Abrazar el pasado. “La memoria donde ardía”, de Socorro Venegas
Abrazar el pasado. “La memoria donde ardía”, de Socorro Venegas
La memoria donde ardía
Socorro Venegas
Páginas de Espuma, 2019
112 páginas, 14 euros

La colección de cuentos La memoria donde ardía, de Socorro Venegas (México, 1972), alberga en su interior una oleada de crudas emociones transmitidas mediante un lenguaje colmado de metáforas capaces de embellecer la situación más desdichada.
A través de personajes en su mayoría femeninos, Venegas empuja al lector al oscuro océano que en tantas ocasiones le separa de sus seres queridos (o deseados), ya sea física o metafóricamente. Así, analiza las distintas formas de soledad que experimenta el ser humano en cualquiera de las etapas de su vida, sobre todo, incide en aquella causada por la pérdida, un acontecimiento que se encuentra en constante revisión gracias a la doliente memoria de los protagonistas. En ella pasean, buscan, añoran, reconstruyen, dudan, temen. En ella critican a una sociedad patriarcal en la que el padre desaparece o, por el contrario, sobreprotege. En ella retratan la maternidad no como un don divino, sino como un estado de confusión, de disociación, de constante mudanza: “Dos se gestaban en mí, el niño y la desconocida en que me convertía. […] Cada mes algo cambiaba, algo se hacía distinto, algo quedaba atrás. Vivía de incógnita en un cuerpo incierto” (“El nadador infinito”). En ella, la infancia no es sinónimo de inocencia. Sin embargo, el meticuloso lirismo de la autora provoca que el sufrimiento de los protagonistas se perciba, en ocasiones, frío y distante; provoca que la lectura implícita de sus reivindicaciones resulte más compleja. Aunque ello no impide que pueda ser elogiado por su técnica y belleza, como se ha señalado al principio.
El orden de los cuentos no parece responder a ninguna organización temática, pero existen símbolos y motivos que los vinculan entre sí, permitiendo a la autora profundizar en las problemáticas que plantea desde diferentes perspectivas o, incluso, ampliar la historia de algunos personajes en relatos en los que ya no son los protagonistas, ¿acaso los amantes acuáticos que Daniela observa en la noche de “La isla negra” no podrían ser los amantes fallidos de “El nadador infinito” ? Sea como fuere, los diecinueve cuentos parecen estar conectados de una forma u otra: ya sea por el símbolo del agua y el fuego, purificadores, pero también aterradores por su capacidad de consumirnos, como la memoria; o ya sea por la recurrencia de motivos como el padre borracho, la embarazada atormentada o la infancia desubicada. De este modo, Venegas ofrece una colección que dialoga consigo misma, no sobre la importancia de la memoria, sino más bien sobre la soledad en la que es reavivada , en la que prendemos la llama del recuerdo, pues todo objeto presente en las tramas es evocador del pasado, los personajes no pueden (ni quieren) huir de él, sino que lo aceptan. Como ejemplo de esto último, se podría destacar “Un viaje con dique”, donde tres generaciones, abuela, madre e hija, se reencuentran con el fin de cumplir una promesa hecha hace años cuyo desenlace es una despedida en náhuatl al pasado.
La memoria donde ardía de Socorro Venegas es una buena lectura. Rápida, pero cruda. Y que, sin duda, hará plantearse al lector la magnitud de su propia soledad.