Maternidades desesperadas, “Casas vacías” de Brenda Navarro

por Jul 20, 2020

Maternidades desesperadas, “Casas vacías” de Brenda Navarro

por

Brenda Navarro, Casas vacías

Madrid, Sexto Piso

161 páginas, 16,90 euros

Casas vacías es la historia de dos mujeres. A una le roban al hijo. La otra es quien se lo lleva. En su primera novela, Brenda Navarro (Ciudad de México, 1982) construye dos voces que presentan sus relatos desde el dolor, la incertidumbre y la soledad. Casas vacías es una historia sobre maternidades desesperadas. Ambas mujeres se turnan para esbozar un relato de sus vidas e intentar entender sus actos y formas de ser. La desaparición de Daniel hunde a su madre en la culpa y el remordimiento, y su discurso es una búsqueda constante de indicios que quiere leer como premonitorios. Aunque, no solo busca signos que hubieran anunciado la pérdida, sino que también se reprocha haber dado a luz. La mujer que se lleva al niño, a quien decide llamar Leonel, pronto se da cuenta de que con su acción no ha encontrado lo que quería. Con el mismo anhelo desesperado por cambiar sus vidas, ambas mujeres llegan a ser madres. Sin embargo, las circunstancias y las condiciones en que se dan sus maternidades están regidas por la desazón y la fragilidad. Hay los padres, quienes rechazan su paternidad con odio o indiferencia y frustran los cambios que cada una de las mujeres estaba buscando. Sus vidas están enmarañadas en redes familiares y afectivas donde impera una violencia constante. Abusos no siempre físicos ni intencionados pero que igualmente las vacían y son fuente de dolor.

Sus relatos, como confesiones donde el interlocutor solo puede escuchar, son monólogos fragmentados que oscilan desde un presente atemporal hasta sus infancias. Pero, pese a las convergencias entre ambas, las dos voces tienen un registro distinto. La primera, absorta en ella misma y con las contradicciones de la subjetividad, expulsa lo que siente desde un lugar pasivo donde el tiempo se ha parado. La segunda, con un discurso más ordenado y presente, actúa y se mueve con decisión intentando llegar a ser feliz. Ambas voces se exponen sin filtros ni miedo al prejuicio. Intentan rescatar hechos y decisiones de sus vidas que justifiquen sus situaciones. Tratan de entender cómo es que han llegado a donde están. Ellas, quienes en algún momento habían creído que su única salida era la maternidad, se encuentran que esta no ha hecho más que imponerles la exigencia de seguir viviendo y hacerlo en el desamparo. “Hay que ser demasiado inconsciente para no tenerle miedo a una nueva vida”, piensa una de ellas.

A partir de las familias de ambas mujeres, la novela traza una genealogía de madres que también desafían las ideas preconcebidas de serlo. Una que se queda sola con su marido en Utrera, con una hija muerta y un hijo viviendo en México; una que muere en el parto; una que queda embarazada tras ser violada por su hermano; unas que están más o menos conformes con sus situaciones; una que golpea a su hijo; una que es asesinada por su marido en Barcelona. También hay una niña, Nagore, quien vive con la familia del niño antes de que desaparezca. El suceso también la deja suspendida en un lugar de conflicto y extrañamiento.

La primera novela de Navarro es un retrato abrumador sobre maternidades devastadoras. Las voces de las dos mujeres sofocan, ahogan y nos hacen creer capaces de empatizar y justificar los actos y pensamientos más crueles de las protagonistas. Un libro tramado al detalle, lleno de capas que deben rasgarse despacio. Un libro que deja aproximarse a la angustia ajena y obliga a estudiar cómo nos relacionamos con ella. Casas vacías es un libro sobre maternidades, sí. Pero es también un análisis de la culpa y de cómo se infringe el dolor.