“Solo mira y aprende”. “La familia”, de Sara Mesa

por Dic 15, 2022

“Solo mira y aprende”. “La familia”, de Sara Mesa

por

Sara Mesa, La familia

Barcelona, Anagrama

224 páginas, 17,95 euros

La familia, la última novela de Sara Mesa (Madrid, 1976), constituye una  representación más del universo de la escritora, una recolectio de todos sus grandes temas y una confirmación (acaso otra) de su inmenso talento como narradora, fundado en su inmensa capacidad para generar reflexiones sobre la realidad a través de la ficción.

La invocación al lector con la que se abre la obra (“Solo mira y aprende”, p. 8) es una declaración de intenciones. El manejo del foco diegético es el sello del estilo de Mesa, como muestran los narradores equiscientes utilizados en sus textos precedentes. Recordemos, a modo de breve ejemplo, el punto de vista de Nat que vertebra Un amor (2020). En la nueva novela la equisciencia se lleva al extremo, pues el relato de esta particular familia se configura a partir de las miradas de sus miembros (el padre y los hijos, Damián, Rosa, Martina y Aqui), conformándose una historia poliédrica que dota de complejidad a los vínculos afectivos que se establecen entre los personajes, eje del argumento.

Así pues, lo que el lector debe aprender a mirar es, precisamente, que en la novela, como en la vida, todo depende de la perspectiva del observador, pues esta determina la diferencia entre apariencia y realidad. Se pone en juego, por tanto, un interesante nexo entre forma y contenido. No es casual que se haya empleado el narrador equisciente para abordar el gran tema de la novela, la importancia de las apariencias y del prisma con el que se accede a la realidad, concepto ya explorado por Mesa en sus textos anteriores (no olvidemos al personaje de Píter en Un amor o su relato “La amabilidad”) y de gran peso para su universo ficcional.

La autora lleva también al límite esta reflexión. Además de los miembros de la familia, en la novela se presentan algunos personajes externos a ella, igualmente construidos mediante un narrador equisciente, que potencian la extrema profundidad psicológica del padre y de los hermanos. Así, a Rosa la conocemos a través de su propia mirada, pero también por la de Paqui y la de Yolanda; a Damián mediante la de Clara, y al Padre por los ojos de la madre de Clara.

El valor de las apariencias no es el único de los grandes temas de Mesa que aparecerán en el texto. La sevillana continúa la exploración del concepto que articula toda su narrativa, las relaciones de poder, que en este caso se abordan en el ámbito de la familia. Varios cuentos de Mala letra (2016) ya presentaban esta misma idea. Como sucediera en los relatos, el padre, representación de la familia como institución opresiva, se impone como eje de la tribu generando en su esposa y sus vástagos un marcado sentimiento de culpa mediante un perverso engranaje psicológico de tácita manipulación que determina las dinámicas del matrimonio desde sus inicios (“En su manera de mirar, Damián deslizaba un sutil reproche que a Laura la hacía sentirse un pelín culpable. Por aquella actitud, ella dedujo que provenía de otro mundo más elegante y selecto. Él podía rescatarla de allí, y de hecho el rescate formaba parte de sus planes”, p. 50), y que posteriormente articulará las dinámicas paternofiliales. La trama de la novela se fundamenta en el difícil devenir vital de los hijos, criados por una figura que disfraza de amabilidad el despotismo y el adoctrinamiento, y a quien estos someterán con el paso de los años a un complejo proceso de desidealización.

El universo novelístico, puramente saramesiano, se completa con los espacios, los barrios periféricos en los que vive la particular familia, además de con la presencia de otros motivos temáticos también propios de los mundos posibles de la escritora, como la aparición de animales humanizados (Poca Pena, el perro del alcohólico Mario, que recuerda a la protagonista de Perrita Country (2021)), los guiños a su interés por los personajes socialmente excluidos (la enferma mental que dota de sentido al desenlace de la obra), o, en relación con lo anterior, el robo como símbolo y causa de marginación, que evoca al excepcional Knut Hámsun de Cicatriz (2015).

La familia es una novela de una tremenda complejidad, un texto cargado de dobleces semánticas que brilla por la prosa concisa y elegante propia de la autora. Sara Mesa vuelve a demostrar que es una de las voces imprescindibles de la narrativa hispánica actual, una creadora con un universo particular y desasosegante que amplía en cada novela y que siempre logra dejar al lector con nuevas preguntas sobre su propia realidad.

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