Aprendizaje en el pozo. “La buena suerte”, de Rosa Montero
Aprendizaje en el pozo. “La buena suerte”, de Rosa Montero
Rosa Montero, La buena suerte
Barcelona, Alfaguara
328 páginas, 19,90 euros

Cuando Pablo, un afamado arquitecto, decide bajarse de un tren de manera repentina y asentarse en Pozonegro, un antiguo pueblo minero, la vida para él no es más que una pesada losa que parece incapaz de soportar. En un intento de dejar su pasado atrás y de encontrar un lugar donde refugiarse, se hace con un piso ruinoso situado enfrente de la estación. Pablo comienza así una nueva vida sin ninguna otra esperanza que la de sobrevivir en un estado de pasividad total. Sin embargo, Raluca, su vitalista vecina, conseguirá despertarlo del letargo gracias a su amor y bondad. A pesar de las dificultades que atraviesa, de sentimientos como la culpa, el miedo o el horror, que estarán a punto de destruirlo por completo y cuyo origen se va desvelando a lo largo de la narración, Pablo, de la mano de Raluca, será capaz de reconciliarse con la vida y con él mismo para recuperar el deseo de vivir.
Con La buena suerte, Rosa Montero (Madrid, 1951) transmite un mensaje positivo y sanador. Sin embargo, no lo hace desde una mirada idealista. A través de la propia trama de la novela y con ejemplos que se dan en ella de historias como la de la casa de los horrores de los West, demuestra que el mal está muy presente y quizá más cerca de lo que se pueda llegar a imaginar. En este punto se incide en la obra, mostrándose el poder destructor del mal y el inefable daño y dolor que son capaces de generar las personas que lo encarnan no solo en sus víctimas y en los seres queridos de estas, sino también en su propia familia (porque sí, los monstruos también tienen padres, hermanos y abuelos que, en muchas ocasiones, nada tienen que ver con ellos). A pesar de esta innegable realidad, la autora madrileña invita a los lectores, a través de unos protagonistas con los que resulta difícil no empatizar, a resurgir de las propias cenizas, a reinventarse y a aprender a identificar y aprovechar las oportunidades que se presentan.
Desde finales de agosto de este año sin parangón, este canto a la vida titulado La buena suerte forma parte del conjunto de novelas que Montero ha publicado, junto con otras premiadas obras como La loca de la casa (2003), Historia del Rey Transparente (2005) o La ridícula idea de no volver a verte (2013). Aunque es posible establecer puentes entre el universo ficcional de algunas de las novelas de la escritora, como con La hija del caníbal (1997) y La buena suerte, esta última tiene una entidad propia. Así pues, no solo destaca por el vitalismo y la sinceridad que rezuman, sino también, como la propia autora reconoce, por las semejanzas que se pueden encontrar entre la historia que se relata y la situación tan desoladora en la que nos vemos inmersos, a pesar de que el final se escribiera antes de que la pandemia transformara profundamente nuestras vidas.
Los aspectos positivos de esta obra son abundantes y de diversa naturaleza. Desde una perspectiva más formal, destacan el ingenio y la creatividad que demuestra Montero al describir y transformar ciertas realidades que se caracterizan por su cotidianeidad, como el movimiento que realiza el tren al llegar a su parada (“El AVE tiembla un poco, se sacude hacia delante y hacia atrás, como si estornudara”, p. 12). Sin embargo, el valor de La buena suerte reside, sobre todo, en su capacidad para traspasar el tiempo y el espacio y para generar importantes reflexiones en el lector acerca del hombre y su naturaleza a través de la trama, los pensamientos de los personajes y las frases de ilustres personalidades como Pessoa o Nietzsche. De esta manera, con respecto al eje espaciotemporal, aunque la acción se sitúa en España y en la actualidad (entre las líneas de esta novela, se encuentra, en boca de Raluca, la canción “Malamente” de Rosalía), los sentimientos y los problemas que se plantean son universales. También resulta reseñable la visibilidad que se les otorga a temas que, lamentablemente, siguen siendo tabúes en la sociedad actual, como los problemas de salud mental (con respecto a este asunto, se recomienda la lectura del artículo de opinión de Montero titulado “El Día del Orgullo Loco” y publicado en 2018 en El País).
Por todo ello, La buena suerte supone una maravillosa fuente de disfrute y reflexión, pero, ante todo, constituye un bálsamo reparador del ser y una muestra de que nunca es tarde para volver a empezar.