Sin palabras. “Sobre el duelo”, de Chimamanda Ngozi Adiche
Sin palabras. “Sobre el duelo”, de Chimamanda Ngozi Adiche
Chimamanda Ngozi Adiche, Sobre el duelo
Traducción: Cruz Rodríguez Ruiz
Barcelona, Random House
106 páginas, 6,90 euros

La muerte carece de sentido. Frente a ella, las palabras pierden su solidez, se hacen huecas e impotentes. Aun así, sobre pocas cosas se ha escrito tanto como del fin de la vida: desde la literatura o desde la filosofía, en la ciencia o en la religión, no faltan discursos que buscan reducir el absurdo. Esta es la paradoja que Chimamanda Ngozi Adiche explora en Sobre el duelo. En este breve ensayo, la escritora detalla el proceso que atravesó tras la muerte de su padre, un luto que se hizo doblemente complejo dada la situación global, la pandemia de la Covid-19. Antes que una reflexión, el texto presenta un testimonio, narrado casi en forma de diario. Tras recordar la última conversación que sostuvo la familia completa, Adiche recuerda cómo fue recibir la noticia: “me desarraiga sin piedad. Me arranca de golpe del mundo que he conocido desde la infancia”. No es un secreto, la vida se estructura a través de las relaciones que establecemos con las cosas y, sobre todo, con las personas. Que alguien desaparezca implica que la realidad, como la entendemos, se desarticula. El reconocimiento que hace la nigeriana introduce en el problema central del libro: la destrucción del orden que da sentido al mundo. En sus propias palabras: “¿Cómo es que el mundo sigue adelante, respirando inmutable mientras mi alma sufre una dispersión permanente?”.
Por supuesto, una de las cuestiones centrales es la comunicación. Quizá uno de los puntos fuertes del libro sea la décima parte, en la que se reflexiona sobre las formas en que hablamos de la muerte. Específicamente, cuestiona lo que se dice a quienes han perdido a alguien. Adiche confiesa: “Evito los pésames. La gente es amable, tiene buenas intenciones, pero saberlo no hace que sus palabras duelan menos”. A continuación, reconoce que el término “desaparición” posee “oscuras tergiversaciones” y la expresión “está en un lugar mejor”, tan común en momentos de duelo, resulta presuntuosa e inapropiada. Más allá de las páginas de filosofía escritas sobre la muerte, de los versos y la prosa que aportan la historia de la literatura (tradición a la que este libro, inevitablemente, se suma), el origen de la paradoja descrita al iniciar es este punto de incomunicación. El dolor generado por la muerte puede llegar a ser intransmisible, la soledad generada es difícil de comprender, incluso por quien la vive. Se produce un quiebre de la propia identidad, lo dicho en el pasado resulta ajeno. Sobre el duelo presenta esta forma de alienación de manera frontal: la escritora retoma una reflexión extraída de otro de sus escritos y afirma, “qué extraño que me resulta exquisitamente doloroso leer mis propias palabras”. El problema de fondo es que el duelo es una experiencia individual. Vista desde fuera, a pesar de la empatía, nunca puede ser comprendida del todo. Nada prepara para una pérdida: “Hasta ahora, la pena era de otros. ¿Quizá el amor, aunque sea inconscientemente, conlleva la arrogancia engañosa de creerse a salvo de la pena?”.
Frente a la incomunicabilidad del dolor, Adiche opta por el testimonio. Solo así logra pasmar sobre el papel una experiencia tan compleja: “La pena no es diáfana; es sólida, opresiva, una cosa opaca. Pesa más por las mañanas, después de dormir: un corazón plomizo, una realidad terca que se niega a moverse. No volveré a ver a mi padre. Nunca más”. En consecuencia, el libro no busca explicar las contradicciones que conlleva el duelo. Tampoco, las extrañas reacciones que produce la muerte en quienes siguen viviendo. El absurdo es registrado en las páginas, las paradojas no se disimulan: “Otra revelación: hasta qué punto las risas forman parte de la pena. La risa está estrechamente ligada a nuestro argot familiar, y ahora nos reímos recordando a mi padre, pero en algún lugar al fondo se asoma una bruma de incredulidad. La risa se aleja. La risa se transforma en tristeza y se transforma en rabia”. Estos fragmentos son un ejemplo prominente, Sobre el duelo es un texto experiencial, reflexivo solo en la medida que necesita dar palabras a una cotidianidad marcada por el quiebre existencial.
La verdadera paradoja no es que existan demasiados discursos en torno a una experiencia difícil de concretizar en palabras. Por el contrario, la relación con el mundo se estructura a través del lenguaje y, como tal, será este el que refleje las desarticulaciones y reconstrucciones de lo real. Pero, a pesar de las reflexiones que se hacen a posteriori, es una sutileza la que realmente registra cómo la vida ha cambiado de forma definitiva. Para Adiche, fue una conjugación verbal: “Estoy escribiendo sobre mi padre en pasado, y no puedo creer que esté escribiendo sobre mi padre en pasado”. Esta es, en el fondo, la paradoja: no solo el mundo sigue adelante, también quienes viven el luto, y esta puede ser la experiencia más dolorosa.