Sí somos. Volumen I
Sí somos. Volumen I
Capítulo I
ABUELA
Los años se reflejan en tus andares, en tu rostro, en tu figura;
te siento tan débil, tan frágil, pero siempre tan pura.
Las pesadillas eran lívidas cuando con calidez me arropabas en la cuna,
hoy son vívidas cuando pienso que tendré que buscar tus ojos en la luna.
Fría, blanca, a veces oscura,
nunca creí en Dios, pero hoy escucho que me murmura
que no te deje sola, que tú jamás lo hiciste, que me quite la armadura
para recordarte que solo en tus brazos me sentía segura,
que la vida no es fea, aunque a veces se torne dura,
que con tu bondad se convierte el peor amargor en dulzura,
que te quiero y te debo tanto que yo no te olvidaría nunca, nunca, nunca…
Capítulo II
Mentiría si dijera que todo va bien. Que estos años han sido los mejores como se supone que tendrían que ser y que estoy viviendo al máximo la experiencia universitaria. También mentiría si atribuyese todo el mal a la universidad (la cual, sin embargo, no es que ayude). Gracias a esta práctica, podemos desahogarnos de una manera que yo, por ejemplo, no suelo utilizar y lo siento si no trato de disfrazar o romantizar el dolor, cubriéndome de metáforas o cualquier otro recurso literario que deje que el lector ate cabos. Esto será más crudo y literal, por lo que estás a tiempo de saltar al siguiente escrito. Ya sabes, quien avisa no es traidor.
Podría contarte toda mi vida, hacerme la víctima y soltar toda la mierda en este ensayo, pero te voy a hablar de unos sucesos en particular. El año pasado, se fue todo al garete. Desde luego, estaba todo ya jodido, pero hasta el 28 de abril de 2022 creía que lo tenía todo bajo control, intentando convencerme de que no era nada y sola podía con todo. Ese día fui al médico de cabecera porque mi madre me obligó, ya que me veía un poco nerviosa en algunos momentos. Lo que ella desconocía eran las autolesiones, los ataques de pánico, el cansancio mental, etc. Cuando llegué a consulta y el doctor me preguntó qué pasaba, esa coraza y máscara que yo solita me había colocado, se quebró. Empecé a llorar, le dije que me quería morir, que no podía más, que tenía ganas de hacerme daño… y llamó a mi madre para que me llevase de urgencias al área de psiquiatría del hospital. ¿Cómo no? Me mandaron medicamentos para la depresión y los ataques de pánico y me hicieron esperar un mes hasta empezar terapia psicológica por vía privada porque ellos no tenían hueco en la Seguridad Social.
En ese momento, no tenía fuerzas para hacer nada de la Universidad y solamente dos docentes le dieron la importancia al asunto que realmente tenía. Fue un verano, desde luego, desolador. Varios intentos de suicidio, causando ausencias en exámenes finales debido a los ingresos hospitalarios. Lavados de estómago, semanas en el hospital, familia rota, ruptura amorosa, malas influencias, asignaturas suspensas… y nada mejoraba. Cambié de psicóloga, me aumentaron la dosis de medicación, intenté ganarme la confianza de mi familia, pero estaba tan agotada…
Hoy en día, mentiría otra vez si dijera que todo va bien. Tampoco diría la verdad si dijera que estoy en el mismo punto que hace unos meses. No obstante, la situación es muy complicada. Luchas contra ti mismo, echas la vista hacia atrás y te avergüenzas, intentas quitarle hierro, tienes numerosas pérdidas de memoria, sigues medicándote, sigues luchando por salir de la cama e ir a clase porque si no te suspenden… ¡qué irónico! Esos mismos profesores a los que escribiste desde el hospital avisando de que habías intentado quitarte la vida y te respondieron diciendo que ya te verían el año siguiente con la segunda matrícula. Efectivamente, somos números, calificaciones y asistencias. Muy pocos docentes se involucran e intentan aprender de ti algo más que tu puto nombre, pero no los culpo. Al final, el sistema al igual que los problemas, hay que erradicarlos desde la raíz.
He aprendido que es verdad que todo pasa, tarde o temprano. Que la vida y la felicidad se basan en pequeños momentos y que debes buscar ayuda si la necesitas, que todavía hay mucha gente que merece la pena, aunque cueste encontrarla y que no debemos perder la fe. Estamos de paso en este camino y la vida es muy corta como para desperdiciarla. Por eso mismo, parecerá una tontería… pero recuerda que un 5 son 6 créditos y que lo que debes valorar no es tu calificación, sino tu salud mental.
Aunque esto sea anónimo, quiero dar las gracias a las docentes que estuvieron ahí, mis amigos, mi psicóloga, a mi familia y (aunque pueda sonar egocéntrico) sobre todo, gracias a mí misma. Porque aquí sigo, como puedo. Aprendiendo a vivir y a disfrutar, a quedarme con los pequeños momentos que son los que nos dan la vida y las ganas de vivir. Que todo esto es un proceso y siempre lo va a ser. La continuidad de la vida: un día a la vez, gente. Eso es lo que debemos abarcar. Si has llegado hasta aquí, te doy las gracias a ti también por tu valioso tiempo y espero que te sirva de ayuda saber que hay luz, aunque cueste verla.
¿Te digo un secreto? Seguramente, esa luz seas tú. Obviamente, no podemos no sentirnos mal, la vida está hecha de subidas y bajadas, pero nosotros decidimos con qué quedarnos. Yo, desde luego, mentiría si te dijese que me quedo solo con las subidas. No obstante, no debemos ignorar las bajadas, simplemente aceptarlas y hacerlas parte de nosotros mismos. Así que, a seguir viviendo esta maravillosa montaña rusa que es la propia vida. Quiérete y busca ayuda siempre que lo necesites. Recuerda que está bien no estar bien y, sobre todo, enorgullécete de cada día que pasas aquí porque nadie dijo que sería fácil. Ríe y que nada ni nadie te quite esa sonrisa preciosa, esa ilusión que irradia el brillo de tus ojos.
Capítulo III
DE UNA UNIVERSITARIA POSTPANDEMIA PARA SU “YO” DEL PASADO
A veces imagino mi vida como si fuera un camarero que tiene que llevar un montón de platos. Como esos camareros que sostienen un plato con los dedos, otro en la muñeca y otro más sobre el antebrazo. Si por un momento está más pendiente de que no se caigan los platos de un brazo, tambalean los del otro.
No, los años de la universidad no van a ser los mejores años de tu vida. Sé que te lo han dicho, que piensas que será así y que estás muy ilusionada.
Aprovecha para leer todo lo que puedas. Pensarás: pero si voy a estudiar literatura, seguro que leeré mucho. La respuesta es: sí, pero la lectura dejará de ser tu pasión y comenzará a ser tu obligación. Entonces, echarás de menos leer los libros que realmente te apetecen en el momento, ya que cuando tengas tiempo libre, después de haberte pasado el día leyendo, lo último que te apetecerá será leer más. Sí, los libros de la carrera son interesantes y los disfrutarás, al fin y al cabo, es lo que te gusta, pero la realidad es que habrá libros que tengas que leer a la fuerza, aunque los estés odiando.
También debes salir y disfrutar lo máximo que puedas ya que vas a perder mucho tiempo de tu juventud. Cuando mejor te sientas con todo, tendrás que encerrarte en casa unos cuatro meses más o menos. Sí, sin poder salir. Parece una locura, pero todo el mundo estará así. Cada día morirá mucha gente. Las cifras de fallecidos saldrán en las noticias. Se normalizarán, como un número vacío de significado, pero por desgracia tu imaginación no te ayudará y en vez de cifras verás cadáveres apilados unos sobre otros. Te irás a dormir con un nudo en el pecho cada noche con la esperanza de que pronto acabe la pesadilla. Pero no terminará tan rápido.
Todo ese caos y esa angustia te pasarán factura mentalmente, ya no serás la misma. Te costará hacer cualquier trabajo de clase que antes disfrutabas hacer. No sabrás lo que quieres hacer con tu vida. En general, perderás el impulso vital que tenías. Estarás perdida. Desearás poder ir a un psicólogo, pero por desgracia la salud mental todavía no estará al alcance de todos.
Pero saldrás adelante, como ya has hecho otras veces. Querrás que pasen los años de universidad, pensarás que después podrás empezar a disfrutar un poco. Quién sabe lo que lo que vendrá después, o lo que nos diría nuestra “yo” del futuro si pudiera. Quizás después de todo, pese al caos, sí hayan sido nuestros mejores años.
Capítulo IV
ENSAYO
Cuando me inscribí en la universidad, no era consciente de en qué me estaba metiendo y de lo que me esperaba. Lo único de lo que estaba segura es de que era todo lo que siempre había soñado, me hacía sentir grande y, por lo tanto, también libre. Digo “libre” para aludir a las obligaciones que nos dan nuestros padres viéndonos todavía en la «escuela» y, por lo tanto, todavía pequeños.
La universidad, en cambio, también les hace comprender que ahora somos adultos y continuar los estudios ha sido una elección que no se nos debía. Yo, por ejemplo, fui en contra de todos, nadie creía que yo pudiera continuar mis estudios dado mi compromiso en la escuela secundaria o en los años anteriores, que era bastante pero no excesivo. Y por eso quería demostrarles no solo a los demás sino, sobre todo, a mí misma que podía hacerlo porque era algo que quería. En 2018, me inscribí en la universidad de idiomas, porque ese siempre había sido mi sueño: conocer tantos idiomas como fuera posible para hacer lo que quería: viajar por el mundo, conocer culturas y aprender a entender lo que hay fuera de mi zona de confort. Todo comenzó por esto y hasta hoy, después de haber logrado mi primer objetivo de la primera licenciatura, estoy al borde de la segunda parada de mi camino.
Durante estos años he crecido, madurado y mi modo de ser, de ver las cosas ha cambiado totalmente. Si intento mirar hacia atrás a la persona que era, casi no me reconozco, pero me gusta. Nunca ha habido un período de mi vida en el que no fuera lo suficientemente segura de mí misma como para no poder creer que estaba haciendo algo, quizás por eso hoy he logrado un poco ser una persona que me hace sentir orgullosa de mí misma. Pasé por momentos difíciles en los que no sabía quién era ni qué estaba haciendo, pero seguí haciéndolo. Desde que empecé la universidad siempre he tenido a mi novio a mi lado, pero también desde este punto de vista ha habido muchos periodos en los que no, periodos en los que no sabía si esa persona que estaba a mi lado era la que realmente quería. Pero creo que lo que más marcó mi vida fue la pandemia, esos días, de hecho, meses encerrados en mi habitación donde las únicas personas que podía ver eran mis padres me entrenaron mucho, han cambiado mi forma de ser de fiestero a persona que va a fiestas de vez en cuando porque prefiere disfrutar incluso de las pequeñas cosas.
Capítulo V
En 2006 empecé la escuela primaria, tenía 6 años. Durante cinco años fui a la escuela primaria y he hecho amigos sólidos que perduran hasta hoy. En mi tiempo libre, bailaba, iba al parque cerca de casa con mis amigos, cantaba en el coro de la iglesia. Tengo un recuerdo maravilloso de esa época de mi vida: la sencillez de cada día me hacía feliz y despreocupada. De los 11 a los 13 años empecé la escuela secundaria. Han sido los años más divertidos de mi vida, en clase hemos unido a todos muy rápidamente, mientras tanto las actividades que realizaba eran las mismas, pero con un poco más de autonomía. En estos tres años, me he hecho amigo de gente con la que, incluso en los años siguientes, seguí saliendo, éramos un grupo muy grande. Hoy ya no somos amigos como antes, hemos crecido y cada uno ha tomado su propio camino, pero si nos encontramos siempre nos detenemos a charlar y recordar esos tiempos felices. Cuando tenía 14 años, empecé la escuela secundaria, me inscribí en la escuela secundaria de idiomas. No estaba segura de poder ir a la escuela secundaria porque no era una apasionada del estudio, mis profesores siempre decían que yo era muy inteligente pero muy vaga, pero de una manera u otra podía arreglármelas. Además, tenía mucho miedo de tener que empezar este camino completamente sola, ya que todos mis amigos habían elegido escuelas diferentes a la mía, pero afortunadamente, en mi clase, había una chica que me recibió inmediatamente con una sonrisa y una gran simpatía. Reconozco que nunca fui una niña muy sociable y agradable, pero esa chica me hizo sentir muy cómoda y me ayudó a superar la ansiedad social que sentía. Nos hicimos amigas y ella es una de mis mejores amigas hoy. Los años de secundaria son cuando finalmente me convertí en una persona independiente, empecé a salir por la noche, a ir a la discoteca, a tomar café, a hacer aperitivos. En esos años, sobre todo gracias a las excursiones escolares, conocí a personas con las que siempre he tenido una relación fluctuante, pero con algunos de ellos hoy tengo una relación hermosa. Cuando tenía 15 años, conocí a mi primer novio, con quien estuve hasta los 21, con algunos altibajos. Hasta ahora, creo que esta persona y yo viajamos por caminos totalmente diferentes, pero no pasa nada. Esa relación me ayudó mucho a entender lo que quiero, lo que necesito, pero sobre todo lo que no quiero. Mi rendimiento escolar en estos 5 años no siempre ha sido excelente, pero los últimos dos años he decidido comprometerme y he logrado graduarme con las mejores calificaciones. A la edad de 16 años tuve que dejar el baile por razones personales, pero es una decisión que a menudo lamento. En 2018 me inscribí en la Universidad de Nápoles Sor Ursula Benincasa para estudiar lenguas y culturas modernas. Durante este proceso de tres años, tuve la oportunidad de aprender mucho más allá del contenido de cada examen individual. La experiencia universitaria sin duda me ha ayudado a enriquecer mi bagaje cultural, pero también me ha ayudado a ser cada vez más segura de mí misma. Antes de comenzar la universidad estaba muy preocupada e insegura, no estaba segura de poder hacer este camino y poder tomar todos los exámenes, pero después del primer examen me di cuenta de que con compromiso y dedicación cualquier objetivo se puede lograr. Así que he adquirido más confianza en mí misma, pero no solo eso, he madurado y soy más independiente y autónoma. Esto se debe seguramente al hecho de que los primeros dos años, antes de que hubiera Covid, viví sola en un apartamento en Nápoles, lejos de mi familia. Esta experiencia me ayudó a crecer y a no depender de mis padres para cosas como comer, limpiar la casa, lavar la ropa o hacer la compra . En estos tres años también he conocido personas que todavía hoy son importantes para mí, y para una persona como yo que tiene los mismos amigos de toda la vida es algo no muy obvio. Después de mi licenciatura de tres años en octubre de 2021, inmediatamente me inscribí en el curso de maestría en idiomas para la comunicación y la cooperación internacional, y después del primer año y medio comencé a tener una experiencia que estoy viviendo en este momento, es decir, el Erasmus. Actualmente, me encuentro en Alcalá de Henares con mi amiga, a quien conocí durante los tres años y con la que hemos entablado una hermosa relación. Ahora vivimos aquí juntas y esta experiencia nos está ayudando mucho a conectar, a conocernos y sobre todo a entender qué significa vivir en estrecho contacto con una persona las 24 horas del día. La universidad en España es diferente a la italiana, pero nos estamos adaptando lo más posible y realmente nos gustan los cursos a los que nos hemos inscrito. Inicialmente no fue fácil adaptarnos, tanto por la lengua, como porque no conocíamos a nadie, o porque el sistema universitario funciona de manera diferente al italiano, pero poco a poco nos estamos acostumbrando y estamos viviendo esta experiencia plenamente. Estamos aprovechando para viajar mucho y para mejorar nuestras habilidades en español, además esta experiencia nos está dando la posibilidad de conocer patrones de todo el mundo, así que nos permite enriquecernos aún más desde un punto de vista no solo cultural sino también humano. Hoy me considero una persona feliz con mi vida: estudio lo que me gusta y tengo la suerte de hacerlo en un país que adoro, tengo a mi familia, amigos y un chico especial esperándome en casa. A menudo pienso en el futuro y me pregunto cuáles son mis planes, lamentablemente todavía no lo sé, pero estoy segura de que todo será más fácil con ellos a mi lado.
Capítulo VI
GROWLERS TENÍA RAZÓN, LA MONOTONÍA ES UN ASESINO LENTO
El tedio es una sensación que me resulta muy familiar. A menudo siento que mi vida se desarrolla en una especie de monotonía perpetua, en la que las mismas tareas, las mismas personas y los mismos lugares se repiten una y otra vez sin ningún tipo de emoción o entusiasmo. Es como si estuviera atrapada en una especie de bucle temporal, donde cada día es igual al anterior.
Algunas personas podrían pensar que esto es solo una sensación temporal, que el aburrimiento desaparecerá por sí solo si se encuentra algo emocionante que hacer. Sin embargo, para mí, el tedio es una emoción profunda que me hace cuestionar el significado de mi existencia.
En momentos de tedio, la vida se asemeja más a una especie de prisión emocional, en la que resulta imposible encontrar una salida. Lo natural ahí es, como se puede presuponer, sentir una desconexión total con la vida, como si fuéramos un observador externo mirando hacia adentro, y por tanto surgen ciertas preguntas existencialistas, de esas que leemos y nos preguntamos el porqué de estos pensamientos, el recurrente de si realmente estamos vivos o si simplemente estamos viendo pasar el tiempo.
Esta sensación de tedio me lleva a cuestionar el sentido de mi vida. Me pregunto si todo lo que hago realmente importa, si tiene algún propósito o significado. Me pregunto si hay algo más allá de la rutina diaria, algo que valga la pena explorar.
El filósofo Jean-Paul Sartre dijo que el tedio es una sensación que surge cuando somos conscientes de la falta de significado en nuestras vidas. Cuando nos encontramos aburridos, nos damos cuenta de que nuestras acciones carecen de propósito y de que nuestra existencia no tiene sentido. Es una sensación dolorosa que nos obliga a buscar un significado en nuestras vidas.
Pero ¿cómo encontramos ese significado? Para mí, la respuesta está en la exploración y la aventura. El tedio es una invitación a salir de nuestra zona de confort y a buscar nuevas experiencias. Es una oportunidad para cuestionar nuestras elecciones y para encontrar un camino hacia una vida más significativa.
Es fácil dejarse atrapar en la monotonía de la vida diaria, pero el tedio nos recuerda que el tiempo es limitado y que nuestra existencia es finita. Nos recuerda que tenemos que aprovechar cada momento y encontrar una manera de hacer que nuestras vidas valgan la pena vivir.
Pero también es importante recordar que el tedio no es necesariamente algo malo. A menudo, las emociones negativas, como el tedio, nos empujan a crecer y a desarrollarnos. Nos obligan a mirar más allá de lo que conocemos y a encontrar nuevas formas de experimentar el mundo.
El tedio es una emoción compleja que nos invita a reflexionar sobre el significado de nuestras vidas. Es una oportunidad para cuestionar nuestras elecciones y para encontrar un camino hacia una existencia más significativa. Aunque es una sensación incómoda y a menudo dolorosa, puede ser una herramienta valiosa en nuestro viaje hacia la realización personal y la comprensión del mundo que nos rodea.
El tedio es una emoción que puede ser especialmente aguda en nuestra época moderna. Vivimos en un mundo en el que siempre hay algo que hacer, algo que ver, algo que seguir. Las redes sociales, la televisión y las películas nos bombardean constantemente con información y estímulos. Pero a pesar de todo esto, a menudo nos encontramos aburridos, desconectados y sin rumbo.
Para mí, el tedio es una sensación que me lleva a cuestionar todo lo que hago y todo lo que soy. Me hace preguntarme si realmente estoy aprovechando mi tiempo en la Tierra de la mejor manera posible. ¿Estoy haciendo algo que realmente importa? ¿Estoy creciendo como persona? ¿Estoy experimentando todo lo que la vida tiene para ofrecer?
Capítulo VII
HERIDALETRA
Cuna del saber, palabra sojuzgada.
Perseguí senderos adentrados en la verdad clara. Escribí
montañas de papel. Mas vine a esto. Fui un sollozo que sondeaba el honor otorgado por el saber.
Y escribía, sabiendo que ello me concedería la luz.
Y escribía, queriendo ser.
Y escribía, buscando el comienzo de una vida embaucadora…
…de una escalera de pliegos y tinta que subimos y subo,
poco a poco, con destellos que guían hacia un porvenir arropado
de palabras porfiadas.
Con una mano exhausta, con una mente herida por unas letras ajenas,
y las escribo, buscando el final
del que tanto he escuchado hablar.
…de una espiral de alambre por la que corre tinta,
porque sabré que nada valió la pena y continuaré persiguiendo caminos pero que ya no serán los míos.
Íntegros sueños difuminados que un día prometieron brotar y que ya no prometen nada.
Sueños lejanos y soterrados bajo ríos de tinta y pliegos de papel.
Capítulo VIII
LA DECISIÓN DE MI VIDA
Hola, vengo a contaros la historia de mi vida.
Siempre he sido una chica con mucho carácter, con ganas de vivir la vida y pasármelo muy bien. Esto es algo bueno, pero cuando eres pequeño o adolescente, tienes que estudiar para en un futuro vivir esa vida. Nunca me ha gustado estudiar (para ser sinceros) pero sí que he sido muy constante y trabajadora con mis estudios, lo que me provoca un gran agobio y ansiedad con los exámenes, las exposiciones, etc. Cuando estás en el instituto, te empiezas a plantear tu futuro, a qué te quieres dedicar, a compararte con las supuestas profesiones de tus amigos… y ahí te das cuenta de que todos quieren hacer algo y tú sigues un poco dudosa. Tal vez, esa inseguridad viene dada por esa falta de motivación que tienes. Estudiar en el instituto, además de ser una obligación, se convierte en algo que no disfrutas porque empiezas a darte cuenta de que no todo se te da bien. En mi caso, solo se me daba bien “Lengua”, “Historia” y “Filosofía”, es decir, las asignaturas de letras, mientras que las de ciencias, como “Matemáticas”, “Física” o incluso “Economía”, no eran mi fuerte.
Mis amigas querían ser abogadas, médicos o economistas. Yo sabía que eso no quería ser, pero sí sabía que me gustaba mucho la asignatura de “Lengua” y el horario de los profesores de instituto. Entonces, decidí estudiar Filología Hispánica con la intención de ser profesora de lengua en un instituto en unos años. Por varias circunstancias, antes de empezar la carrera realicé el grado superior de Educación Infantil, algo que abrió en mí un mundo totalmente diferente porque empecé a interesarme por el ámbito de la lingüística, la adquisición del lenguaje, los trastornos del habla, etc. Ese nuevo mundo me creó una necesidad enorme de querer permanecer en él y estar en contacto con los más pequeños (algo que nunca pensé que llegaría a pasarme).
Al acabar mi formación como educadora infantil, me sentía perdida de nuevo. Cuando pensé que ya estaba decidida al cien por cien sobre mi futuro, me di cuenta de que no era así. La idea de ser profesora de “Lengua” seguía en mi interior, pero con una gran pasión por los niños pequeños y su adquisición del lenguaje. Tras varios días en los que estuve pensando, sin dormir y pidiendo consejo, llegué a tomar una decisión, estudiar Filología Hispánica, porque como dice mi madre: “el primer pensamiento es el que vale”, y esa fue mi primera opción hace años.
Ahora que llevo tres años en la Universidad, he de decir que, a veces, me siento un poco como en el instituto, cursando asignaturas que no me gustan y simplemente saco buenas notas porque estudio, otras asignaturas no las veo útiles del todo para mi futuro y sigo pensando que no hay nada dentro de esta carrera que se me dé excesivamente bien. Pero bueno, no todo es malo. Nunca pensé que en esta carrera podría seguir estudiando asignaturas como “Lingüística” donde seguí aprendiendo sobre la adquisición del lenguaje en niños. Al principio pensé que solo aprendería sintaxis y literatura, pero me equivoqué. Mi relación con la Universidad es un poco tóxica, a veces me asfixia y otras veces me da felicidad. Me tiene loca.
Hoy en día sigo sin saber exactamente cuál es mi camino y si sirvo o no para lo que estoy estudiando. Sigo pensando en que quiero ser profesora de instituto, pero aún tengo mi espinita clavada con el mundo de la educación infantil. Espero aclararme dentro de poco. Cuando me siento en duda conmigo misma, cuando no sé si estoy hecha para esta carrera o para la enseñanza, me vienen a la cabeza recuerdos de algunos de mis profesores, sobre todo de la Universidad, y pienso que quiero ser igual de buena que ellos, con esas ganas tremendas de enseñar que tienen (algunos) y esos gestos hacia los alumnos que hacen que sigas adelante. Esos grandes profesores son los que más te aportan, no solo de conocimiento, sino de empatía hacia el alumno. Por eso, a veces, pienso que he elegido bien, porque si yo pienso eso de algunos profesores me gustaría que en un futuro mis alumnos piensen eso de mí.
Ser un estudiante que estudia de verdad no es tan divertido como algunos se piensan, pero bueno, asumo que es la etapa de mi vida que me toca vivir en estos momentos y que cuando me quiera dar cuenta, ya habrá terminado.
Capítulo IX
LA VIDA ANTES DE TI, UNIVERSIDAD
Querido lector:
Tras mucho tiempo de reflexión, he tomado la gran decisión de hablaros sobre la vida, esa vida real, dura, difícil, pero también hermosa que no se encuentra en los libros, que no se aprende en una novela; esa vida que solo se descubre sacando la cabeza de los libros y viviendo, porque las experiencias y la vida misma son las que nos enseñan lo más esencial: disfrutar cada momento y vivir todo y más. Por todo ello, quiero contaros cómo es esa vida exterior que os espera y, con un poco de suerte, abriros los ojos a un mundo nuevo. Pero, querido lector, no olvides nunca que esta es solo mi humilde opinión y mi experiencia, que cambia para cada uno, no todo es blanco, ni todo es negro, de ahí la gran belleza de esta vida, el gris del que vengo a hablar.
Cuando tienes 17 años parece que todo es importante, crucial, todo son últimas veces, últimos momentos como jóvenes adolescentes, como personas no responsables de sus vidas, como seres inocentes viviendo una vida llena de aventuras, antes de que todo se vuelva real, serio, responsable, antes de que todo cambie. Es un momento de la vida en el que no sabes nada sobre cómo eres, cómo serás, lo que quieres y en el que parece que todo eso que conocías va a cambiar, pero que deseas que llegue con todas tus ganas porque te dará el poder, la experiencia real, esos momentos de película y, sobre todo, la libertad. Entonces llegan esos deseados y esperados 18, llenos de emociones, de incertidumbre, de libertad, pero, sobre todo, llenos de primeras veces. Cuando cumples 18 todas esas cosas que ya habías hecho miles de veces pasan a convertirse en una primera vez, un gran momento que tendrá una gran repercusión dependiendo de la elección, aunque sea el simple hecho de salir solo de casa, ir a comprar, cosas que hacemos todos los días pero que entonces se vuelven importantes. Poco a poco te vas dando cuenta de que entrar en la edad adulta conlleva unas responsabilidades de las que nadie te había hablado, llega ese gran momento de tener en cuenta todos los factores, como el momento de hacer la prueba de acceso a la universidad y ves cuánto vale, ya no solo se convierte en un momento decisivo por depender de él tu futuro, sino que las oportunidades no son infinitas, suspender supondría mucho más. Pero llegas y apruebas, esa horrible semana que todos temen ya ha pasado, aunque parecía imposible y dificilísima, pero luego te das cuenta de que no era para tanto, pero, está claro, hay que superarla para darse cuenta porque, por mucho que te lo digan, esos nervios no salen del cuerpo hasta el último examen. Al aprobar llega esa gran decisión, esa primera gran decisión, elegir tu carrera, aunque, si te paras a pensar, ya habías tomado decisiones igual de relevantes mucho antes, a los 16 años al elegir ese bachillerato que te abriría o cerraría puertas (según decían todos esos profesores) y que en ese momento se te hacía un mundo porque nada estaba claro y todo eran dudas (o al menos en mi caso, porque todos los bachilleratos tenían algo que llamaba mi atención, lo que complicaba las cosas). Pero es entonces, a los 18 años cuando todo pasa a ser importante y todos esperan atentos para saber qué harás con tu futuro, qué carrera elegirás y en mi caso la decisión llegó en los últimos días del plazo porque ninguna carrera me convencía del todo, ya que buscaba estudiar lenguas variadas y lo máximo que había eran carreras con tres lenguas. Al final tomé la gran decisión, elegí mi futuro con lo que ello conllevaba, pulsé enter y envié mi solicitud para estudiar Filología Hispánica.
Ese verano pasó lentamente, pero estuvo lleno de emociones, imaginaba la universidad como un mundo nuevo, una oportunidad para disfrutar de los estudios, con los compañeros y los profesores, esperas disfrutar estudiando lo que te gusta y con profesores que amen lo que enseñan, sin querer, imaginas ese periodo como una escena de esas famosas películas donde has visto grandes universidades americanas donde los alumnos disfrutan y tienen tiempo de hacer miles de viajes, fiestas… fantaseas con lo que crees que será tu realidad, pero nada más lejos de la misma. Cuando llegó septiembre, empecé el curso ilusionada, emocionada y con muchas ganas, no obstante, la primera semana escuchando a los profesores hizo que los nervios comenzaran y viera que todo iba en serio, empezaba la Universidad. Ese año no sentí gran diferencia con una clase de bachillerato, parecía que era más de lo mismo, hecho que a lo largo de toda la carrera no te lo pone fácil, debido a que esto, sumado a la incertidumbre del futuro, hace que dudes de tu elección y que los profesores te digan que tu futuro es solo enseñar, cuando no quieres enseñar, no mejoraba las cosas. Al acabar el curso, llegó el remate total, lo que generó en mí la mayor duda posible que hizo que casi dejase la carrera, me quedaron dos asignaturas. En ese momento, el mundo se te viene abajo, cuando ves que no solo son dos asignaturas, que cursar segundo completo y esas dos asignaturas son 1 800€, que tu familia no puede pagar y que no te cubre la beca, porque consideran que cuando te quedan dos asignaturas ya no mereces una beca que te ayude a continuar tus estudios y quizá ya no vales para ayudarte…; pero jóvenes, no lo olvidéis nunca “el que no estudia es porque no quiere” no porque no pueda pagar o no merezca una beca, esta frase si no la habéis oído, la escucharéis muy a menudo y resonará en vuestra cabeza a lo largo del tiempo, a no ser que seáis de esos afortunados que no solo recibieron una beca que cubriera su matrícula, sino que, también, recibieron un dinero aparte (que pagaría la matrícula de otros compañeros si la administración quisiera). Pero así es la vida adulta, llena de injusticias y decisiones. Yo tomé la decisión de dividir el siguiente curso, para poder pagarlo, lo que implicaba a su vez, que mi tercer curso tampoco me lo cubriera ninguna beca. Algunos pensaréis “pues haber estudiado”, pero el problema no viene de ahí, creo que todos, alguna vez, nos hemos dejado el alma en una asignatura y no ha salido como pensábamos, para eso están las segundas oportunidades, pero por necesitarla ¿merecemos tener que rompernos la cabeza para poder pagar esa llave que supuestamente nos abrirá las puertas del futuro?
A lo largo de la carrera, me he encontrado muchos baches que me lo han puesto difícil y me han hecho dudar de todo, creo que todo debido a la idea que llevaba de cómo sería mi vida universitaria, que no se ha parecido ni un poco a la realidad. Querido lector, debes saber que la universidad no es una película americana donde tendrás tardes libres (ni una, solo noches sin dormir y semanas interminables), profesores como Annalise Keating, no habrá hermandades, ni fiestas a todas horas, ni grandes grupos de amigos que invitarás a tu boda. Es cierto que durante estos años he visto la pasión y he descubierto el gran mundo de la lingüística, que estoy disfrutando, sobre todo, durante las prácticas que me están enseñando la belleza de nuestra lengua y lo bonito que es descubrírsela a gente de muchos lugares del mundo. Una pequeña parte de esto lo he descubierto con algunos de mis profesores (no esos que lo saben todo, que llevan 24 años con los mismos apuntes y que te dicen que aprenderte 20 temas que ellos conocen no es nada difícil, esos grandes dinosaurios de la lingüística, esos no) que sentían verdadera pasión por la lengua y la literatura, te la transmitían y te hacían partícipe de ella; son pocos durante la carrera, pero cuando los encuentras descubres un mundo nuevo.
Como en todo en esta vida adulta, la universidad tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, por mi parte me llevo un sabor agridulce de estos años caóticos, pero esta es solo mi humilde experiencia, que para cada uno puede ser diferente.
Solo quiero decirte joven lector de 17 años, que hagas en tu vida lo que más te guste, que todo tendrá el futuro que tú luches por conseguir, solo busca ser feliz y disfrutar cada momento que forman estos cuatro días que es la vida.
Serie coordinada por Zaida Núñez Bayo.