad y es entonces cuando llegan las desilusiones y las frustraciones.
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Disfruta y exprime al máximo lo que más te gusta y te motiva.
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Ten muchísima fuerza porque te hartarás de realizar trabajos, trabajos y trabajos.
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Tendrás profesores increíbles que te marcarán y otros que, diciéndolo de manera suave, no lo harán tanto.
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No te frustres al ver que las cosas no van como tú creías o esperabas. Al revés, explora esos nuevos caminos que se van abriendo ante ti.
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Y, sobre todo, encuentra tus verdaderas motivaciones, porque sí, están ahí aunque no las veas ahora o las confundas con motivaciones ilusorias.
Y estos son los consejos principales que puedo darte, amigo. Ve a por todas y encuentra la mejor manera de llevarlo. Yo siempre estaré aquí contigo, para lo bueno y para lo malo, ya lo sabes. ¡Menudos cursos que hemos pasado leyendo esas obras interminables y haciendo esos trabajos inacabables, eh! Pero, ¡¿y todo lo bueno que hemos descubierto y aprendido?! ¿¡El mundo nuevo que se nos ha abierto!? ¡Pues claro, por eso seguimos aquí! Y cada vez con más fuerza, energía y, sobre todo, motivación.
Tu gran amigo (tu yo interior)
Capítulo XIV
La carrera…. ¿Qué recuerdo no? Para unos eran los mejores años de su vida, por otros, todo lo contrario: entre las clases, los amores, las amistades, la familia. Yo me sitúo en el medio, un medio positivo y negativo a la vez. Me pasaron tantas cosas en poco tiempo, a veces me pregunto si todo fue real o si fue un puro sueño. Tener mi bachillerato en junio 2018 fue para mi una de las mejores alegrías de mi trayectoria escolar ya que sabía que iba a hacer estudios que me apasionan, a saber, Estudios Hispánicos. En este momento de mi vida, yo era súper feliz porque en diciembre cumplía 18 años, vivía con mi familia, llevaba un añito con mi novio, mi primer novio, mi primer amor, mi primer todo. En septiembre 2018, entré en la universidad y tengo que afirmar que esta experiencia me gustó, no solamente por el hecho de que iba a estudiar en la universidad más importante de Francia, en la universidad de la Sorbonne, sino por el hecho de estudiar el mundo hispánico, lo que me apasiona desde pequeña. Durante este primer año de carrera, me encontré con una amiga que se llamaba Julie. Julie era súper maja. Con Julie, hacíamos todo juntas: íbamos al gimnasio de la universidad, estudiábamos para los exámenes, nos ayudábamos para las clases. En fin, Julie era mi punto de referencia durante este primer año en la universidad.
Además de mi gran afición por mis estudios, tengo recuerdos muy bonitos en la universidad porque, muchas veces por la semana, mi novio venía a buscarme. Tomábamos la merienda juntos, a veces en un café, a veces en un parque. Me sentía tan feliz con este chico y cuando lo veía, me relajaba de toda la presión y el estrés del día. Recuerdo que, durante este periodo, solíamos comer bastante. Somos muy golosos y solíamos comer juntos ya fuera durante la semana o durante el finde. Entre pizzas, pastas, pasteles, helados, cogí unos kilos, pero a él no le importaba un pepino; siempre me quiso como soy y siempre me decía palabras muy bonitas. Este primer año universitario acabó bastante bien, aprobé mi año y, como regalo, nos fuimos con mi familia de vacaciones a Túnez, un país maravilloso.
Durante el segundo año de la carrera, empecé a trabajar porque quería ganar dinero y comprarme todo lo que me daba la ganas, entre otros ropa, bolsos y zapatos, mi debilidad. Fue un poco difícil trabajar a la vez que seguía mis estudios porque tenía que organizarme, conciliar trabajo y deberes. Además de esto, el trabajo me daba cada vez menos tiempo a dedicar a mi novio: nos veíamos durante el fin de semana, el sábado en general. Un día, mientras estudiaba en la biblioteca con dos de mis amigas de la carrera, miramos las noticias y vimos que un nuevo virus se estaba propagando en París y se llamaba “la Covid”. Al leer estas noticias, estábamos muy ansiosas porque en las noticias, habíamos leído que dos casos positivos de Covid estaban cerca de nuestro lugar de estudio. Recuerdo que cuando fuimos a clase después de la biblioteca, no parábamos de mirar el teléfono y ver los casos de Covid aumentar; 2, 8, 16, 50… ¡qué pesadilla! En este momento, recuerdo que en casa no paraba de decir a mis padres: “¡Mirad este virus! ¡Tenemos que cuidarnos, hay cada vez más casos, y casos muy cercanos!”. Mis padres habían escuchado las noticias en torno a esta nueva contaminación, pero ni siquiera tomaron la cosa muy en serio. Hasta que, en marzo 2020, el presidente de la República hizo una interlocución, diciendo que las universidades cerrarán hasta nueva orden. “¡Yes!”, es la primera palabra que me salió de la boca al escuchar el discurso del presidente porque en este momento estaba harta de hacer todo el trayecto de casa a la universidad. Más allá del miedo de ser contagiada por este nuevo virus desconocido, viví muy bien el confinamiento porque tenía tiempo para estudiar, hacer deporte, pasar tiempo con mis hermanos queridos, cocinar, hacer todo lo que en general no podía hacer por falta de tiempo. En fin, la nueva pandemia nos trajo malas cosas como la ansiedad y el miedo, pero buenos valores como ser paciente, sostenernos entre nosotros…
En septiembre 2020, empecé mi último año de Grado a distancia y tengo que decir que la distancia no era un problema para mí porque tenía la capacidad de seguir mis clases naturalmente. Pero, el inicio de septiembre fue brutal para mí ya que mi relación con mi novio se rompió. No os puedo explicar lo que sentí en este momento de mi vida. Me sentía destruida de la cabeza hasta mis pies: mi corazón nunca me dolió como en este momento. Perdí un montón de peso porque no me alimentaba hasta que mi cara no se reconocía y peor, vomitaba cada vez que pensaba en nuestra historia. Con el tiempo, me di cuenta que caí en una depresión profunda. Antes no podía poner un nombre sobre lo que sentía porque no entendía lo que estaba pasando, no entendía el dolor que sentía adentro. Veía sus historias en Instagram con su nueva novia y tenía cada vez más ganas de llorar. ¡Era mi primer amor, no podía estar con otra sino conmigo!
Tras esta tragedia, encontré una nueva pasión: el deporte, y hasta hoy no he parado. No diría que el deporte me consoló pero, me ayudó a sentirme mejor, a enfocarme sobre otras cosas, a ser más exigente conmigo misma. Este año lo pasé muy mal, cada vez que había una fecha clave como Navidad, el nuevo año o San Valentín, mientras él me hablaba, mi corazón se apretó porque sabía que estaba con ella en este momento. A pesar de todo, este año tuvo también sus aspectos positivos porque saqué muy buenas notas, me encontré con mi pasión, el deporte, y hasta hoy, nunca he parado de practicar. Volver a la vida de soltera era para mí un gran paso, tuve que acostumbrarme a hacer las cosas sola, a comer sola, a disfrutar del sol sola y para mí, era muy difícil. Pero, poco a poco, entendí que el tiempo soluciona todo y que no hacía falta precipitar las cosas o evitar lo que sentía: el tiempo era la clave de todo y con el tiempo, logré superar mi historia de amor, ya acabada para siempre.
En septiembre 2021, fue mi primer año de máster y, por fin, me especialicé en Historia y Literatura latinoamericana. Sí, me encanta América Latina. Volver a tener clases en físico me costó un montón, pero estaba súper contenta de encontrarme de nuevo con mis compañeros de clase, tener discusiones con mis profes aunque hacía falta ponerse la mascarilla, esta puta mascarilla que me hizo un montón de granos. En diciembre, presenté mi candidatura para hacer un Erasmus en Sevilla, necesitaba cambiar de aire tras lo que pasó, tras el Covid, tras estos últimos meses de mi vida. La región de Andalucía me daba mucha ilusión ya que tengo orígenes de allí. Por varios motivos, mi profe me envió en una ciudad cerca de Madrid, Alcalá de Henares. Ni siquiera sabía la existencia de esta ciudad, pero, al ver las fotos y los vídeos de aquella ciudad, me enamoré. El año pasó muy rápidamente, estaba súper contenta del contenido de mis clases, de tener buenos profesores con quien creé una suerte de relación afectuosa. Más avanzaba el año y más pensaba que mis estudios me apasionan realmente. Me sentía tan feliz en esta carrera, en esta universidad, en esta clase. Cuando llegó la primavera, me sentía aún más feliz porque los días estaban soleados y es cierto que el tiempo juega mucho sobre mi estado. Al mismo tiempo, era el momento de pensar en mi movilidad de un año en España como preparar el viaje, organizar las cosas, encontrar un piso… En verano ya tenía todo preparado para mi viaje del 1 de septiembre. Durante este verano, pasé la mayoría de mi tiempo con mi hermanita y mi hermanito porque sabía que me van a extrañar. Me llevo muy bien con ellos, son mis mejores amigos y siempre compartimos momentos muy bonitos, alegres y graciosos. Mis hermanos son los pilares de mi vida junto con mis padres. No veo mi vida sin ellos.
El 1 de septiembre 2022 llegó, mi padre me acompañó al aeropuerto y ya era el inicio de nueva aventura para mí: Erasmus. Cuando llegué sobre el sol español me dije suspirando “por fin”. No os puedo contar a qué punto España me encantó. Estoy viendo de mis ojos todo lo que aprendí en clase, delante del profe, sentada en la silla de la universidad en París. Del parque de Calisto y Melibea, en Salamanca, hasta los cuadros de Goya, en el Prado; me quedé sorprendida de ver con mis propios ojos todas las referencias que aprendí durante mi Grado. El sol, la comida, la gente, el ambiente, el clima… ¿Cómo no enamorarse? Era evidente que España iba a gustarme. Pero viví un choque lingüístico porque desde pequeña con las músicas, las series y mi gusto personal, escuchaba el español de América Latina y no de España. Recuerdo un día que tuve una conversación con mi amiga española y le dije que me “enojé” con una chica y ella me contestó “¿enojé?, ah, ¡enfadarse!”. Fue muy divertido, pero al final, aprendí a cambiar la palabra “celular” por “móvil” sin ningún problema. Me encontré con un montón de personas de diversas partes del mundo como alemanes, ingleses, colombianos, venezolanos, peruanos, chinos, turcos, rusos y más. Hoy, en el momento en el que os hablo, os puedo afirmar que este año ha sido el mejor año de mi carrera entera. Nunca he sido tan feliz como este año: siempre estoy alegre, siempre sonrío. Aprendí a sonreír a la vida y la vida me lo devuelve.
Esta aventura en el extranjero me hizo mucho más optimista para el futuro. Me gustaría encontrar un trabajo en relación con mis estudios, me gustaría vivir en la costa mediterránea, me gustaría encontrar el amor, me gustaría vivir con la pasión y la alegría. El pasado ya lo conocemos, el presente ya lo estamos viviendo, pero el futuro nadie lo conoce y el efecto de sorpresa que da el futuro forma parte de su encanto y su magia. El futuro me permite mantener mis sueños, ser optimista y, sobre todo, ver más allá. Si el futuro no existiera, no habría esperanza en este mundo. Hoy agradezco al pasado por haberme enseñado, al presente por hacerme vivir la vida y al futuro por la esperanza de realizar todo lo que tengo en la mente. Por todo lo que viví durante mi carrera hasta hoy, agradezco todo lo que la vida me dio de bien y de malo porque la vida es así, un aprendizaje.
Capítulo XV
TIEMPO
Tiempo que a veces dedicamos a lo más insignificante y no a lo que más significado aporta.
Tiempo al que odiamos porque pasa muy rápido en lo que queremos que prevalezca y eterno en lo que queremos que se esfume, porque a veces nos sobras y otras nos faltas.
Tiempo en el que confiamos para volver a estar bien, el que ayuda a olvidar o a extrañar.
Tiempo que, a menudo gastamos ridículamente porque, al contrario, no gastarían por ti.
Tiempo que dedicamos a pensar en si dejarlo pasar, a veces, es lo correcto o no.
Tiempo, que cada cual te emplea como quiere y que, aunque a veces te perdamos no sabríamos qué hacer sin ti.
Capítulo XVI
CONVERSACIÓN EN UNA AZOTEA
Hermosas, ¿verdad? Las estrellas. Poder contemplar la noche primaveral desde aquí… Deberías probarlo más a menudo. Bueno, ¿qué más querías saber? ¿Trabajar? No, ya no. Soy estudiante en la UAH. Estudios Hispánicos… Vamos, Filología Hispánica de toda la vida, solo que cuando las licenciaturas se transformaron en grados les pareció buena idea cambiar también los nombres. ¿A que sí?, yo también prefería el anterior, aunque los nombres que le han dado en otras universidades no son mucho mejores. En fin, ojalá esa “transformación” hubiese sido solo puramente estética. Pues…, a ver, la Universidad no es lo que imaginas, seguramente la tengas muy idealizada, igual que yo a tu edad. En un principio me refería a nivel económico, pero mientras más lo pienso, más me desanima. Sí, sí, así se hace llamar, pero no solo la UAH, sino el resto de las universidades públicas de España. Se las llama “públicas”, aunque no es más que un absurdo adjetivo contradictorio. Si quieres estudiar en una universidad pública de Madrid, asegúrate de tener al menos unos cinco mil euros ahorrados. Claro, eso aquí, pero si te da por comparar los precios por comunidades autónomas te darás cuenta de la injusticia que existe, porque en teoría te deberían vender la misma formación, ¿no? Mmm…, buen verbo: “vender”. Así es, a pesar de lo desarrollada que considera el Gobierno a España, sigue siendo un país en el que la educación superior se vende, no se ofrece. Todo son ventajas: por un lado, consigues muchos borreguitos que se preocupen más por llegar a fin de mes que de cuestionar tus leyes y, por otro lado, por más que eleves los precios por crédito seguirá existiendo algún ambicioso que sueña con futuro mejor dispuesto a pagarlo a pesar de las dificultades económicas de su familia. Oh, y ni te cuento ya lo que pasa cuando suspendes una asignatura, resulta hasta gracioso. Tampoco esperes recibir ninguna beca por más hermanos que tengas, si tus dos padres trabajan, aunque sea por una miseria, olvídate. Créeme, estas cosas hay que conocerlas con tiempo para que pienses bien por qué decantarte. Ah, ¿sí? Bien. Pues una vez entres en la universidad vas a vivir una de las mejores experiencias de tu vida, conocerás a gente que comparte tus mismas inquietudes, estudiarás solo cosas que te gustan, serás todo un adulto y tus profesores te respetarán y cuando termines la carrera conseguirás al fin trabajar de aquello que tanto soñaste. Error. Bueno, sí y no. Desde luego no va a ser la mejor experiencia de tu vida ni por asomo, aunque sí que disfrutarás de ella; sin embargo, la gente que conozcas, tus compañeros de clase esencialmente serán los seres más tóxicos reunidos en un solo lugar que vayas ver –no me gusta este término, que tanto se emplea ahora, pero los describe bastante bien–, existe mucha competitividad y muchas ganas por difundir falsos rumores con el fin de desacreditarte si no eres aceptado en un grupo, desde luego la hipocresía se respira en el aire, por lo que, con más razón, no deberás permitir que eso te afecte, los estudios ya se encargarán de ocupar la mayor parte de tus preocupaciones. En fin, cuida bien a esas escasísimas personas con las que verdaderamente lleguéis a consideraros amigos. En cuanto a los estudios, claro que te va a gustar, pues lo habrás escogido tú, pero no es como si pudieras moldear y complementar tu plan de estudios como en otros países, es rígido, es lo que hay y ya, sufrirás con algunas asignaturas, pero con esfuerzo se superan. Venga, no sufras por eso, aunque durante esos cuatro años probablemente sufras algún episodio de ansiedad. Los profesores…, ellos son un tema bastante extenso de hablar, así que lo contaré desde mi experiencia: La mayoría te transmiten seguridad porque se ve en su modo se enseñar que les apasionan las investigaciones que han llevado a cabo anteriormente y que ahora nos enseñan, sin embargo, lamentablemente, no todos son así, pues en cada curso conocerás al menos a un profesor que literalmente te falte el respeto, que te insulte y que te grite. Eh, no. No es broma ni una exageración, no solo yo me arrepiento de no haber reaccionado y grabado aquellas situaciones para poder demostrarlas. Recuerdo con repulsión a aquella profesora a la que apenas en primero fui a pedir ayuda y terminó por ridiculizarme delante de toda la clase tratándome de la peor manera, ni mis compañeros daban crédito; es una pena, imparte optativas muy bonitas, pero nunca las escogí por la aversión que me causa. Luego estuvo aquel profesor que tuvo la tan poca vergüenza de pretender insultarnos aludiendo a enfermedades… sin comentarios. También recuerdo con gracia y resignación las veces en que varios profesores nos han echado en cara, como si fuese culpa nuestra, que somos demasiados para corregir –seremos unos treinta y dos o menos variando por clase, ya me gustaría verlos trabajar en la UCM– cuando eran ellos, a diferencia de los demás profesores, los que decidían hacer prácticas o exámenes diarios, llegando al punto de dejar las correcciones en manos de máquinas, claro, eso ya era la guinda del pastel. Mmm… Hay una última cosa que me gustaría comentarte, es una profesora a la que admiraba bastante, pero que estando bien dice cosas fuera de lugar, no malas, pero no te las esperarías de alguien tan preparada como ella –ni mucho menos de las personas de cultura que se suponen que son los anteriores–, por eso en tercero perdí toda admiración por ella, aunque como profesora sigue siendo bastante buena y realmente eso es lo que importa. Resulta que le comentamos unos compañeros míos y yo que solemos emplear formas de respeto con los profesores precisamente porque son las grandes figuras que son y por respeto a la jerarquía misma –yo personalmente también lo hago porque no me gusta nada establecer cercanía de más con los profesores, solo está aquel profesor entrañable de gramática con el que me descubrí tuteándolo de lo a gusto que me sentía escuchándolo hablar, no conozco a ningún compañero que no disfrute de sus clases–, pero repentinamente nos contestó que aquello le sentaba mal –ahí me sentí mal yo al provocar eso– debido a que la hacía sentir mayor, aquello fue… ¿Cómo una experta en la lengua que la conoce y sabe cómo funciona va a decir lo mismo que un niño de primaria y menos en su propia clase? Así que, bueno, respetamos sus sentimientos y evitamos desde entonces tratarla con el debido respeto que se merece… muy extraño y muy incómodo, al menos para mí; sin embargo, eso no era todo, a lo que me refería al principio es que aquellas maneras nuestras las achacó al COVID. Sí, sí, a la pandemia, pues según ella habíamos perdido la verdadera “experiencia universitaria” durante ese año en casa y las clases on-line, a diferencia de nuestros compañeros que nos llevaban solo un curso… Me habría encantado decirle que ese año algunos perdimos mucho más que aquella necedad con la que pretendía justificar su metedura de pata de que si no tratamos a los profesores como nuestros iguales, que no lo son, se debía a que no podíamos acudir presencialmente a la facultad por el virus letal. Ojalá los profesores nos mostrasen más respeto mediante el ustedeo a los alumnos también, de hecho, es lo que esperaba oír cuando comencé, pero no, y si llegase a mencionarlo le sonaría tremendamente soberbio. Sin más. Sí, en serio, todo es cierto, pero como te digo, son casos aislados, además, este tipo de cosas acaban ocurriendo en todos lados, al fin y al cabo; la mayoría son buenos profesores y por lo general no te van a hacer sentir incómodo en las clases y aprenderás bastante.
¿Lo del trabajo? Ah, sí, el trabajo soñado… en el siglo XXI…, perdona que me ría es más por no llorar. ¿Recuerdas que antes se llamaban licenciaturas? Bien, resulta que se componían de cinco años, no cuatro como los grados –ni mucho menos costaban la barbaridad de ahora–, y con esos cinco años cumplidos podías escoger entre las varias salidas laborales de tu carrera, pues ahora no, muy probablemente te toque hacer un máster más caro que un solo año de grado para limitadas salidas laborales, por lo que, si eres un indeciso, deberás invertir más años y más miles de euros. Y el doctorado… lo deseaba tanto, pero ahora tengo claro que no lo haré. Todo es tiempo y dinero, tiempo y dinero y, sobre todo, mucho más dinero. Cansina la prensa no deja de bombardearnos con que los jóvenes de este siglo somos los que peor viviremos…, si ya lo estamos viendo. El Gobierno no promueve la educación universitaria ni el empleo en general y luego tiene la desfachatez de echar en cara a sus jóvenes graduados que migren a otros países tras haberse “beneficiado” de la educación española. Repugna. Nadie desea dejar toda su vida atrás, pero aquí por ahora no hay futuro, es un país demasiado caro en base a la miseria de sus sueldos con los que se demuestra el “quemeimportismo” por sus ciudadanos. ¿Yo…? No lo sé, me gusta la universidad –aunque me pregunto si con un grado superior me hubiese ido mejor, pero no ofertan estudios filológicos, que es lo que siempre me ha fascinado–, pero ahora mismo se siente como una atadura a la que resistes sin saber que valdrá la pena todo lo que has invertido, aunque cuando termine si pudiera marcharme lo haría, no quisiera que mis hijos vivieran la misma incertidumbre que nosotros. Un futuro incierto del que no sabes cuando podrás echar a volar sin temer tener que volver, pensar siquiera en poder casarte y mantener a tus hijos sin temer a ser despedido. Si tan solo la educación no se comerciara y la juventud significase algo más una herramienta de campaña política… A ojos de nuestra atrasada sociedad los jóvenes no somos el futuro, somos un incordio pedigüeño al que debe controlarse, asimismo la educación y la figura del profesor no son considerados el importantísimo pilar de su país encargado de formar ese futuro, sino una guardería de la que no se escatima en recortes. Prepárate para ser un universitario.
Un hijo más del nuevo siglo.
Capítulo XVII
LO QUE NO TE HAN CONTADO CUANDO LLEGAS A LOS 20
Estimado lector desconocido:
Lo primero de todo antes de que leas esta carta me gustaría, de antemano, ya pedir disculpas: parece una idiotez arrepentirse de algo que ni siquiera ya se ha escrito, pero en estas líneas voy a soltar todo aquello que no te han contado sobre la vida cuando tienes 20 años. En otras palabras, me voy a quedar más a gusto que un arbusto (empiezo ya pronto con los coloquialismos), así que no me juzgues por la cantidad de barbaridades que voy a soltar en breve. Si consideras que estoy mal de la cabeza o que simplemente no vas a perder tu tiempo con desgracias ajenas (cosa que entiendo perfectamente), me parece estupendo, de manera que solamente te puedo desear que tengas una vida magnífica, llena de éxitos y que seas todo lo feliz que puedas (no es ironía). Dicho esto, muchas gracias por haberte quedado si así ha sido tu deseo, porque voy ya voy a empezar a echar la mierda que nunca nadie te ha contado sobre la vida a esta edad.
Quiero que sepáis que esto que estoy escribiendo es un trabajo de la Universidad. No obstante, voy a empezar a cagarme pronto en todo porque esto consiste en un ejercicio de desahogo de nuestras miserias y, manda narices el asunto, porque uno siempre anda agobiado y harto de la vida en general y, ahora mismo, cuando he de escribir un texto de estas características, estoy teniendo unos días espléndidos. Así que, no sé cómo va a seguir esto en el transcurso de los días, pero a 4 de abril, ya me cabreo conmigo mismo por no estar hecho polvo y no poder plasmar todas mis tragedias, que pocas no son. Veremos cómo van sucediendo el resto de los días o incluso lo que queda de hoy. Seguiremos informando.
Bueno, ha pasado solamente un día para que venga el bajón. No está mal… Que conste que estoy escuchando música (ahora está Pablo Alborán, porque a Alex Ubago no quiero ponerlo, que no quiero hacer ningún drama). No sé ni qué escribir y lo digo de todo corazón. Ahora mismo, me siento vacío y, de hecho, tengo muchísimas ganas de llorar hasta el punto de que noto cómo mis lacrimales están a punto de echar estas lágrimas de frustración. A ver por dónde empiezo y qué sale…
Veo que todo ya se acaba. Una etapa de mi vida que ha sido muy dura, pero preciosa a la vez. No puedo asimilar que dentro de nada voy a cumplir uno de mis sueños, aunque soy consciente de que no tengo ni la más remota idea de nada. Todo el mundo te dice que eres muy culto y que vales mucho, pero… MENTIRA. Pero ¿quién te crees que eres? Evidentemente, no sabes absolutamente nada, porque todo lo que has estudiado, como regla de todo estudiante de bien, lo memorizas en un tiempo récord para luego vomitarlo en una hoja de papel en blanco. Tengo una sensación muy ambivalente con el trascurso de mi Grado: he trabajado una auténtica salvajada en el transcurso de estos 4 años, pero siento que no he estudiado casi nada y, por extensión, que mi conocimiento es absolutamente irrisorio. Sí, queridos, he tenido que leer unos libros que ya me gustaría saber por qué han pasado a la Historia de la Literatura, porque lo mucho que quería hacer con ellos era quemarlos y que alguien se los acabara fumando; sí, queridos, he tenido que estudiar materias que no me han gustado nada, porque es totalmente lícito que no me termine gustando todo lo que he debido ver en la carrera (no voy a enumerar ninguna porque no me parece buena idea); sí, queridos, me he tenido que quedar hasta las 4 de la madrugada, o incluso más, con trabajitos con los que no he aprendido gran cosa; sí, queridos, he tenido que aguantar personas que me han hecho la vida imposible (tanto compañeros como profesores) y, además, me he visto obligado a tener que ponerles buena cara, porque tu carácter es de ser amable y no tratarlo mal, por mucho que esas personas te han puesto a caldo desde un principio… A esto último, voy a hacer un breve parrafito aparte (no haberte quedado leyendo, o simplemente, abandona la lectura, todavía que puedes).
¿No te ha pasado nunca esa sensación, querido lector, de que parece que hay gente que existe para hacerte la vida imposible? Sin saber muy bien si este pensamiento es producto de mi imaginación, yo sí que opino que esto sucede así. Muchas veces intentas dar lo mejor de ti para que las cosas vayan a mejor, pero a pesar de ello, siempre hay algunas personas que van detrás de ti con la idea de querer amargarte la existencia o incluso echarte abajo las buenas intenciones que has tenido para que una determinada situación salga mejor. No pongo los ejemplos exactos para guardar ligeramente (si es que todavía se puede) el anonimato, pero es muy cansino que existan personas cuyo oficio principal no solo sea la de ir dando por saco allá donde uno va, sino que también haya determinada gente cuyo objetivo principal de su existencia parece que radique en pisar y en joder al resto. ¿Por qué si hacemos favores al personal tiene que venir alguien a impedir el buen hacer (o esa era la intención) de lo que era tu obligación? Es dantesco, sí, dantesco, que te tengas que encontrar gente de este estilo, porque muchas veces parece o que le trae por el viento fresco todo o que están dispuestas a ayudar cuando lo único que quieren es echar a un lado o apartarte de su camino. Pero ¿alguien puede explicarme la razón por la que existen personas así? Prefiero ni intentar contestar la pregunta: que cada persona medite cuál puede ser la respuesta a esta cuestión, que complicada es un rato. Espero que sean lecciones de vida que me intenten demostrar cómo es el mundo en el que vivo.
En contraste con esta idea, solamente se me puede venir a la cabeza su antítesis: echo muchísimo de menos, pero muchísimo, mi clase de Bachillerato, porque éramos sencillamente maravillosos; únicamente daba cabida la aceptación de todo el mundo, de la diversidad, de que cada uno pensara como le diera la real gana, pero, en gran medida, de amor, del más puro amor que puede surgir entre estudiantes de una misma clase que solamente tenían enfrente una EvAU muy cerca y que daba mucho miedo (éramos muy ingenuos, porque luego llegas a la Universidad y se cambia completamente el plano). Hace unos días estaba escuchando unos podcast de una compañera de esta clase (no se me van a olvidar, querida, nuestras conversaciones frustrantes ante todo en la vida, por si alguna vez tienes la desgracia de que te caiga este escrito): solamente me terminaban de confirmar que estaba en el lugar ideal en el momento perfecto, lo cual no siempre es nada fácil de encontrar. Os lo digo con lágrimas en los ojos: me siento muy orgulloso y afortunado de haber estado allí con todos vosotros, pero no puedo parar de sentirme muy tonto por no haber sabido antes nada, de no haberme aceptado por cómo soy y, sobre todo, de no haber querido disfrutar tanto de la vida con todos/as vosotros/as, porque lo hubiera pasado muy bien. Infinitas y enormes gracias, con el corazón en la mano y aún con lágrimas, por aquella experiencia y por esos sentimientos tan maravillosos. Ojalá la vida pudiera devolverme un pedacito de esa vida que no pude vivir por lo bobo que he sido siempre.
No sé si a ti, querido lector, te ha pasado aquello de que tenías muy claro qué hacer con tu vida cuando eras pequeño. Yo, desde siempre, he querido ser profesor, aunque sin saber muy bien la razón. Ahora que llevo mucho tiempo metido entre adolescentes con los niveles de testosterona y estrógenos hasta las nubes, me doy cuenta de que no sé si valgo para esto. Todo el mundo me afirma que lo hago muy bien, incluso mejor que ellos (cosa que no se lo creen ni aunque lleven 5 cervezas encima), pero siento en ocasiones que no es mi lugar, porque siempre quiero dar un paso más allá, es decir, explorar los límites de nuestra lengua y lenguaje. Es muy triste, por lo menos a mi juicio, que quieras que los estudiantes den ese paso más en una herramienta que no les resulta ajena, su lengua materna, y veas que no son capaces ni llegar al nivel, y siento decirlo, al mecánico que debemos evitar. Quieren todo ya, un resultado exacto como cuando estás resolviendo una ecuación de segundo grado, pero no, las cosas no son así: necesitan madurarse, interiorizarse y profundizarse lo suficiente hasta que puedas dar ese pasito. A la gran mayoría de ellos, francamente, le resbala todo, porque solo quieren estar de líos y marujeos (cosa que entiendo perfectamente dada su edad) y ver un bonito 5 para cubrir de forma mediocre el expediente. Me desilusiona mucho esto, porque siento que no valgo. Necesito ir más allá y, aquí, por mucho que aprenda cada día, siento que no es el nivel suficiente para dar un paso más. Dado este contexto, la pregunta lógica es qué va a ser de mí y de mi vida a partir de ahora. El futuro más próximo lo tengo claro, es decir, de aquí a un año, pero joder, qué guay se está en la clásica monotonía en la que no tienes que tomar ninguna decisión. Hacerse mayor molesta mucho, pero lo es todavía más tomar aquel camino con el que no sabes si la estás cagando o vas a escoger la vía de tus sueños. ¿Qué será de mí? Francamente, no lo sé, esperaos al siguiente Tratado, como si esta carta se tratara del Lazarillo de Tormes (sólo que ahora me estoy dirigiendo a “Estimado lector desconocido” y no a “Vuesa Merced”).
Te tengo que confesar que yo tengo un problema bastante importante: según una psicóloga asquerosa que me trató hace unos años (y que ya no he vuelto a ir porque ahora me está tratando una chica maravillosa), me diagnosticó un perfeccionismo ligado a lo patológico. Te lo simplifico: tengo que hacer absolutamente todo bien en la vida. De esa señora, no es que me fie demasiado, pero en eso, precisamente, considero que tenía muchísima razón. Al margen de lo que me dijo esa mujer, centrándome en mí, es absolutamente agotador querer hacer todo bien y con calidad, te lo garantizo, porque pierdo muchísimas fuerzas a la hora de tener que poner todo mi empeño para conseguir todos mi objetivos; de hecho, uno de los deberes que siempre debería hacer es no hacer las cosas bien, porque es la única manera que tengo de curarme, pero también es superior a mis fuerzas. No obstante, no tengo la suficiente capacidad de hacer “algo mal” adrede, ya que siempre tengo la sensación de que todo aquello en lo que pongo mi empeño o que intento hacer en mi día a día acaba siendo un puro desastre que no vale para nada: luchar con ese monstruito interior o Pepito Grillo que siempre te dice que debes luchar más, que no está del todo bien o que no vas a alcanzar el éxito es una de las peores cosas que uno puede llevar en su interior, porque me estoy perdiendo algo que la gente suele llamar vida y, por desgracia, no vuelve. Muchas veces me digo en mi cabeza que la carrera del perfeccionismo te lleva a la meta de la más absoluta imperfección, pero fruto de ello es que no sea capaz ni de aplicarme el cuento. ¿Será algo que podré cambiar? Sinceramente, no sé la contestación, pero no sé si estoy preparado para escuchar la respuesta.
Desconozco, querido lector, si has tenido la sensación de hablar con mucha gente a la vez o, incluso, considerar que tienes bastantes amigos o conocidos con los que poder compartir experiencias. Yo, por suerte o por desgracia, creo que tengo algunas personas que me quieren de una forma u otra, pero porque considero que soy, y perdón si me estoy lanzando una flor, una persona ligeramente empática y que se preocupa mucho por cómo está cada uno sin tener, a veces, en cuenta cómo estoy yo. ¿Cuál será el problema?, te estarás preguntando con toda la razón a raíz de este contexto. Lo cierto es que cada día que pasa soy más consciente de que estoy solo rodeado de gente: os puedo asegurar que es una de las sensaciones más tristes que puedes vivir en tu vida, porque no sólo piensas que vas a molestar a alguien con tus mierdas, sino que sientes también que no sabes vivir solo o que simplemente esas personas han perdido el interés que tenían por ti. De cualquiera de estas dos maneras, sientes un vacío muy adentro de tu interior con el que pocas cosas vas a poder llenar por mucho que quieras. De hecho, me cuesta mucho trabajo buscar palabras con las que poder definir esta sensación (será que tengo pobreza léxica, supongo). Hay ocasiones en las que ya estoy devastado con la situación y lo digo completamente convencido con la carga semántica de la que está formada la palabra: aunque está muy bien que tengas a gente con la que estar o que te quiera, el pesar que llevo dentro crece paulatinamente hasta el punto de sentir ciertas presiones en el pecho. Evidentemente, yo entiendo que cada uno tiene su vida (yo también o eso creo que he ido demostrando a lo largo de este escrito), pero siento que mis días son siempre iguales y que no tiene ningún sentido mi existencia, porque es un continuum de momentos en los que la gran mayoría de los instantes estás o te sientes más solo que la una. Es muy frustrante pensar que siempre vas a estar al lado de una persona, a pesar de que luego cuando llegue el momento, te tengas que callar, porque te aseguran que no es cierto lo que piensas, pese a que tu sensación de ahogo es permanente. En otras palabras, lo único que estoy queriendo decir es que siento la necesidad de hacer cosas en mi vida acompañado de gente, ya que considero que ya estoy el suficiente tiempo solo como para no compartir mi vida con más personas. Y a raíz de esto, otro tema muy breve: ¿Por qué te crees que me siento así si siempre soy consciente de que estoy tirando del carrito del helado allá por donde voy para que la gente haga cosas conmigo? Es tremendamente agotador, asimismo, tener que ir sacando a las personas las palabras para que quieran hacer algo contigo, porque solamente muestra, o por lo menos, desde mi humilde opinión, que ya están perdiendo ligeramente el interés en ti. ¿O no lo veis así? Resumo el párrafo en una oración: estoy muy cansando de estar solo rodeado de gente y de tirar a las personas para que hagan las cosas contigo.
A grandes rasgos, esto es lo que quería contar para que te puedas dar cuenta de que la vida de una persona de 20 años puede ser mucho más compleja de lo que uno se pueda imaginar. Es una edad preciosa en la que aprendes muchísimos aspectos que están por venir en la vida, pero también tienes que darte cuenta de que no todo es un camino de rosas: hay que luchar, ser constante, fuerte y, sobre todo, tenaz para conseguir lo que más quieras, aunque todavía no tengas muy claro cuáles son tus metas, como me sucede a mí, por cierto. Quiero que sepas también que hay otras muchas cosas infinitamente mucho más profundas que no voy a contar aquí, porque no me parece el lugar idóneo para que quede reflejado. De hecho, estoy pensando en escribir una segunda parte para mí y para las personas que más quiero para que realmente lleguen a entender, si es que pueden, estos otros sentimientos. Sé consciente de que en la vida de todo el mundo siempre hay muchos más problemas de los que realmente puede llegar a contar y que una sonrisa y un periodo de idiotez transitorio sólo puede representar el escondite de algo más.
Te agradezco un montón, de todo corazón, que te hayas querido quedar leyendo conmigo todas estas ideas que definen cómo puede ser la vida de una persona con 20 años. Al igual que a ti, Zaida, por haberme dado la oportunidad de desahogarme de esta manera, aunque la altura de este escrito no alcance ni por asomo lo que nos habías pedido en un principio.
Recordad: disfrutad de la vida, dejad de estudiar tanto, centraos en vivir y, sobre todo, no pierdas la ilusión ante cualquier meta que se te proponga en la vida, a pesar de que no tengas aún claro lo que es. Yo estoy a punto de cumplir uno de mis grandes sueños y, tú, ¿no estás dispuesto a luchar por ellos?
Atentamente,
Una Persona Frustrada, a veces, con la vida
UPF
P.D: he tenido que retocar bastante este escrito, porque había quedado demasiado coloquial y vulgar para ser un trabajo de ámbito universitario.
P.D.2: escribid algo así de vez en cuando, que ya veréis lo a gusto que os quedáis. Además, tened en cuenta que no os he contado todo lo que he querido, así que imaginaos…
Serie coordinada por Zaida Núñez Bayo.