Conectando con un afuera sónico. “David Bowie, Posthumanismo Sónico”, de Ramiro Sanchiz
Conectando con un afuera sónico. “David Bowie, Posthumanismo Sónico”, de Ramiro Sanchiz
Ramiro Sanchiz, David Bowie, Posthumanismo Sónico
Barcelona, Holobionte Ediciones
221 páginas, 17,55 euros

Si hay algo de lo que el panorama editorial está absolutamente colmado es de libros sobre los ídolos musicales de los años 70 y 80. Con una visita a cualquier librería de barrio, Casa del Libro o Fnac, las secciones de novedades en “música” o “biografía” tienden a mostrar una multitud de carátulas con rostros hartamente conocidos hasta para los que no vivimos, ni por asomo, la época dorada de personalidades como Michael Jackson, Madonna, Prince o David Bowie. Une se pregunta, en este sentido, ¿por qué seguir hablando de todos estos artistas cuando ya parece que se ha dicho todo? ¿Por qué seguir editando una y otra vez textos sobre la importancia que estos han tenido en el mundo de la cultura occidental? Aunque de manera muy indirecta, David Bowie, Posthumanismo sónico, el último ensayo del escritor Ramiro Sanchiz (Montevideo, 1978), editado por Holobionte Ediciones, nos da una respuesta muy interesante, pues quizás sobre alguno de estxs músicxs haya aún mucho más que decir. Centrándose en el caso particular de David Robert Jones, a quien todos conocemos como David Bowie, el ensayo recorre la vida y obra del artista británico a través de las miradas teórico-filosóficas del aceleracionismo y el posthumanismo. En él, el autor profundiza en los diversos aspectos que hicieron que, tanto su música como su performatividad, subvirtieran de manera rotunda y visceral la hegemonía cultural durante sus años de mayor popularidad y comentando, también, los modos en los que el propio Bowie fue moldeado por otros sucesos y sujetos a lo largo de su prolongada carrera musical.
En este sentido, el Bowie de Sanchiz no se entiende apenas como individuo sino como proceso, como una entidad que se deja contagiar por el concepto negarestiano del “afuera”, de lo puramente alien. De esta manera, Bowie en ocasiones es capaz de hackear los valores sociales y culturales de su época a través de su producción musical ya sea sonora, performativa o líricamente. En otras ocasiones, no obstante, vemos un Bowie contaminado por estos mismos criterios, encuadrándose, en última instancia, como un medio catalizador de los intercambios de poder entre lo humano y lo inhumano. Para Sanchiz, Bowie no es una figura estática sino un personaje que muta a lo largo de los años, según va interactuando con los diferentes procesos mercantilistas de su música. Nos encontramos, por ejemplo, con un Bowie en ocasiones capaz de subvertir las dinámicas de género del sistema y, en otras, apropiándose de ellas; con un Bowie a veces disidente de las lógicas musicales de la industria pero que, en otras, solo se ve capaz de abrazarlas sin cuestión. En definitiva, se esboza un retrato de un músico weird sin ninguna pretensión de demonizar o santificar su personaje. Más bien, se muestra un artista con aspecto y esencia alienígena que, encarnando de múltiples maneras las contradicciones ontológicas de su tiempo, infecta para siempre las dinámicas de la música pop. Uno de los aspectos más llamativos del ensayo de Sanchiz es su pericia para enlazar la performatividad y producción sonora de Bowie con conceptos densamente teóricos, como el pensamiento metafísico de Nick Land y la CCRU, el nihilismo horrorista lovecraftiano, o un posthumanismo derivado de Braidotti y Haraway. Esta indudablemente innovadora visión de la vida musical de Bowie, al margen del ejercicio de teoría-ficción que pueda existir, lo pone como un ejemplo perfecto a la hora de visualizar (y sonorizar) las lógicas tan inaccesibles que caracterizan a esos movimientos filosóficos. Nos interese o no la música del cantante inglés y estemos o no de acuerdo con la imagen que se da del mismo, lo cierto es que Sanchiz sintetiza de una manera clara una forma de entender el funcionamiento del ser y del universo utilizando al personaje que menos hubiéramos podido imaginar como interlocutor con la alteridad total.
Posthumanismo sónico configura, de este modo, a Bowie como un producto hipersticional, es decir, un ser adelantado a su tiempo que, a su vez, indicó y definió el rumbo que la mecánica cultural, ya sea en cuestión musical, visual o performativa, habría de tomar para llegar hasta nuestros días. El texto de Sanchiz muestra, por tanto, por qué puede seguir siendo relevante y pertinente hablar de las hiperexploradas personalidades de artistas que, como Bowie, han sido fagocitadxs por el establishment y metamorfoseadxs en merchandising nostálgico. Lo que puede parecer otra mercantilización de la figura de este mito de la música, es, ante todo, una reflexión penetrante y detallada de, en resumen, lo que significa entender la posthumanidad desde la perspectiva del sujeto. Mientras se lee el libro (y se escucha a Bowie de fondo), unx no puede sino sentirse identificadx con el modo en el que el músico anglosajón se relacionaba con el exterior y en cómo este actuaba sobre él. Y es que, al fin y al cabo, si, como dice Sanchiz, Bowie fue “un subproceso o subrutina del proceso más amplio de la modernidad y el capitalismo”, aquellxs que lo escuchamos a él o a sus sucesores somos también vectores de contagio de su viralidad weird.
¿Te ha gustado el artículo? Puedes ayudarnos a hacer crecer la revista compartiéndolo en redes sociales.
También puedes suscribirte para que te avisemos de los nuevos artículos publicados.