Ausencias, paredes y monstruos. “La casa de mi padre”, de Pablo Acosta
Narrar una herida, un duelo, un “vacío lleno de maldita presencia”. En La casa de mi padre, primera novela de Pablo Acosta, un yo teje y fija una red de fragmentos asediados por seres monstruosos. La totalidad de su pasado se acota en anécdotas activamente seleccionadas que se cimentan en una cotidianidad restaurada con ayuda de pequeñas y grandes tragedias e imágenes oníricas, estáticas y expresivas, sucias o surrealistas. El autor es el guía que recorre la jaula llena de instancias —no todas, solo las que importan— que lo han habitado y dolido durante diez años: el palacio insano que erige y fija en el tiempo para que resida en otros.
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