Los techos de cristal y otros temas en la Corea de fin de siglo
Los techos de cristal y otros temas en la Corea de fin de siglo
Cho Nam-joo, Kim Ji-Young nacida en 1982
Barcelona, Alfaguara
160 páginas, 16,90 euros

Kim Ji-Young es el nombre de mujer más común en Corea. Al igual que su nombre, nuestra protagonista es también una mujer común y corriente: nacida en 1982, vive una época de “cambio” y es que, aunque legalmente muchas de las condiciones (de vida, laborales, etc.) evolucionen, la tradición y el comportamiento social es algo más difícil de cambiar. Ji-young vive en unos años en los que los colegios, tradicionalmente de chicos o de chicas, pero nunca mixtos, comienzan a aceptar alumnos del otro género. Las mujeres incluso estudian carreras universitarias y viven en residencias estudiantiles, también trabajan tanto para grandes como para pequeñas compañías.
El problema siempre es algo que se encuentra latente, y es que esta mitad de la población, femenina, es la primera en decidir que su carrera laboral quede aplazada porque, entre otras cosas, socialmente está mal visto que sea el padre el que se dedique a los hijos y al hogar. Este hecho hace que las empresas no vean futuro en sus empleadas y decidan que sean ellos, los empleados, los que promocionen dentro de su campo, los que consigan los proyectos más interesantes y para un plazo más largo y, paradójicamente, que ellas (que al fin y al cabo no estarán mucho tiempo) sean las que se encarguen de los clientes más insistentes y, por lo tanto, que más desgastan.
Así, las mujeres se ven obligadas por sus circunstancias personales y por la sociedad a “sacrificarse”, mientras que los hombres siguen creciendo dentro de su sector laboral. Y esto va en contra de lo que, como mujeres en una época de transición, sienten que quieren o deben hacer. La consecuencia natural de todas estas circunstancias son depresiones, ansiedad y un sentimiento de infelicidad constante; todo lo cual repercute en una vida triste que termina por afectar a todas las personas que habitan alrededor de estas mujeres.
Mención aparte merece el acoso machista recibido por parte de algunas personas que se consideran superiores, como es el caso del jefe de una gran compañía ante una “simple trabajadora” como Ji–young. La situación laboral de las mujeres impide que estas (salvo honrosas excepciones y gracias a un gran sacrificio personal) prosperen dentro de su empresa. Es por ello por lo que su doble posición como mujeres y como subordinadas las hace el blanco perfecto para este tipo de acosadores; lo que agrava una situación de por sí difícil.
Toda la obra gira en torno a la protagonista, que desde el principio muestra un caso de disociación de personalidades entre la de su madre, la de su mejor amiga, y la suya propia; y en torno también a una serie de anécdotas en las que se van presentando los momentos puntuales de la vida de Ji–young que pudieron repercutir en su estado posterior. La narración se centra en lograr que el lector empatice con la protagonista para darnos un mazazo emocional final, pero que hace que se llegue a una conclusión: si de verdad queremos saber cómo es una opresión (ya sea de género, racial, de clase, etc.) debemos escuchar los relatos por la propia voz de los oprimidos, pero de nadie más.
La situación en Corea dista mucho de ser la ideal, no es solo que esta obra haga ficción a raíz de un tema real, es que los datos que se dan sobre el paro de la mujer, los techos de cristal, las desigualdades y mil temas más están perfectamente contrastados en sus respectivas notas por estudios especializados. Es probable que la autora, Cho Nam-joo se sienta identificada con su protagonista, como una especie de alter ego, y es que tanto la edad (y, por lo tanto, la situación vivida en Corea) como su nivel de formación son parecidos, lo que lleva a entender que ciertas partes pueden ser autobiográficas.
En conclusión, no es una lectura fácil de asimilar pero sí que vale la pena el esfuerzo que conlleva su aprovechamiento y su posterior aprehendimiento. Vivimos una época de cambio, de evolución social y siempre es bueno tratar de abrirse a nuevos conocimientos que hagan tambalear nuestro estatus de privilegiados (porque sí, debemos aceptar que cada uno tenemos ciertos privilegios). Kim Ji-young nos habla de mucho más que de su vida y debemos, en consonancia, escuchar lo que nos tiene que decir.