El mundo construido desde el cine. “Todo lo que aprendimos de las películas”, de María José Navia
El mundo construido desde el cine. “Todo lo que aprendimos de las películas”, de María José Navia
María José Navia, Todo lo que aprendimos de las películas
Madrid, Páginas de espuma
156 páginas, 16,15 euros

La identidad se forma desde las relaciones que entablamos con el mundo y, específicamente, la cultura ocupa un lugar privilegiado. En buena medida, el arte sirve como educación sentimental: enseña qué sentir y cómo sentirlo. Incluso si cuestionamos lo que se dice, no cambia el hecho de que el “yo” se forme en diálogo con el contexto. María José Navia (Santiago de Chile, 1982), en Todo lo que aprendimos de las películas, pone el centro de atención en el cine. El llamado séptimo arte, que se ha vuelto uno de los discursos predominantes del siglo XXI (y buena parte del XX), es un referente para cualquiera: ya sea que lo tengamos como elemento determinante de la identidad o como un simple marco cultural, que vincula a un momento y a quienes lo compartieron, vivimos en un universo cinematográfico, pensamos el mundo con y, en la mayoría de los casos, a través del cine.
Este volumen de relatos se aproxima a estas cuestiones desde dos niveles distintos. Para empezar, los personajes viven en un mundo semejante al descrito en el párrafo anterior, en el que las películas son forma intrínseca de la vida. El personaje de “Calima”, por ejemplo, refiere la película Manchester by the Sea (2016). Sin embargo, también encontramos una relación menos casual con las artes audiovisuales. Las amigas de la protagonista de “Sacar la lengua” son fichadas para un videoclip que las pone en una situación denigrante. El segundo nivel que apreciamos es estructural. Estos textos poseen una autoconsciencia tácita del carácter palimpséstico de cualquier producción artística. En lugar de rehuir de esta relación con otras obras, disimulándola para pretender una autenticidad plástica, el volumen de Navia señala las fuentes de las que se nutre, los referentes con los que dialoga su discurso. Un elemento clave para apreciar esto (aunque no el único) se encuentra en los epígrafes: además de los cinco que encontramos en la primera página, cada relato posee uno propio, varios de los cuales provienen de filmes. Por tanto, no solo encontramos un mundo en el que el cine es parte clave, también se escenifica un universo construido literalmente desde el cine y, en general, desde la cultura (las reescrituras no se limitan a películas, “Gretel” es una reinterpretación moderna del famoso relato infantil de los hermanos Grimm).
Al hablar en estos términos no quiero apelar a discursos figurativos, Todo lo que aprendimos de las películas edifica un universo conjunto, en el que cada historia, aunque individual, se conecta con las demás. En otras palabras, los personajes habitan una misma realidad y transitan, de hecho, los mismos espacios. Cabe subrayar la existencia de una casa, que vemos en “Dependencias”, donde una joven pareja intenta tener un hijo, y que se relaciona con espacios de “Fan”, por ejemplo. Asimismo, la escritora Constance no solo aparece en este relato, su presencia se repite, directa o indirectamente, en otros textos. La estrategia, no muy novedosa hoy en día, es desplegada con una efectividad admirable: el equilibrio entre lo autónomo de cada relato y el sentido de totalidad, simbólico y estructural, que vincula las historias no se pierde en ningún momento.
Si hay un elemento central que permite mantener ese equilibrio, es la calidad de la prosa. Navia es, primero que nada, una excelente narradora, capaz de recorrer la vida de sus personajes sin excederse. Maneja la economía narrativa, da acceso a la intimidad de los protagonistas a través de gestos esenciales y situaciones de quiebre. Los temas que recorren el libro (la soledad, la carencia, la deriva existencial en un mundo que, como el nuestro, se define en el absurdo) se muestran en toda su complejidad gracias a la densidad que poseen los entes ficcionales que habitan los relatos. Ellos tienen una identidad definida, dinámica y compleja que, como la de quienes leemos desde el otro lado de la página, dialoga con el contexto que la define y la obliga a cambiar.