El filicidio a la palestra. “Medea”
El filicidio a la palestra. “Medea”
Medea
Música: Luigi Cherubini (1760-1842)
Dirección musical: Ivor Bolton
Coro y Orquesta: Titulares del Teatro Real
Libreto: François-Benoît Hoffmann (1760-1828), basado en la tragedia (431 a. C.) de Eurípides
Creación, dirección de escena y escenografía: Paco Azorín
Reparto: Enea Scala, Saioa Hernández, María Monzó, Nancy Fabiola Herrera, Jongmin Park
Teatro Real
Del 19 de septiembre al 4 de octubre

La ópera Medea se representó por primera vez en el París de 1797, aunando el genio musical del compositor italiano Luigi Cherubini y el del dramaturgo francés François-Benoît Hoffmann, que adaptaron en este nuevo formato la inmortal tragedia de Eurípides. La trama gira en torno a la sensual, herida y meteórica Medea, hechicera de ascendencia divina y princesa de la Cólquide, la cual se ve condenada al exilio por su marido, el héroe griego Jasón, que pretende tomar una nueva esposa, la princesa Creúsa de Corinto, y se ve espantado por el carácter oscuro y vengativo de de Medea. Esta, estremecida en lo más profundo por la traición, comienza un viaje hacia los infiernos de su moral, donde acaba fraguando la muerte de Creúsa y, con insoportable dolor, también la de sus propios hijos, con el fin de efectuar una venganza mortal contra Jasón.
En esta tragedia en tres actos que pretende estremecer el corazón del público, el director Paco Azorín nos presenta una versión modernizada y traída a cuestiones del presente, que se caracteriza por un estilo maximalista en cuanto vestuario, escenografía y efectos visuales. Destacan en este sentido, al principio de cada acto, una serie de proyecciones que giran en torno a los derechos de la infancia y a los asesinatos de niños cometidos por sus madres en los últimos años, así como la motivación de estas, mayoritariamente la venganza contra su pareja. Cuando menos, resulta confusa la intención de estos textos, primero, porque esta propuesta no se materializa en el resto del espectáculo y, segundo, porque hace plantearse preguntas que quedan sin respuesta, tales como: ¿por qué se refiere exclusivamente a los filicidios perpetrados por madres?, ¿existen diferencias relevantes entre aquellos cometidos por sus homónimos masculinos? Estas dudas se acentúan, dado que, a pesar de que en esta versión la figura de los niños está más presente en escena, la ópera no aborda de ningún modo el sufrimiento de estos y, además, tras matarlos, Medea asciende gloriosa ―aunque desdichada― a los cielos. La trama no trata en absoluto sobre la violencia que sufren las infancias.
Respecto a la escenografía, se nos presenta un paraje de superficie grisácea e irregular, que recuerda a un área volcánica ―presumiblemente una metáfora de los infiernos que habita la conciencia de Medea―, cuyo centro está ocupado por un ascensor por el que los personajes van descendiendo en la espiral ineludible de su desgracia. Cabe mencionar una plataforma en la que suceden algunas escenas de la mayor importancia para la trama, pero cuyo movimiento de ascenso y descenso se hace cargante y repetitivo por la frecuencia con la que se usa. En cuanto a las proyecciones y demás efectos visuales, en general acompañan hermosamente la narración, sobre todo en el final de la obra cuando Medea asciende en su carro de serpientes aladas.
El vestuario, muy contemporáneo, desentona con el tono general de la ópera y no aporta al trabajo interpretativo de los actores. El coro masculino, que interpreta a los hombres de Jasón y a altos cargos del clero, lleva vestimentas de camuflaje o sotana, mientras que el coro femenino, representando a las mujeres de Corinto, viste trajes de chaqueta en tonalidades suaves de amarillo, naranja y rosa; Creonte y Jasón utilizan uniforme militar; Medea en su aterradora aparición en Corinto va ataviada de terrorista con pasamontañas y carrilleras; los niños, al más puro estilo punk, van de cuero, y móviles en mano; etc. En general, la caracterización resulta una amalgama de estilos y elementos que no acaban de casar entre sí, y que conducen al espectador a la confusión.
En lo relativo a la música y el canto, destaca el desempeño tanto de la orquesta como del coro del Teatro Real, que resultan memorables y no quedan nada ensombrecidos por la amenaza de huelga por una mejora de los contratos, la cual finalmente fue desconvocada este septiembre, tras alcanzar un acuerdo. También brillaba la prima donna con una fuerte presencia escénica. Por desgracia, en lo referente a la interpretación dramática de los personajes principales, esta fue bastante escueta y plana, sobre todo en el caso de Jasón y Creonte.
En definitiva, esta versión de Medea deja un sabor agridulce en la boca, ya que, aunque la premisa resulta atractiva e impactante, la falta de definición de la propuesta artística deja al público confundido y con la sensación de que se trata de un patchwork, cuyos elementos no acaban de armonizar e integrarse.