Vuestro hijo que os quiere. «Los desertores», de Joaquín Berges

por Ene 18, 2019

Vuestro hijo que os quiere. «Los desertores», de Joaquín Berges

por

Joaquín Berges, Los desertores

Barcelona, Tusquets

384 páginas, 19 euros

Joaquín Berges (Zaragoza, 1985) es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza. Todas sus novelas las ha publicado en la editorial Tusquets Editores, en la que se dio a conocer en 2009, con El Club de los Estrellados, que fue calurosamente recibida tanto por la crítica como por los lectores. Fue elegida como “Mejor Ópera Prima en Castellano” entre las novelas presentadas al Festival du Premier Roman de Chambéry (Francia), que se celebró en mayo de 2010. En 2011 publicó su segunda novela, Vive como puedas, una divertida historia de enredo en la que lo cómico se entreverá con lo emotivo. La novela ha sido reimpresa varias veces, se ha traducido a varios idiomas y ha cosechado excelentes críticas. A estos dos primeros éxitos les han seguido otros como Un estado del malestar (2012), La línea invisible del horizonte (2014), Nadie es perfecto (2015) y Una sola palabra (2017). Además, en 2015, recibió el Premio Artes&Letras del Heraldo de Aragón.

La historia de su última novela, Los desertores (2018), se inicia cuando Jota, quien lleva toda la vida trabajando en un mercado mayorista de frutas y verduras, se jubila y, sin pasar siquiera por su casa, se sube a un camión para dirigirse al escenario de una de las mayores masacres de la Historia. Va en busca de la tumba de Albert Ingham, un soldado británico que, junto con su amigo Alfred, combatió en la Batalla del Somme, en 1916. Ambos vivieron juntos los horrores de la guerra, y así es como fueron enterrados: el uno al lado del otro, en un pequeño cementerio de un pueblo al norte de Francia. Las cartas reales que el joven soldado inglés escribió a su padre forman parte también de la novela; una correspondencia que ha sido ordenada progresivamente para narrar su historia desde el alistamiento hasta su deserción y fusilamiento.

Como autor hasta ahora de novelas producto de su imaginación, Berges destaca en una entrevista la responsabilidad que ha sentido al escribir sobre hechos reales. Es esto lo que lo ha llevado a un cambio de mentalidad a la hora de abordar su quehacer literario, porque su novela está dedicada, como indica en la Nota del autor, “a las personas, no a los personajes”. Además, Berges admite haberse llevado una gran sorpresa al analizar la documentación sobre esta batalla y haber encontrado una ingente cantidad de poesía escrita por los soldados de ambos bandos, que dejaron un testimonio lírico estremecedor que jamás se reflejará en los libros de historia.

Si en esas primeras obras Berges explotó una vena humorística que le supuso notoriedad y un cierto éxito de ventas, desde hace algunos años, su literatura ha adquirido un carácter diferente, más alejado de aquel. En esta última se adentra en un terreno complicado, no tanto por la historia que cuenta, como por la forma de hacerlo, entrelazando hilos temporales distintos, que además se cruzan con escenarios también diferentes. Los saltos entre estos hilos se realizan de forma tan frecuente que el lector corre el riesgo de perder el interés rápidamente, ya que no llega a construir un pulso narrativo que mantenga el ritmo de los acontecimientos, sino que produce la ruptura del mismo prácticamente cada dos páginas. Pese a la dificultad del manejo de todas las piezas, Berges logra emocionar con su relato cerrando con un espléndido final. Mediante la historia, nos demuestra que todos somos desertores, pero no por ello cobardes. Además, insiste en el absurdo de las guerras, y en las barreras inútiles que nos separan y nos enfrentan. Unos hilos pueden interesar al lector más que otros, pero el resultado final es una novela atractiva y poco común en la narrativa española actual.

 

“¿Quién legisló que los hombres deben morir en los prados?

¿Quién corrió la voz de que la sangre debe salpicar los caminos?

¿Quién difundió la idea de que los jardines deberían ser camposantos?

¿Quién sembró lo montes con carne, y sangre, y sesos?

¿Quién hizo la ley?

 

Vuestro hijo que os quiere,

                                                                                                                      Albert”