El deber de un hijo. “Llévame a casa”, de Jesús Carrasco
El deber de un hijo. “Llévame a casa”, de Jesús Carrasco
Jesús Carrasco, Llévame a casa
Barcelona, Seix Barral
320 páginas, 19,90 euros (eBook: 9,99 euros)

Llévame a casa es la nueva novela de Jesús Carrasco (Olivenza, Badajoz, 1972), autor de La tierra que pisamos, publicada en 2016, e Intemperie, publicada en 2013 y llevada a la gran pantalla en 2019 bajo la dirección de Benito Zambrano. En esta ocasión, presenta la historia de Juan Álvarez el cual, al enterarse de la muerte de su padre, se ve obligado a regresar desde la gran ciudad de Edimburgo a sus orígenes en Cruces, un pueblo imaginario de Toledo. No obstante, Juan ha planeado después del funeral volver rápidamente a Edimburgo, pero las circunstancias familiares, apelando al deber moral de cuidar de su madre, le retendrán en ese espacio rural que ha percibido como asfixiante desde su juventud y del que ha intentado escapar a cualquier precio. Además, en esa relación con su madre tendrá que ocupar el lugar de su hermana Isabel, una posición que, consciente o inconscientemente, había rechazado durante los años anteriores y en la que le resultará incómodo encajar porque ya tiene recortada la silueta de su hermana. En todo este proceso de maduración vital, la casa de Cruces sirve como reflejo de la familia, cada objeto tiene memoria y en ellos se acumulan las tensiones, el desgaste y las responsabilidades. Sobre ellos se ha construido no solo el recuerdo, sino también la identidad: “Es como si los objetos […] formaran parte de un cultivo desde el que su familia ha evolucionado hasta su forma actual”.
Carrasco presenta el “relato del hijo”, el de la responsabilidad que a ello corresponde y que el tiempo pone a cada uno encima, mientras que se exige no ser el “eslabón de una cadena”. El protagonista se enfrenta a ese síndrome de Peter Pan, debe dejar atrás el país de Nunca Jamás que es en cierto modo Edimburgo, donde podía vivir sin rendir cuentas a nadie, para volver a la realidad y asumir su papel de hijo, un hijo que ya no es un niño, sino que debe empezar a actuar como el adulto que la sociedad lo considera. Juan experimenta una crisis de identidad en la que el desplazamiento geográfico y vital van de la mano. Pero, es más, se muestra a través de esta crisis personal la gran realidad de una estructura social deficiente que abandona sistemáticamente a sus mayores, a aquellos que han legado a sus hijos y nietos el mundo en el que viven.
A lo largo de la historia se recorren los espacios de la infancia de Juan, que son también los de Carrasco, de ahí la fidelidad con la que se retrata la realidad de los pueblos toledanos como Torrijos. Además, se construyen las tensiones argumentales y las reflexiones a partir de los elementos más cotidianos: una cena en familia, un descanso con un amigo en el bar, una visita al médico, etc. El escenario principal es la casa, una casa que no es solo piedras o ladrillos, sino que también es hogar, recuerdos, familia, seguridad, en definitiva, verdadera patria. En torno a ella se articula la relación madre e hijo, siendo un lugar que el hijo inicialmente rehúye y que la madre finalmente reclama. El resultado es una novela caracterizada por la cercanía y la sencillez y que no pretende conducirnos a ningún lado más que a la propia esencia de la persona. En este sentido, resulta fundamental el valor de la tierra, el campo y la naturaleza.
Por último, hay que destacar el especial cuidado por el lenguaje. Se puede observar en cada línea la delicadeza y la precisión con las que Carrasco escoge las palabras creando imágenes profundamente líricas (también nostálgicas) que ponen de manifiesto un claro sentir poético. Residen en ese detalle en la expresión, no abandonando en ningún momento la aparente sencillez, la pureza y la belleza que atrapan al lector en cada descripción, en cada pensamiento.
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