Un desencuentro familiar en búsqueda de espacios propios. «La Omisión de la Familia Coleman»
Un desencuentro familiar en búsqueda de espacios propios. «La Omisión de la Familia Coleman»
La Omisión de la Familia Coleman
Dirección y libro: Claudio Tolcachir
Reparto: Jorge castaño, Diego Faturos, Candela Souto Brey, Adriana Ferrer, Cristina Maresca, Jose Frezzini, Fernando Sala, Macarena Trigo
Producción: Teatro Timbre4 / Maxime Seugé y Jonathan Zak
Temporada: Del 30 de octubre al 4 de Noviembre 2018

La Omisión de la Familia Coleman, de Claudio Tolcachir, se estrenó en el 2005, en la calle Boedo 640 de Buenos Aires, Argentina, y daría inicio a lo que actualmente es Timbre 4, una compañía que se define como un grupo creado por teatristas con diferentes formaciones y orígenes. La obra es producto de varios meses de ensayos diarios y trasnoches, como declara el propio Tolcachir. Un grupo de talento humano, amigos y colegas del director se entregaron a crear esta pieza en su casa, que ahora también funciona como una escuela y un teatro.
Es una obra que tiene más de diez años en cartelera, se ha presentado en más de veinte países y la han visto más de 265.000 espectadores. Surgió de un proceso de creación colectiva, luego de varios meses de improvisaciones. Es una pieza que habla de una familia aparentemente disfuncional, pero que puede encontrar conexiones universales con cualquier familia.
Ocho intérpretes en escena, seis de ellos interpretan a los Coleman: Memé (la madre), la abuela y los cuatro hijos —Verónica, Marito, Gabi y Damián—, todos de padres distintos. En tanto que la figura del padre está ausente y la madre se comporta como una niña la mayor parte del tiempo, la base de esta familia es la abuela. Los vínculos entre los personajes se desdibujan, la madre asume el rol de hija, la hija asume el rol de madre y la abuela es a la vez madre y padre. Los roles se intercambian, se mueven y se modifican. La comunicación entre ellos se torna absurda por momentos, hasta que, poco a poco, son capaces de revelar sus circunstancias.
Para cuando comienza la obra, vemos una familia que parece estar viviendo un proceso de disolución: la abuela se enferma, dos de los hijos se quieren ir de la casa, la madre no es lo suficientemente madura y hay uno de los hijos que sufre de una condición que le impide hasta cierto punto hacer su propia vida. La enfermedad de la abuela es lo que terminará por moverlos a todos de sitio. El escenario está divido en dos; la primera parte de la obra ocurre en la sala de la casa de los Coleman y la segunda parte en la habitación de un hospital.
Verónica es la única de los cuatro hermanos que creció con su padre. Parece la más fuerte, aunque no lo sea, y tiene a su propia familia. Es la hermana de Marito, él único de los hermanos que se apellida Coleman como su abuela y es quizás uno de los más frágiles, aunque también es de lo más sinceros, hasta el punto de decir unas cuantas verdades que el resto de los personajes omiten. En escena también hay otros dos personajes, el doctor y el chófer de Verónica, externos al núcleo familiar. Sin embargo, esta familia les despierta un interés particular.
Lo maravilloso de la obra es cómo Claudio Tolcachir logra mostrar en cada personaje la fragilidad con la que conviven, los secretos que esconden, los deseos que no se cuentan, esa incapacidad que tienen para comunicarse y todos los miedos que habitan su cotidianidad. Es una familia que de lejos puede parecernos completamente absurda y ajena, pero que, a medida que va transcurriendo la obra y nos acercamos a esos personajes, nos vamos encontrando en ellos. Cada uno está buscando su propio espacio. En esa búsqueda suceden situaciones hilarantes y a la vez trágicas. Te ríes, pero también te sientes mal por hacerlo. No hay música sino hasta el final, cuando ocurre la gran omisión y esperamos que vuelva la familia, suena de fondo “Qué suerte” de Violeta Rivas y para mí fue inevitable una sensación de vacío al ver cómo se iban las luces lentamente.
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