¿Distopía o realidad? “Nadie duerme”, de Barbijaputa
¿Distopía o realidad? “Nadie duerme”, de Barbijaputa
Barbijaputa, Nadie duerme
Barcelona, Suma
426 páginas, 16,90 euros

Bajo el apelativo de “Barbijaputa” y bajo la imagen de una muñeca Barbie con cuernos y rabo de diablesa, la autora comenzó a ser conocida por la plataforma Twitter por sus tuits referidos a política y feminismo. Actualmente es escritora de libros como El planeta Lilaverdía (2015) (poemas para niños que publicó bajo otro seudónimo), La chica miedosa que fingía ser valiente muy mal (2016), Machismo: 8 pasos para quitárselo de encima (2017) y Nadie duerme. Es columnista y participa en los medios de La Marea, El Diario, Pikara y Magazine y, además, cuenta con su propio podcast, Radiojaputa.
En su libro, Nadie duerme, publicado en 2019, se relata la historia de un grupo de mujeres dispuestas a liberar a su país del partido fascista que gobierna y que tiene atemorizada a la población, sobre todo a los sectores femeninos, LGTB y migrantes, mediante el colectivo FFR (Frente Feminista Revolucionario), cuyas integrantes son anónimas. La historia trascurre en Eare, que después de haber estado bajo el gobierno de la IdE (partido político de izquierda), ha pasado a estar en el control del Totem (partido político de extrema derecha) dirigido por Luco Barán. Este último se dedica a perseguir a grupos feministas estableciendo leyes como la prohibición de reunión a grupos de más de diez mujeres y, si lo hacen, deben estar acompañadas por hombres. Si alguna se enfrenta a ellos, pasará por un duro interrogatorio en el que, además, se la humillará rapándole el pelo.
La autora presenta la historia como una sociedad ficticia, una distopía, pero en verdad el lector la puede relacionar sin tapujos con nuestra sociedad actual: Eare es real. No hay una gran intención por parte de la escritora en hacer de esa sociedad distópica una muy diferente a la actual, por ejemplo, en los conceptos que utiliza de partidos de derecha y de izquierda en cuanto a la ideología, junto con otros términos más. Esto puede ser un punto en contra si se compara con las grandes distopías representadas en los libros 1984 de George Orwell, o en Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, cuyas sociedades han sido creadas desde cero, pero cuya estructura social hace pensar y reflexionar. Un punto a favor que se podría sacar de que esta distopía estuviese tan cercana a la actualidad podría ser el siguiente interrogante: ¿vivimos en una distopía en pleno siglo XXI? Si en este siglo se permiten tales ataques a los derechos humanos, a la privacidad de la vida de cada uno, si se consiente que se prohíba que alguien sea como es, no hay otra justificación de que estamos en una distopía, esto no puede ser el mundo real.
Nadie duerme tiene mucho de su creadora y no hace falta conocerla ni haber leído previamente nada de ella para darse cuenta. Se puede ver, por ejemplo, que no practica ninguna fe, de ahí que se puedan encontrar frases como “por el amor de algún dios” sustituyendo al ya asimilado “por el amor de Dios” que se dice incluso sin seguir esa religión en cuestión. Otro rasgo se localiza en el concepto de “feminista”: las personajes llevan todas, al parecer, muchos piercings, el pelo rapado por algunas partes y ropa muy holgada, pero cuando tienen que pasar desapercibidas se calzan tacones, se dejan el pelo largo, se cuelgan joyas y se ponen sujetador. No parece que la autora lo haya hecho a conciencia considerando menos feministas o simplemente que no son feministas aquellas mujeres que decidimos utilizar ese tipo de look: los ideales no residen en la ropa.
De este libro, en resumen, lo importante son las ideas y valores que intenta representar, supone un toque de atención para todos, para que comencemos a parar los pies a aquellos que intentan hacer de esta sociedad una de la Edad Medieval. En Nadie duerme, el Totum consigue gobernar por el alto absentismo que hay de los votantes de los partidos de izquierda en las elecciones. En Nadie duerme, los ciudadanos tienen a su disposición un número de teléfono para culpar a aquellos que se cree que forman parte de algún colectivo contrario al Totum, recordando a las denuncias que se interponían unos a otros durante la Guerra Civil. No cabe duda de que muchos estarían dispuestos a llamar a ese número.
Sabiendo el rumbo que está tomando la sociedad, nadie debería dormir.