La posibilidad de amar y desear en la tercera edad. “María Luisa” de Juan Mayorga

por May 1, 2023

La posibilidad de amar y desear en la tercera edad. “María Luisa” de Juan Mayorga

por

María Luisa

Dramaturgia y dirección: Juan Mayorga

Maria Luisa: Lola Casamayor

Benito Beckenbauer: Juan Codina

Raúl: Paco Ochoa

Emerson Azzopardi: Juan Paños

Juan Olmedo: Juan Vinuesa

Angelines: Marisol Rolandi

Escenografía: Alessio Meloni

Iluminación: Juan Gómez Cornejo

Vestuario: Vanessa Actif

Espacio Sonoro: Yaiza Varona

Ayudante de dirección: Laura Mihon

Teatro de La Abadía

Hasta el 21 de mayo

Suena la campana que en el Teatro de La Abadía indica que va a comenzar la representación. Reviso por última vez que el teléfono está apagado, se apagan las luces de sala y se escuchan unos pasos. Comienza a iluminarse tenuemente el lado derecho del escenario y, bajo el foco, vemos a María Luisa, una señora entrada en años que vive sola. María Luisa es la primera obra escrita y dirigida por Juan Mayorga desde que asumió la dirección del Teatro de La Abadía. Si bien entre sus más de cuarenta piezas teatrales redunda el asunto de la memoria y la lucha agónica por la palabra, -recordemos Himmelweg, La tortuga de Darwin, El cartógrafo-Varsovia 1:400000 o Hamelin, entre otras-, lo cierto, es que al reciente Premio Princesa de Asturias de las Letras no hay género que se le resista.

María Luisa es una agridulce comedia que nos habla sobre la soledad, la vejez y los límites de la imaginación, pero, sobre todo, es una obra que trata del deseo, un alegato acerca del derecho de la tercera edad a amar y desear. El conflicto de la pieza es provocado por una accidental conversación entre Raúl, el portero del edificio interpretado por Paco Ochoa, y María Luisa, una maravillosa Lola Casamayor. Raúl alerta a María Luisa de que se están produciendo robos en el barrio a señoras mayores, así que sería mejor que pusiera algún nombre más en su buzón que despiste a los cacos. Este hecho dispara la imaginación de María Luisa que, a lo largo de cien minutos, imaginará, junto al espectador, que convive con aquellos hombres cuyos nombres escribe y borra en su buzón: Benito Beckenbauer, un general que prepara una acción de fuerza encarnado por Juan Codina, Juan Olmedo, un serio caballero de grave carácter, por Juan Vinuesa, y Emerson Azzopardi, un angustiado poeta interpretado por Juan Paños. La comedia está servida. A lo largo de veinte escenas el público asistirá a los desplazamientos de María Luisa en transporte público, las conversaciones telefónicas con su amiga Angelines, interpretada por Marisol Rolandi, los encuentros con Raúl en las escaleras y la lucha por el deseo, porque María Luisa, por encima de todo, tiene un deseo: entrar a un salón de baile que se esconde tras una puerta plateada. Sin embargo, esta distendida comedia no está exenta de la reflexión crítica a la que nos tiene acostumbrados el dramaturgo madrileño. Raúl, aquel a quien “nadie mira”, pero que observa todo lo que ocurre y sabe “cosas inimaginables”, comparte con María Luisa la necesidad de ser escuchado. Mayorga, como es recurrente en su obra, reflexiona acerca de la incapacidad de la sociedad para ver al otro, para observar aquello que ocurre “entre los árboles” cuando nadie está mirando.

La calidez de la comedia se hace plástica a través de la escenografía de Alessio Meloni y el vestuario de Vanessa Actif, donde predominan los tonos marrones, rosas y azules claros. La escenografía es monocromática, un ocre claro envuelve la acción. Sin embargo, las referencias a la imaginación y la fantasía están presentes por medio de un árbol del revés que pende del techo y de los muñecos que el portero construye para María Luisa, representando a Benito Beckenbauer, Emerson Azzopardi y Juan Olmedo. El juego escénico es reforzado mediante la destacable iluminación de Gómez Cornejo, que consigue integrar la luz de los espacios cotidianos, como la luz de un vagón del metro o el reflejo de la televisión en el rostro de María Luisa, con la de otros espacios más poéticos, como un bosque de noche que surge al iluminar con un recorte las hojas del árbol. Pero quizá, lo más destacable de la puesta en escena son las maravillosas actuaciones de las actrices y actores, destacando a un graciosísimo Juan Paños que provoca la carcajada del público en numerosas ocasiones.