La Armenta decadente: vidas derrotadas. “Juventud de cristal”, de Luis Mateo Díez

por Ene 9, 2020

La Armenta decadente: vidas derrotadas. “Juventud de cristal”, de Luis Mateo Díez

por

Luis Mateo Díez, Juventud de cristal

Barcelona, Alfaguara

220 páginas, 18,90 euros

¿Realmente es indispensable viajar y recopilar experiencias de vida tan diversas para poder recrear los espacios y las historias que se encuentran dentro de la literatura?  Luis Mateo Díez (Villablino, León, 1942) proporciona su propia clave a este respecto: no es ni mucho menos necesario realizar viajes físicos para recrear literatura, pues defiende que al leer nos sumimos en determinados viajes ficcionales que nos hacen viajar desde la imaginación, pero de una forma muy potente y productiva, alimentando ese bagaje ficcional que pueda necesitar un escritor, considerándose a sí mismo como un viajero inmóvil. Precisamente, esta afirmación queda comprobada con Juventud de Cristal, su última novela publicada.

Esta obra tiene lugar en el mundo ficcional de Armenta y sus genuinos y desdibujados parajes colindantes. Todos los lugares están inmersos en un halo de decadencia, de derrumbe, de abandono, con una presentación que podría asemejarse, en cierta medida, al desgaste que acomete en los escenarios ficcionales de El astillero de Onetti. Además, estos lugares tienen un carácter, hasta cierto punto, mágico y simbólico sobre todo en los espacios de Armenta del Cine los Sustos, repleta de fotogramas, y el Baile de Corales, llena de inscripciones de recuerdos, de desventuras o de amores fallidos de los recuerdos, del olvido, de una juventud perdida y pasada que ya solo puede verse desde un presente desalentador.

De hecho, Mina, la protagonista de la obra, es la que narra las memorias desordenadas de su juventud a través de tres grandes capítulos: rescates, corazonadas y huidas y nos adentra en todos esos rincones introspectivos de su esencia más pura; el libro ya comienza dejando entrever al lector la diligencia y profesionalidad de Mina como enfermera y su prestación hacia la ayuda de los demás, sobre todo hacia Otero y hacia Verino, como ocurre en este inicio. Es más, rige su vida en torno a lo que puede llegar a hacer por los demás, no mira hacia sí misma. Ha salvado demasiados desastres hasta ahora y nadie la valora, nadie le agradece y le recompensa todo su esfuerzo.

Además, esta deja ver claramente qué es su juventud y todo lo que en ella se fragua y se puede llegar a sufrir: la muerte de su padre, el menosprecio misógino de su hermano, la depresión y falta de entusiasmo por la vida de su madre, así como la falta de valoración e integración por parte de sus amigos y el impacto que ello tiene sobre ella misma. Al fin y al cabo, no deja de ser un momento de idas y venidas, de descarrilamientos, de sueños, de hacernos conscientes a nosotros mismos de quiénes queremos ser realmente y de cómo vamos a mostrarnos hacia los demás; es aquí donde comenzamos a arrojar puñados de arena al agua para crear y moldear nuestra propia isla, que después solo podrá modificarse en su contorno, pero no podremos destruirla completamente, a menos que queramos vivir entre las ruinas de nuestra memoria.

Los personajes, en este sentido, encarnan diferentes valores y están condicionados por el ambiente en el se insertan, por lo que la extrañeza, la incoherencia y hasta la magia se apoderan, muchas veces, de su comportamiento y de su definición como responsables de la acción narrativa sobre todo la irrealidad puede verse en Nacho Cedal, veterinario al que le acompaña una liebre allá a donde vaya y presenta un comportamiento cuanto menos enigmático.

En conclusión, la narración tan detallada y muchas veces aglutinada y densa que lleva a cabo el autor sobre los hechos y la precisión léxica con la que logra encerrar las emociones y transmitir el sentido de la historia son sus mayores armas, pues hace sentir al lector parte de la historia, además de atraparlo por el poder de catarsis en la temática, la cartografía y el planteamiento tan profundo de las situaciones, entre otras muchas cosas. Por todo ello, si se me permite la licencia, quizás debiéramos crear una inscripción honorífica imitando el proceder de lo que ocurre en el Baile de Corales que refleje todas las obras publicadas, del autor, de una calidad literaria innegable y que jamás han muerto, sino que siguen vigentes y disponibles para todo aquel lector que quiera disfrutar una buena historia significativa en pleno siglo XXI.