“Beartown”. El deporte de competición: bastión de la masculinidad tóxica

por Dic 9, 2020

“Beartown”. El deporte de competición: bastión de la masculinidad tóxica

por

Creadores: Fredrik Backman, Linn Gottfridsson, Antonia Pyk, Anders Weidemann

Reparto: Miriam Ingrid, Oliver Dufåker, Otto Fahlgren, Aliette Opheim, Tyler Shamy, Ulf Stenberg

Duración: 5 episodios de 60 min (aprox.)

Puede que sea cierto que los tiempos están cambiando, y que en ambientes típicamente dominados por hombres blancos heterosexuales, se esté empezando a ver un atisbo de diversidad. Pero este colectivo puede descansar tranquilo, ya que aún queda un entorno que, para conseguir que fuera más equitativo, habría que sacudir los cimientos mismos de nuestra sociedad: el deporte de competición.

Beartown, serie sueca basada en la novela homónima de Fredrick Backman, gira en torno al pueblo del que toma su nombre, una afluente y pequeña localidad, con todo lo que esto implica: el pilar socioeconómico de sus habitantes es su equipo deportivo (en este caso, de hockey sobre hielo) y la diversidad brilla por su ausencia.

Para que las reglas no escritas que rigen esta supuesta “paz” empiecen a cuestionarse, tiene que ocurrir un evento terrible e irreversible: un abuso sexual; el de la hija del entrenador, Maya, por parte de la estrella del equipo, Kevin. La manera de lidiar con este trágico suceso guarda tantos paralelismos con lo que suele ocurrir fuera de la ficción que te deja helado: el debate está entre hacer justicia o que primen los intereses económicos y la reputación del equipo y el lugar (y por ende, de los vecinos que cortan el bacalao). La hostilidad del pueblo hacia Maya (desde insultos hasta amenazas muy graves) por “interferir” con la carrera del jugador más crucial del equipo es el mejor exponente de lo complicado que es para una víctima decidirse a hablar cuando el violador es alguien con un gran respaldo social y económico, una “estrella”, que bien puede ser del deporte como en este caso o un director de cine célebre.

Si bien la violación de Maya es el incidente desencadenante de la trama, no se trata ni mucho menos de una serie “sobre un abuso sexual”, sino que se sirve de este incidente para criticar el ambiente del deporte de competición, mostrando lo tóxico que este resulta para cualquiera que no sea hombre, blanco y con dinero: no falta el racismo y el clasismo, además del evidente sexismo. El padre de Kevin es en concreto un personaje abiertamente machista, quien luego sin embargo se lleva las manos a la cabeza cuando su hijo muestra tal falta de humanidad hacia Maya.

Resulta refrescante que no se encasille a los jóvenes jugadores del equipo como los “malos” contra los que hay que luchar porque ellos pertenecen al “club”, porque están en el lado ganador de la historia, sino que la ficción se toma el tiempo de mostrar la presión a la que los chicos están sometidos y, en especial, la falta de correcta educación por parte de sus padres. Se menciona que, si los niños no pueden ir a clase, los maestros tienen que entenderlo porque hay que entrenar. Se les fuerza a practicar hockey hasta horas inhumanas (lo que ya desemboca en el primer episodio en un ataque de ansiedad) y se les intenta “motivar” intentando despertar su envidia hacia los demás, más que intentando que disfruten jugando al deporte que les apasiona; por no hablar de cómo los padres no tienen ningún reparo en insultar, amenazar o incluso emplear la violencia física con quien se interponga en el camino de sus hijos. Si se les hace creer que pueden salirse con la suya y hacer lo que quieran mientras sacrifiquen todo por el hockey, si se da a entender que su reputación es lo primero, que todo el pueblo les adora y están por encima de cualquiera, ¿cómo puede sorprenderle a alguien que la situación escale hasta un abuso? ¿Se pensaban que según crecieran se iban a conformar con saltarse un examen de mates?

Muy apropiada también es la manera de enfocar la relación entre Maya y Kevin. Desde su primera aparición la atracción mutua es evidente. Las personas que los rodean, compañeros y adultos, se percatan enseguida, lo cual no es irrelevante en la trama. Después del abuso, como suele ocurrir, estas muestras públicas de afinidad son empleadas como argumento para generar dudas sobre el testimonio de Maya: no solo es Kevin un deportista “guapo y popular”, sino que, encima, se veía que a ella le gustaba; inmediatamente se traduce en “la chica flirteaba, entonces estaba dispuesta a mantener relaciones”. Este contexto nos resulta, por desgracia, infinitamente más familiar que una violación perpetrada en un callejón oscuro por un hombre sin rostro que no guarda relación alguna con la víctima y se dedica a abusar en serie de chicas. Considero importante para el propósito critico de la producción que el contexto que rodee al crimen sea el más común, si bien no el más “impactante” o “televisivo”, lo cual podría haber atraído una mayor audiencia.

Beartown atrae a los espectadores por lo llamativo de su sinopsis, por la presencia de un acto tan brutal como premisa, pero lo que realmente engancha es la veracidad de su guion y lo familiar de las reacciones de sus personajes ante lo que ocurre (para bien o para mal). Y no nos engañemos, mientras sigamos viviendo en una sociedad como la nuestra, con estructuras de poder que se implantaron cuando el mundo era, si cabe, más injusto, y una moralidad al servicio del frío dinero, las series como Beartown seguirán siendo imprescindibles.

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