Pathos

por Feb 6, 2020

Se secan las lágrimas

que gotean como grifo roto

al compás del insoportable desquicio.

Las lágrimas derrochadas por los ojos

que nunca miraron.

 

Y se secan las lágrimas,

pero no el dolor que refulge

dentro de un corazón devastado.

Un corazón no tiene suficiente cuerpo,

estalla, revienta.

 

El dolor de la tormenta arrasando,

dando libertad a la catástrofe,

al caos incontenible.

El reflejo del relámpago reprimido

en el charco de barro.

 

El olor a tierra mojada

calma el escozor de las heridas abiertas

después de la sal.

Y la arcilla, bálsamo

que acuna el alma agitada.

 

Un alma que no encuentra paz

entre truenos de ideas

bombardeando su frágil cúpula de cristal.

Los pantanos se desbordan,

los torrentes arrastran el lodo.

 

El velo de estrellas

se raja en dos,

bailando su último vals

con la cálida profundidad del abismo

que se funde bajo sus pies.

 

Discurre la sangre

en el arroyo siempre seco

y ahoga las cosechas

sedientas de la vida

que no llegarán a tener.

 

Teresa Martín Merchán

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