Esto es la escritura. Esta es “Los diques”, de Irene Solà

por Jun 30, 2021

Esto es la escritura. Esta es “Los diques”, de Irene Solà

por

Irene Solà, Los diques

Barcelona, Anagrama

232 páginas, 19,90 euros

Traducido por Paula Meiss

Aquí em tens ‘nar posant dics

que el teu doll m’anegaria,

i tu vinga posar dics

que el meu broll t’ofegaria.

(Laura López Granell)

Aquí me tienes poniendo diques

que tu torrente me inundaría,

y tú venga a poner diques

que mi corriente te ahogaría

(Nota de la traductora)

Con la publicación de Els dics (2018) —Los diques en su traducción castellana— ya se comentó que esas estructuras creadas para contener la fuerza de las aguas —a las que evoca el título y uno de los paratextos iniciales del libro— hacen referencia a un cuento de la propia autora, uno que no llegó a acabar porque la vida a veces desborda esos diques e inundan. La escritura sería, entonces, una constante pugna contra las aguas, una búsqueda de equilibrio, y, en parte, en eso consiste la que fue la primera novela de Irene Solà (Malla, 1990), conocida por la premiada Canto jo i la muntanya balla (Canto yo y la montaña baila) (2019).

Ada ―personaje que, casualmente, aparenta tener la misma edad que Solà y compartir vivencias con la misma— vuelve a su pueblo natal después de estar tres años trabajando en Londres. Se reencuentra no solo con el espacio —en nada parecido al de la capital británica—, sino también con sus familiares, amigos de toda la vida y un amor del pasado, Vinçent Ballador hijo. La novela es ese retorno, hacer frente a todo lo que se había dejado atrás o, incluso, a medias. La protagonista está decidida a vivir un verano sin preocupaciones y a recuperar lo perdido por la distancia.

Lo novedoso es que la obra se articula bajo la siguiente fórmula sintáctica de predicado nominal: “Esta es Ada. / Estas son las teclas del ordenador de Ada, que esperan, atentas, la embestida. / Estos son los dedos de Ada que escriben (…)”. Con estos paralelismos se introducen las primeras líneas de la novela, cuyo narrador fluye en ese presente que, sintácticamente, podría decirse que se mantiene distante, pero que luego  es conocedor de todos los detalles, de la psicología de los personajes. Esa sintaxis rígida, aunque puede resultar repetitiva, siempre es coherente y le aporta una seña identitaria a la prosa de Solà. No solo es coherente, sino que, además, ayuda a diferenciar las dos líneas argumentales de la obra. Por un lado están las vivencias del presente de Ada, marcadas por el “esta es…” y por la ausencia de título en cada apartado. Esta sería el plano de la “realidad”, separado de la ficción. Lo metaliterario nace de Ada, que se dedica a perseguir a sus familiares, a la gente del pueblo, y recoger información para una novela. De este modo, se intercalan el presente de Ada y los relatos —encabezados de título— que ella va escribiendo: historias del pasado, anécdotas, leyendas. Esta recopilación de la protagonista es una forma de recuperar lo que ya no existe, del pasado que abandonó y al que ya no pertenece del todo, porque tanto ella como los que la rodean son conscientes del muro (¿otro dique quizás?) que ha supuesto el traslado a Inglaterra, el cambio de ambiente y también de temporalidad: el atropellado Londres frente a la calma del mundo rural. Los diques retienen y nivelan las aguas entre realidad y ficción, entre irse y quedarse, entre la nostalgia y el porvenir, entre la naturaleza y el gris de ciudad.

La mirada particular de Solà junto con su natural inventiva forman un libro heterogéneo que bien puede narrar los amores de Ada y las problemáticas familiares, como incluir cuentos nacidos de un espontaneo comentario de YouTube o una reelaboración de leyendas y cuentos de transmisión oral como “Flor romanial”. Ese equilibrio de las aguas propone un libro iluminador y que supone la primera simiente de lo que luego sería Canto yo y la montaña baila. Con su predilección por lo rural, su tono de leyenda y la brillante tangibilidad de sus personajes, Solà se posiciona como una de las voces de las literaturas y hay que cuidar de no perderla de vista.