“L’amica geniale”: retrato de desigualdad desde un barrio napolitano

por Jun 12, 2020

“L’amica geniale”: retrato de desigualdad desde un barrio napolitano

por

L’amica geniale

Dirección: Saverio Costanzo, Elena Ferrante, Francesco Piccolo, Laura Paolucci

Reparto: Margherita Mazzucco, Elisa Del Genio, Gaia Girace, Ludovica Nasti, Dora Romano, Mattia Bisonni, Marco Pancrazi, Luca Gallone

Duración: 2 temporadas de 8 capítulos, 60 minutos (aprox.) c/u

En la primera secuencia de la serie, una Lenù en la sesentena atiende al teléfono: Lila se ha esfumado. Su desaparición es determinante para que la protagonista se decida a escribir la historia de su mejor amiga de toda la vida, de modo que comienza el relato retrospectivo que despliega la trama de L’amica geniale (HBO, Rai TV). Esta es, a su vez, un espejo fiel y condensado de la novela homónima (2011) de Elena Ferrante en la que se basa. Ya en la primera temporada (2018) el espectador asistió a los años de infancia y de formación de Lenù y Lila, a la vez que se dibujaba el ambiente de las afueras de la ciudad de Nápoles. En esta segunda temporada estrenada el pasado mes de febrero, las protagonistas experimentan un distanciamiento entre ellas. Por un lado, Lila, casada a una edad temprana, es víctima de la violencia de su marido —una violencia que todo su círculo consiente—, y se ve encerrada en su vida matrimonial. Por otro, Lenù escapa del destino de Lila y logra continuar con sus estudios, cosa que le permite ampliar poco a poco sus fronteras: primero al instituto a Nápoles, luego a la Universidad de Pisa.

No solo se producen cambios evidentes en las relaciones entre los personajes, sino que también en el espacio en el que se reconocen. Para el rodaje de la serie, se recreó por completo un barrio típico de los años cincuenta que, en la segunda entrega, crece demográfica y arquitectónicamente. Ahora hay nuevos edificios con portero automático incluido, y cocina y baño completos. Hay nuevos negocios; y las fachadas se pintan de colores que se alejan del gris de los edificios más antiguos. Pero quizás el cambio más significativo es el del asfaltado de sus calles, como igualándose a la ciudad “evolucionada”. Es una forma de incluir al barrio en el crecimiento de Nápoles. De esta manera, se encuentran unidos por un mismo material de pavimento y se elimina la clara frontera entre la riqueza de la capital de Campania y el paso a la pobreza de los barrios obreros. Nada queda de la tierra y el polvo que levantaban los coches a su paso, aunque las estructuras sociales sigan estando regidas por las desigualdades.

L’amica geniale es, así, el reflejo de las libertades y las restricciones dependiendo del lugar que ocupan sus personajes en la sociedad, pero ante todo representa una esfera de dobles que se distribuyen en una jerarquía cimentada en las desigualdades. La injusta jerarquización nace en lo profundo de las relaciones sociales, como son la unión entre Lenù y Lila, y se va propagando hacia las diferentes clasificaciones: las relaciones intrafamiliares, las rivalidades entre familias enriquecidas y pobres del barrio, el contraste barrio-centro de Nápoles y, en última instancia, las diferencias entre el sur y el norte del país.

La relación entre las dos amigas puede basarse en el término de “beneficio mutuo”, que ya desarrolló Marta Nussbaum en su Las fronteras de la justicia (2006). Ambas se complementan y “obtienen algo de su vida en común que no obtendrían viviendo por separado” (p.34). La relación entre ellas halla su punto intermedio entre la modestia y la sumisión de Lenù, y la superioridad autoritaria que adopta Lila como mecanismo de defensa. Esto supone una constante competición y confirma la unión de los dos personajes, pues Lila declara: “quello che fai tu, lo faccio anch’io” (lo que haces tú, lo hago también yo). De una forma u otra, se perpetúa la conexión entre ellas pese a que se encuentren alejadas: las carencias de una son los logros de otra, y viceversa.

Nussbaum también se refiere en su obra al azar del lugar de nacimiento y el determinismo vital que esto supone. En este sentido, L’amica geniale representa de forma poco convencional y sutil las marcadas diferencias entre el sur de Italia y el norte más desarrollado. Normalmente, se ha tendido a trasladar la representación norte-sur al ámbito de la comedia como en el caso de películas como Benvenuti al Sud (2010) —imitando a la francesa Bienvenue chez les Ch’tis (2008)—; o a las tramas en torno a la mafia como la serie de Gomorra (2014). Sin embargo, la producción basada en las novelas de Ferrante focaliza en las tensiones intrafamiliares e interpersonales, y va expandiendo sus fronteras hasta reflejar las grandes desigualdades entre las regiones italianas. A esto se le suma el determinismo lingüístico: primero, en el instituto napolitano, Lenù se enfrenta a la estigmatización del dialecto frente al italiano normativo; algo que luego se vuelve a recordar en su época universitaria. Lo que logra L’amica geniale es romper con los prejuicios hacia el dialecto napolitano, demostrando que su degradación no es más que una cuestión política y no una deficiencia lingüística. La mayoría de los diálogos —sobre todo los familiares y los de los círculos de amigos— trascurren en napolitano. Esto solo es palpable en la serie, pues el libro está completamente en italiano para facilitar la comprensión lectora y solo se reduce a señalar cuándo se utiliza el dialectal.

Sin duda, la serie basada en las novelas de Ferrante no hubiera adquirido este nivel de calidad si no hubiese contado con la ayuda internacional, como puede ser la de HBO. De no ser así, podría haber acabado siendo una telenovela común como Il paradiso delle signore (2015), grabada sobre todo en interiores o bajo los focos de un plató de grabación. Ese mismo año 2015, se demostró con series como 1992 (Mille novecento novantadue) que las producciones italianas podían estar a la altura de las americanas e inglesas, aunque tuviesen que recurrir a otras productoras más allá de Rai Fiction. Esta internacionalización ayuda a difundir la serie como un nuevo discurso de identidad napolitana; como una forma de reivindicar su cultura (música, tradiciones, festividades), geografía (más allá de Nápoles) y modos de vida frente a la del centro y norte peninsular; además de ser un llamamiento a la memoria y a la adquisición de conciencia con respecto a la desigual jerarquización sociopolítica.