Crueldad llevada al extremo. “El diablo a todas horas”, de Antonio Campos
Crueldad llevada al extremo. “El diablo a todas horas”, de Antonio Campos
El diablo a todas horas
Dirección: Antonio Campos
Reparto: Tom Holland, Bill Skarsgård, Haley Bennett, Eliza Scanlen, Robert Pattinson
Duración: 138 minutos

El diablo a todas horas (The Devil All the Time) es una película estadounidense de suspenso psicológico, basada en la aclamada novela de Donald Ray Pollock con el mismo nombre. Dirigida por Antonio Campos, fue uno de los estrenos más esperados en la plataforma de Netflix el pasado septiembre por su prometedor elenco, contando con actores como Tom Holland o Robert Pattinson. Como en los anteriores trabajos del cineasta, entre ellos Afterschool y Simon Killer, la violencia es un punto básico del relato.
El viaje comienza a través del regreso a casa de un soldado (Bill Skarsgård) inevitablemente marcado por lo que ha presenciado en el frente. Poco tiempo después, su mujer (Haley Bennet) muere debido a una enfermedad terminal. Él se suicida culpándose de no haber podido hacer nada por ella y dejando huérfano al pequeño Arvin Rusell (Tom Holland). En Knockemstiff, un pequeño pueblo de Ohio, Arvin deberá enfrentarse a personajes siniestros entre los que se encuentran un predicador capaz de asesinar en el nombre de Dios, un sheriff corrupto, un matrimonio de asesinos en serie y un reverendo que abusa sexualmente de chicas inocentes. Una voz en off narra las oscuras vidas de estos habitantes, recorriendo dos generaciones de hombres traumatizados por la post guerra, corrompidos por la violencia, la maldad, el poder y la religión. Sin embargo, los relatos funcionan mejor por separado que en su suma, pues da la sensación de que todo se queda en una colección de historias macabras y catastróficas sin demasiado tejido conectivo entre ellas.
La generación deshumanizada de la posguerra se nos presenta distorsionada, con un número exagerado de personajes tan perturbadores que resulta francamente difícil conectar con ninguno de ellos. Las historias secundarias, que funcionaban tan bien sobre papel, en pantalla carecen de profundidad, pues el metraje de una película no es lo bastante extenso para adentrarse en los numerosos personajes, que precisarían de una mayor exploración psicológica. Tampoco se llega a ahondar en los conflictos internos de los protagonistas, por lo que sus reacciones nos parecen a menudo irracionales y desmesuradas, alejando cualquier atisbo de empatía que podamos sentir hacia ellos. El estilo del gótico sureño (subgénero de la narrativa gótica) es un acierto para representar la crudeza de la América profunda. Pero el suspenso psicológico mezclado con un pesimismo desmesurado puede llegar a ser asfixiante en un mundo donde la muerte siempre está al acecho.
Si algo puede salvar la falta de conexión emocional respecto a los personajes, es la interpretación sobresaliente de los actores. Riley Keough es la actriz que otorga más humanidad a su personaje. Interpreta a una prostituta que junto a su marido (Jason Clarke) recorren las autopistas del Norte de América en busca de modelos indefensos en la carretera, a los que asesinan tras haber sido fotografiados. Con tan solo una pequeña mueca de arrepentimiento o una sonrisa amarga, Riley nos permite descubrir que sus actos atroces, al menos, tienen un efecto en su interior. Por su parte, Robert Pattinson encarna a Preston Teagardin, un predicador con una moral dudosa que se aprovecha de la religión para cazar a sus víctimas. El actor crea con tan solo unos diálogos a un depredador frío e intimidante, dejando entrever que bajo su falso fanatismo religioso esconde un oscuro secreto. También Bill Skarsgård logra reflejar desde los primeros minutos el conflicto interno de Willard y su locura excéntrica al regresar del campo de batalla.
Nada más empezar El diablo a todas horas ya se nos muestra un ambiente criminal y trágico que solo irá en crescendo hasta resultar prácticamente insoportable. Tanto el azar como una fe desmedida lleva a todos los habitantes del pueblo, sin excepción, hacia consecuencias fatales. Los acontecimientos son predecibles, lo que impide que el espectador pueda sumergirse plenamente en la historia o empatizar con sus personajes. Aun con todo, las interpretaciones de los actores junto a su calidad visual sitúan El diablo a todas horas entre uno de los grandes estrenos de Netflix en lo que resta de año.
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