Desde la 222, “La Coma” de María Florencia Rua

por Abr 1, 2020

Desde la 222, “La Coma” de María Florencia Rua

por

María Florencia Rua, La Coma

Santiago de Chile, Elefante

79 páginas, 12 euros

Azul es una niña en coma, en La coma. En biología, el coma es un estado en el que se pierden la conciencia, el movimiento voluntario y la sensibilidad. La palabra proviene del griego y significa ‘sueño profundo’. Algunos la usan como sinónimo de “estado vegetativo” que clínicamente es una condición en la que una persona no parece ser consciente, no interactúa con los demás y no reacciona a los estímulos. Sin embargo, el verbo “vegetar” significa ‘crecer, germinar y nutrirse’. La coma también es un signo que se usa para enumerar, para incidir, para los vocativos y para las interjecciones. También separa elementos. Azul, sin poder moverse, vegeta estirada en la camilla de un hospital.

La Coma es la primera novela de la dramaturga y poeta María Florencia Rua (Buenos Aires, 1992). El texto surgió de una obra que tenía medio escrita, guardada en un cajón. A raíz de un taller literario, recuperó la voz de uno de los personajes y empezó a jugar con ella. Mandó unas páginas a la convocatoria de una editorial y tras ser muy bien recibidas, terminó de escribirla. El año pasado se publicó en Chile por la Editorial Elefante.

Escrita en primera persona, la novela se compone de un conjunto de pensamientos de Azul durante su coma. Así pues, La Coma es una intersección del monólogo interior, el diario y el poema. El texto abre con unos párrafos que contextualizan la situación: una discusión de los padres en el coche que el papá termina con un volantazo; accidente en la Pampa, una niña herida grave y ya en el hospital en coma, habitación 222. Desde el inicio es ella la que habla, estirada, sin moverse, pero completamente consciente. A través de sus reflexiones se posiciona como una especie de ente que puede ver lo que ocurre en la habitación. Puede ver cómo su mamá llora y no se acerca al papá, describe a la enfermera y ve a sus amigas cuando la visitan. También oye, pero los otros no pueden oírla a ella.

Los fragmentos que estructuran el texto están separados por puntos suspensivos, “tres puntitos entre paréntesis”, podría decir Azul. Este recurso permite a la protagonista cambiar de temas de forma espontánea y combinar reflexiones con recuerdos, sueños y su estancia en el hospital. El texto no especifica la edad de la niña, aunque algunas referencias sugieren que tiene alrededor de catorce años. Sueña que participa en una carrera y es un caballo rosa con una cresta dorada, a la vez cuestiona la obligación de ser enemiga de otros caballos solo por azar. Azul usa un lenguaje directo y hace menciones a la cultura popular. Inserta “emojis de dolor”, una amiga le pone música en Spotify y recuerda mirar memes en clase. Estas alusiones se entremezclan con lo que reflexiona desde la camilla y hacen que el registro fluya como fluyen los pensamientos en su mente. Partiendo de la rutina de La coma, el discurso tiende hacia una abstracción que oscila entre memoria, delirio y deseo.

La desintegración gradual de la familia por el abandono paterno hace que Azul se aferre a las mujeres que la rodean. Sus mejores amigas la visitan en varias ocasiones y la niña las trae a su monólogo frecuentemente. Pero las figuras que están con ella cada día son su mamá y la enfermera Nancy. Mientras la primera representa lo conocido, la protección y el apoyo, la segunda se encarga de sus cuidados diarios. Con ella se introduce la corporalidad de la niña en la narrativa y la proximidad de la relación hace que Azul la inscriba pronto en su círculo más íntimo. Aunque de forma unilateral, la relación física entre los dos personajes es llevada al terreno de la fantasía y los deseos, y configura una especie de despertar sexual de la niña. No obstante, todo está narrado desde una perspectiva inocente y se hace difícil etiquetar el tipo de afectividad que Azul establece. Aun así, Nancy encarna la confianza y es un motivo de esperanza para ella.

Azul se abstrae en la constelación de pensamientos que configuran la novela sin comentar demasiado las posibles resoluciones de su situación. Y, cuando lo hace, es más con relación a los demás que a sí misma. La Coma cierra con un texto de dos páginas sin comas ni punto final.