Andrea Durán Rebollo

Ausencias, paredes y monstruos. “La casa de mi padre”, de Pablo Acosta

Narrar una herida, un duelo, un “vacío lleno de maldita presencia”. En La casa de mi padre, primera novela de Pablo Acosta, un yo teje y fija una red de fragmentos asediados por seres monstruosos. La totalidad de su pasado se acota en anécdotas activamente seleccionadas que se cimentan en una cotidianidad restaurada con ayuda de pequeñas y grandes tragedias e imágenes oníricas, estáticas y expresivas, sucias o surrealistas. El autor es el guía que recorre la jaula llena de instancias —no todas, solo las que importan— que lo han habitado y dolido durante diez años: el palacio insano que erige y fija en el tiempo para que resida en otros.

Leer más

Sobre Auria y sus destierros. Una aproximación a tres novelas de Eduardo Blanco Amor

Tanto La catedral y el niño como Los miedos y A esmorga son novelas de una calidad literaria destacable; diría, incluso, que La catedral y el niño y A esmorga son excepcionales. Ahora bien, su ausencia canónica es innegable y se debe a una coyuntura en la que el Franquismo, como entidad poderosa y capacitada para adulterar la legitimidad de ciertas autorías, logró relegar obras creadas por la oposición política a un inmerecido ostracismo cultural.

Leer más