Violencias de ayer y de hoy. Entrevista a Edurne Portela

por Oct 3, 2019

Violencias de ayer y de hoy. Entrevista a Edurne Portela

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Edurne Portela (Santurce, 1974). Licenciada en Historia y Doctora en Literaturas Hispánicas (University of North Carolina, Chapel Hill, EE. UU.), ha sido profesora titular de literatura en Lehigh University (Pensilvania) hasta 2015. Aparte de numerosos artículos, ha publicado los ensayos Displaced Memories: The Poetics of Trauma in Argentine Women Writers (Bucknell University Press, 2009) y El eco de los disparos: Cultura y memoria de la violencia (Galaxia Gutenberg, 2016), y las novelas Mejor la ausencia (Galaxia Gutenberg, 2017), Premio 2018 Libro de Año al mejor libro de ficción del Gremio de librerías de Madrid, y Formas de estar lejos (Galaxia Gutenberg, 2019). Además, ha realizado, junto con José Ovejero, el documental Vida y ficción (2017). Tiene una columna dominical en El País, participa regularmente en Radio Nacional de España y ha colaborado con otros medios como El Correo/Diario Vasco y La Marea. Fotografía de Álvaro Minguito.

El silencio es un tema recurrente en tus textos y, por supuesto, un punto nodal en El eco de los disparos. Para Foucault, el silencio puede ser también una forma de resistencia al poder. ¿Coincides con su visión o, por el contrario, el silencio es siempre una forma de complicidad?

Sí, coincido con el análisis de Foucault. De hecho, en El eco de los disparos también analizo el silencio como resistencia al hablar de aquellas personas que lo usaron para manifestarse públicamente contra los violentos. Explico que el silencio como forma de resistencia puede ser una respuesta a la barbarie, a la violencia de los fanáticos que solo escuchan su propio discurso. Las concentraciones de Gesto por la Paz eran eso, un puñado de gente concentrada en un silencio sombrío, digno y tenso, mientras que a escasos 100 metros los violentos vociferaban sus consignas y les llamaban “asesinos” mientras les hacían gestos amenazantes o gritaban “ETA mátalos”. La dignidad de ese silencio se puede definir como un reto al discurso monológico de la violencia.

El silencio como forma de resistencia puede ser una respuesta a la barbarie, a la violencia de los fanáticos que solo escuchan su propio discurso.

Me parece que en Mejor la ausencia intentas aportar tu granito de arena a la batalla por el relato y al problema de la representación. ¿Hasta qué punto es legítimo, una vez la memoria viva ha desaparecido, hablar en favor de? Creo que no entiendo la pregunta. Cuestionar la legitimidad de las narraciones que tengan que ver con el pasado simplemente porque no se haya vivido ese pasado significaría que sólo los testigos pueden narrarlo. No creo que sea ni siquiera debatible. Sí creo que los testigos tenemos un punto de vista particular y difícilmente extrapolable, pero eso no significa que seamos los únicos legitimados.

¿Se puede pasar página del pasado sin olvidarlo? Si es así, ¿cómo?

Cuando se impone el olvido es imposible pasar página. Porque cuando se impone el olvido normalmente también se impone la injusticia, se intenta cerrar la herida rápidamente, sin resolver el daño. La elección que tenemos frente al pasado reciente no es entre recordar y olvidar: porque no se puede olvidar a través de un acto de voluntad, no es algo que podemos elegir hacer, como tampoco se puede recordar aquello que no se ha vivido o aquello que por diferentes motivos (mecanismos de la memoria traumática, por ejemplo) no se puede recordar a voluntad. Así, es imposible imponer el olvido, como tampoco se puede imponer la memoria. «Pasar página» sólo es posible después de un proceso de memoria, justicia y reparación. Y, aun así, siempre queda la cicatriz del daño.

«Pasar página» sólo es posible después de un proceso de memoria, justicia y reparación. Y, aun así, siempre queda la cicatriz del daño.

¿Es el humor, o puede serlo, un mecanismo de aproximación y de comprensión del pasado? El humor es un arma poderosísima y por eso mismo hay que tratarlo muy seriamente. No soy defensora de la censura, y menos en el humor, pero tenemos que ser muy conscientes de qué nos estamos riendo y por qué. Hay un humor blanco que oculta la realidad, que nos apacigua y nos ayuda a huir de ella a través de la carcajada. A veces este humor es necesario, pero es muy peligroso encumbrarlo a la categoría de arma política porque en realidad hace precisamente lo contrario: desactiva la reflexión y el conocimiento. Hay otro tipo de humor que desenmascara, que a través de la ironía o de la parodia inteligente, revela un problema oculto. Es un humor que no caricaturiza o banaliza, sino que escarba con uña afilada la realidad, y que, después del instante de la risa, nos hace reflexionar. El escritor Iban Zaldua dice que el primer humor actúa de bálsamo, mientras que el segundo escuece. Cuando hablamos de una tragedia cercana como el terrorismo de ETA y la complicidad del entorno que la ha apoyado, cuando el último de sus asesinatos se produjo en 2009, el humor debería escocer, no calmar, debería hacernos reflexionar y entender.
Cuando hablamos de una tragedia cercana como el terrorismo de ETA y la complicidad del entorno que la ha apoyado, cuando el último de sus asesinatos se produjo en 2009, el humor debería escocer, no calmar, debería hacernos reflexionar y entender.

¿Por qué en Mejor la ausencia te interesó la mirada de una narradora –niña, al principio, además– y en Formas de estar lejos incluyes otros puntos de vista?

Cada historia tiene su voz. En el caso de Mejor la ausencia quería ponerme en la perspectiva de esa niña que poco a poco va entendiendo el mundo que la rodea y a sí misma. En Formas de estar lejos necesitaba otros puntos de vista para entender mejor la situación que narraba.

La caracterización de Alicia en Formas de estar lejos es fundamental (mujer joven, emancipada, inteligente, segura de sí misma… y extranjera). ¿Por qué necesitabas un personaje así? ¿Cómo encaja tu planteamiento con la concepción generalizada de la noción de víctima?

Hay un prejuicio de clase al analizar el maltrato en las relaciones de pareja. Se cree que la educación nos salva de la violencia, pero eso es una falacia. Son situaciones que se dan en todas las clases y condiciones sociales porque en definitiva responden a patrones de comportamiento (el machismo y la división de poder patriarcal) asumidas a todos los niveles, a veces incluso de forma inconsciente. Alicia, por muy fuerte que sea, es vulnerable en el plano de los afectos e incapaz de reconocerse como víctima. Me interesaba una mujer así y que también tuviera sus aristas, que no fuera ni víctima sin recursos ni víctima heroína.

Hay un prejuicio de clase al analizar el maltrato en las relaciones de pareja. Se cree que la educación nos salva de la violencia, pero eso es una falacia.

En Formas de estar lejos expones ciertas lacras del mundo universitario estadounidense. ¿En qué medida crees que son extrapolables a las instituciones españolas? Diría que comparte una concepción patriarcal de la organización social y división del poder.
La importancia de las relaciones de poder en lo que escribes es más que visible, aunque las violencias y los mecanismos de dominación que trabajas sean distintos. Creo que, desde hace un tiempo, varios escritores estáis tratando de desnaturalizar, mediante vuestras ficciones, situaciones de poder normalizadas. ¿Crees que la literatura puede y debe funcionar como artefacto de conciencia crítica? Sí, claro, si no lo creyera no escribiría. La literatura puede servir para mostrar aquello que no se ve o no se nombra y hacerlo a través de situaciones y personajes que conectan con los afectos y el conocimiento del lector/a de forma muy inmediata.
¿Es posible hoy en día una literatura pos-ETA que pretenda entender el conflicto en términos políticos más allá del tono consensual de textos ya publicados sobre el conflicto vasco? Sí, es posible. Esa literatura ha existido antes del fin de ETA y se seguirá haciendo después.
Considero que uno de los mayores logros de tu escritura es conseguir, tanto en el ensayo como en tus novelas, un tono que trata de aproximar al lector a la empatía; esto es, no juzgar ni situaciones ni personajes. ¿Por qué es eso importante y qué trabajo requiere? Para mí es importante porque aprendo mucho más cuando escribo desde ese lugar que no pretende juzgar sino entender. Me ha servido tanto en la ficción como en los ensayos. Y si yo siento que aprendo cuando escribo y reflexiono desde ese posicionamiento, creo que también aprenderá quien me lea. Requiere mucho trabajo. Es más fácil escribir sobre lo que sabes o sobre lo que no te genera duda. Dudar y escarbar en lo desconocido (sobre todo en la región de los afectos) crea mucha inseguridad y te hace vulnerable, tanto durante el proceso de escritura como cuando después se publica la obra.
Dudar y escarbar en lo desconocido (sobre todo en la región de los afectos) crea mucha inseguridad y te hace vulnerable, tanto durante el proceso de escritura como cuando después se publica la obra.