“Tristeza de los cítricos”, de Liliana Blum. Diez relatos para inquietar al lector

por Nov 26, 2019

“Tristeza de los cítricos”, de Liliana Blum. Diez relatos para inquietar al lector

por

Liliana Blum, Tristeza de los cítricos

Madrid, Páginas de Espuma

158 páginas, 15 euros

¿Cuántas historias caben en un libro? ¿Es posible capturar una realidad tan compleja como la mexicana? ¿Cómo retratar sus elementos sórdidos, la violencia que tantas personas viven? Las preguntas son un claro artilugio retórico: no faltan obras que demuestren cómo la literatura se ha dado la tarea de representar, revisar y reflexionar en torno a estas cuestiones, dentro y fuera del país norteamericano. El reciente volumen de Liliana Blum (Durango, 1974), Tristeza de los cítricos, editado por Páginas de Espuma, es un caso ejemplar. A través de diez narraciones, que recogen historias diversas, aunque siempre construidas en torno al tema de la violencia en sus distintas formas, este libro explora el complejo y abrumador mundo en el que viven sus personajes.

El texto hace que las cualidades intrínsecas de un volumen de relatos trabajen a su favor. El carácter fragmentado, en contraste con la tradicional unidad que se suele encontrar en una novela, acerca al lector a vidas muy diferentes. En otras palabras, cada cuento contiene una historia particular y nos enfrenta a una forma concreta de violencia. Asimismo, las características de la ficción breve —la economía del lenguaje, la cohesión narrativa que se construye en torno a un evento— ayudan a aumentar el impacto de las historias. Dicho de otro modo, si una narración breve debe ganar al lector por K. O., como alguna vez dijo Cortázar, los cuentos de Blum nos insertan, con un contundente golpe, a una realidad abrumadora. Esto puede ocurrir en la conclusión o en el primer párrafo. Es el caso de, por ejemplo, “Picota”: Ashley es prisionera de unos hombres y, desde las líneas iniciales, sabemos que la situación no tendrá un buen final. Entonces, el lector debe acompañarla, entender su situación e, incluso, sufrir las torturas a las que se ve sometida. En resumen, quien lee intenta dar sentido a los horrores que vive Ashley. Otros, como “Agua en los pulmones” o “Palabras bajo tierra”, funcionan de manera más tradicional: la historia se arma poco a poco, pieza a pieza, hasta llegar a una conclusión inesperada. La efectividad reside, en buena medida, en los personajes: individuos turbios, que viven amenazados por un mundo violento, un mundo que marca y define sus existencias. Sin embargo, algunos de los textos de mayor interés son aquellos en los que podemos prever el final y, aun así, recorremos las páginas intentando no soltar la esperanza de que algo cambie el destino de los protagonistas. Este es el caso de “Desnuda como un sándwich de carne”, en el que la narradora intenta huir de un hombre que la acosa. En la conclusión, recordamos que la realidad pocas veces realiza concesiones.

El tema de la violencia es uno de los más complejos. Por un lado, todos hemos experimentado algún tipo de agresión y, en consecuencia, nos inclinamos a sentir empatía por quienes sufren actos violentos, incluso cuando las víctimas son personas, cuando menos, cuestionables. Por otro, porque es una noción que recoge fenómenos de distinta índole. Aunque en su definición simple parece apuntar a un ejercicio explícito de la fuerza, basta con prestar atención para descubrir que existen modalidades sutiles de la violencia. Así, si bien algunos de los textos ya citados retratan un acto violento explícito, otros se enfocan en manifestaciones encubiertas. “Conejillo de indias”, que narra la vida de una mujer que es infiel a su esposo, obliga a preguntar contra quién se ejerce el acto violento: quizá contra su familia, sí, pero también acaba por ser una autoagresión. La historia resulta problemática porque, desde cierta perspectiva, incluso Lucia, la protagonista, sufre una cohesión tácita en su infeliz matrimonio. Por último, no podemos dejar de considerar que la violencia puede existir emparentada a otras nociones, aparentemente buenas. “Luz de mi vida, fuego de mis entrañas”, cuyo título es una clara alusión a la famosa novela de Vladimir Nabokov, Lolita (1955), hace una inversión de las ideas tradicionalmente asociadas al erotismo y reflexiona, en consecuencia, sobre la naturaleza problemática de este concepto cuando es definido desde una perspectiva heteropatriarcal. Cabe acotar, además, que este es un problema que Blum ya trabajó a profundidad en su novela El monstruo pentápodo (2017).

Concluyamos: la fuerza de este volumen está en su discurso crítico. La heterogeneidad de las historias permite explorar aspectos diferentes de un mismo problema. Antes que dar una respuesta sencilla, La tristeza de los cítricos quiere inquietar al lector y lo logra, no solo por el realismo sucio que caracteriza a la mayor parte de los textos, sino por cómo busca sacar a la luz matices de cuestiones que, normalmente, preferimos evitar.

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