Un trozo de cielo en la tierra
Un trozo de cielo en la tierra
Peter Seewald y Regula Freuler, Los jardines de los monjes
Traducido por Roberto Bravo de la Varga
Barcelona, Editorial Elba
160 páginas, 20 euros

Los jardines de los monjes es un libro colaborativo entre los periodistas Peter Seewald y Regula Freuler en el que a través de una investigación realizada recolectan toda la información posible y general que los jardines en los monasterios nos pueden dar. Es así como Freuler visita, a la par que se documenta, el monasterio de Mariazell-Wurmsbach, en el extremo superior del lago de Zúrich, para observar y estudiar el jardín de la hermana Ruth, que le abre sus puertas invitándola al descubrimiento de todo lo que un jardín nos puede ofrecer. Estamos ante un libro que busca las principales bases de lo que conocemos como jardín y de cómo en los monasterios lo emplean para llevar a cabo las más diversas acciones; como la horticultura, la meditación propia de la vida monástica y la herboristería. Se detallan, asimismo, los diferentes pasos que se han de llevar para plantar toda clase de plantas, árboles y frutos; vemos una lista de lo que las flores y plantas significan en la simbología cristiana y, además, Freuler aporta muchos de los beneficios de las plantas y frutos que son medicinales, con recetas y haciéndonos un listado de las más importantes.
El jardín ya estaba en el edén, nos ofrecía amparo y protección, por lo que no podemos negar que un jardín en un monasterio se puede llegar a convertir (y lo es, aunque no seamos capaces de verlo) en algo sagrado no solo para los monjes o monjas que lo cuidan y habitan, sino también para nosotros. Los jardines de los monasterios no están ordenados como los parques, pero mantienen un orden y cuidado que nos hace reflexionar cómo en el trabajo espiritual propio de la vida monástica también se incluyen los trabajos físicos, propios del que se dedica a cuidar un jardín. Cuidar un jardín requiere destreza, requiere energía y requiere constancia y tiempo. “El jardín es una escuela en la que aprendemos a vivir con rectitud. Nos abre los ojos para que comprendamos la causa última de las cosas y también su efecto. En este sentido, es una fuente de sabiduría y virtud”, dice Freuler en la página 71. Es irremediable no ver los jardines de los monasterios como una escuela propia en la que no solo nos adentramos para llevar a cabo esas más diversas vertientes que nos dan las plantas y árboles, sino también para reflexionar y meditar. El jardín es aquí ese espacio al que venimos a trabajar y a descansar. Los primeros botánicos fueron los monjes y monjas y, también, fueron los pioneros de lo que conocemos hoy como ecología.
Los jardines de los monjes ofrece todos los aspectos a tener en cuenta para llevar a cabo un jardín en un monasterio, pero también nos ofrece una ventana a la contemplación, a la búsqueda interna que el ser humano lleva consigo. Freuler y Seewald nos hacen ver que los jardines no nos deben pasar desapercibidos, pues en ellos encontramos todo lo necesario y básico para poder subsistir o sobrevivir, al menos. En ellos también hay santos protectores, como San Roque, Santa Inés o San Fiacro, que se encargan de que los jardines den vida propia y mantengan su naturaleza a raya. Freuler nos hace así ver que el jardín es un lugar sagrado para la vida humana y la naturaleza, un lugar donde esta última comulga con lo que el hombre adquiere para su necesidad. Y no nos olvidemos de todo el hábitat que en ellos están, pequeños animales como insectos, culebras o erizos, que hacen del jardín un pequeño macrocosmos en el que la vida transcurre de manera natural; pues todo lo plantado sigue el curso de las estaciones del año, como debe ser.
Estamos ante un libro necesario para todo aquel amante de los jardines, para todo aquel amante de los monasterios y para todo aquel amante de la vida y la naturaleza. Nos perderemos en sus páginas tratando de saber más y más sobre ellos y nos hará querer buscar más sobre el tema. ¿No son acaso, los jardines, una pequeña porción del cielo en la tierra?