Un par de alas y una estrella nueva. «Gavieras», de Aurora Luque
Un par de alas y una estrella nueva. «Gavieras», de Aurora Luque
Aurora Luque, Gavieras
Madrid, Visor
84 páginas, 12 euros

«Vino la poesía de improvisto. / A mí, que me sentía / malquerida por ella / –porque yo no la quise a su capricho– / me dijo: Túmbate y mira al cielo. / Vuelve al ciclo del huerto, / vuelve al mar mitológico.» Cuando la poesía habla, lo mejor que puede hacer una poeta es escucharla y seguir a rajatabla sus indicaciones. Menos mal que Aurora Luque (Almería, 1962) le hizo caso a esa aparición que narra en «Aproar», uno de los poemas que abren Gavieras (Visor, 2020), su última publicación. Galardonada con el XXXII Premio Internacional de Poesía de la Fundación Loewe, deja en mal lugar a los más críticos con su obra poética, que la han llegado a tachar de refugiada en la poesía clásica.
Sería bastante difícil encontrar otra palabra distinta a la que ella utiliza para el título del poemario que resuma de una forma tan acertada el contenido de sus páginas. Porque la gaviera es esa marinera que se encarga de vigilar una de las velas (la gavia) y de todo lo que se puede ver desde esa posición de un barco. Gavieras son todas aquellas que no dejan de fijar su vista en el horizonte, tratando de ver más allá a causa de la intranquilidad que les genera la realidad. Pocas imágenes pueden resultar tan evocadoras de la libertad como el mar. Libertad que tradicionalmente se les ha negado a las mujeres, a las que va especialmente referido este poemario. Y sobre todo a una en particular: la editora Ana Santos, quien «inventó la palabra y nos invitó a usarla».
La obra se divide en dos partes que, además de tener temáticas distintas, se diferencian por el tono de sus textos. En «Deambulares», la primera, encontramos aquellos poemas que más evocan esa imagen del título, sin olvidar las diversas referencias al mundo clásico a las que nos tiene acostumbrados la autora. Prueba del amor que siente por esta literatura es «Hablo a Safo», en la que se dirige con una excitante ternura a la poeta griega.
Luque no se olvida de aquellas mujeres que han sufrido el patriarcado que cimienta a la civilización responsable de su propia existencia. Así aparece la imagen de Anfitrite, siempre relegada a un segundo plano tras su consorte Poseidón: «No te asignaron ritos ni subieron / a colinas ni a acrópolis. Estás en tu albedrío. / Eres la mar tranquila / sin caballos de patas de huracán».
Sin embargo, uno de los poemas más especiales es «Carta a una joven poeta», en el que esa Aurora Luque consagrada trata de dar consejos a una parte de sí misma que aún se siente empezando en el oficio. La cuidada sonoridad de los versos logra crear un ritmo absorbente que pone en énfasis el magistral manejo del verso de la autora: «No eres máquina no / de ajustar calendarios horarios honorarios / a los pulsos de lumbre y de deslumbre. / Si estás hecha de horas deseantes / de mundos andamiándose hiperlibres / de escrituras que abrazan sin gramáticas / la membrana primera de la música».
Tampoco olvida a sus coterráneos a la hora de hacer homenajes. Rescata el topónimo ficticio de Diario de Argónida, de José Manuel Caballero Bonald; y a Joaquín Sabina en su «Tuneando al Pirata Cojo de Joaquín Sabina». La poeta andaluza logra cambiar todas las referencias a hombres de la original del cantante jinense y lleva a cabo una versión desde un punto de vista de género. En contra de lo que pudiera parecer, esta reescritura no supone un giro brusco en el poemario. De hecho, una de las estrofas la dedica enteramente a terminar de desarrollar la idea que recoge el título de la publicación: «Pero si me dan a elegir / entre todas las vidas, yo escojo / la vida de gaviera que trepa por el palo, / con los ojos abiertos, telescopio en la mano, / curtida en el mar, capitana / de un barco que tuviera por bandera / un par de alas y una estrella nueva.»
La segunda parte del poemario, «De la agenda del duelo» (mucho más breve que la primera), abandona esas imágenes marineras que recorrían la anterior. El tono se vuelve mucho más serio y aparece la muerte como elemento central, buscando un nuevo tratamiento para esta idea que siempre remite tanta rectitud y honores: «qué inapelable la distribución / horaria del adiós. / Hipersocializados cementerios, / tanatorios con ducha y con dentífrico, / gentileza eficaz, municipal, / oraciones, discursos, trenos, nenias, / noventa euros si contrata un párroco. // Formalizar la muerte y evacuarla. / Nadie vaya a atreverse / a acercarse a la Puerta de modo original.»
¿Te ha gustado el artículo? Puedes ayudarnos a hacer crecer la revista compartiéndolo en redes sociales.
También puedes suscribirte para que te avisemos de los nuevos artículos publicados.