Frankenstein 2.0. “El legado del monstruo. Relatos de terror”

por Abr 4, 2019

Frankenstein 2.0. “El legado del monstruo. Relatos de terror”

por

Jesús Diamantino, El legado del monstruo. Relatos de terror

Santiago de Chile, Zig-Zag

240 páginas, 10,44 euros

El conjunto de cuentos alemanes Fantasmagoriana (1812) inspiró, una noche de 1816, a Lord Byron y a Mary Shelley para escribir relatos de terror gótico en la residencia del primero en Ginebra (Suiza), Villa Diodati. Doscientos años después de la publicación de Frankenstein o el moderno Prometeo (1818), obra cumbre de la escritora inglesa y cuyo germen nació ese año sin verano, un nutrido grupo de autores se ha inspirado en la historia del creador y del monstruo, de la vuelta a la vida después de la muerte, para elaborar quince relatos en los que la ciencia ficción y el miedo se configuran como protagonistas. Jesús Diamantino (Santiago de Chile, 1984), versado en el género de terror tanto en expresiones cinematográficas como literarias, se ha encargado de coordinar la publicación de esta antología titulada El legado del monstruo. Relatos de terror (2018), en la que se revive una ya vieja pregunta: “¿dónde están los límites de la ciencia?”. En orden de aparición, los autores que participan en este volumen son Pablo Illanes, David Roas, Jorge Baradit, Álvaro Bisama, Patricia Esteban Erlés, Yoss, Laura Ponce, Julio Gutiérrez, Diego Muñoz, Carolina Melys, Thomas Harris, Francisco de León, Armando Rosselot, Javier Ignacio Alarcón y el propio Diamantino.

Cada uno de los textos que conforma esta particular colección siembra en el lector una duda inicial, una intriga, una planteamiento acerca de cómo lo que parecía el desenlace puede suponer un nuevo principio, un debate sobre el bien y el mal y, la mayoría de las veces, un presentimiento de que algo no marcha del todo bien y de que el final no va a ser muy alentador para aquellos acostumbrados a los finales felices de cuentos de hadas, que nada tienen que ver con estos: ni flores, ni pájaros cantando, ni “comieron perdices”. Leer “En el último piso” hará que el lector compruebe que “perdices” no es exactamente lo que comen los personajes que pueblan estas más de doscientas páginas. La voz, en primera persona, del otro, de la criatura creada en vez de la de la deidad creadora, se deja escuchar aquí y llega a cobrar protagonismo (“Manifiesto 1” y “El dios de la venganza”) para subrayar que el resultado de un experimento puede tener conciencia propia e, incluso, sentimientos. La piedad y la empatía para con el que sufre juegan un papel destacado, explorado desde dos perspectivas diferentes, en “Monstrum vel prodigium” y “Una ciencia nueva”. También hay espacio para historias futuristas (“El sargento y los frankies”) y para el género epistolar y los diarios, además de para reinvenciones modernas de Frankenstein, tal y como ocurre en “Plan de Navidad” y en “La quimera”. Sin embargo, el motor que acciona la mente, y los consecutivos actos, de estos personajes no es el mismo que el del Víctor original. Mientras que uno se propuso experimentar con la ciencia desde la aparente seguridad que ofrece no guardar vínculos con el sujeto que reposa sobre la mesa del laboratorio, los otros se afanan por mejorar el cuerpo de los ya vivos o por devolver a la vida a los seres queridos que han perdido el último aliento. Unir miembros, sustituir corazones, coser cuerpos —parecen decir estos relatos— no siempre es sinónimo de “vida” y, si llega a serlo, no de “vida” tal y como la imaginamos.

Autores contemporáneos que escriben su obra en lengua castellana y que beben de fuentes literarias como los best-sellers de Stephen King o el Apocalipsis del Nuevo Testamento, junto con la afamada novela de Shelley. Cuentos de terror que hacen preguntas para las que, de haberlas, existen varias respuestas y que buscan generar en el lector un sudor frío similar al que acecha a los personajes que los habitan. En definitiva, la lectura de esta antología deriva en una profunda reflexión sobre el poder y la muerte y, especialmente, sobre los límites de lo posible, partiendo de la base de que pueda haber vida después de un no tan definitivo final.