Los canallas tampoco pierden la esperanza. “Lugar seguro”, de Isaac Rosa

por Jun 10, 2022

Los canallas tampoco pierden la esperanza. “Lugar seguro”, de Isaac Rosa

por

Isaac Rosa, Lugar seguro

Barcelona, Seix Barral

210 páginas, 19,90 euros

El pasado 30 de septiembre de 2021 Isaac Rosa (Sevilla, 1974) ofreció una conferencia en la Universidad de Alcalá con motivo de la inauguración del Máster en Estudios Literarios y Culturales Hispánicos. Quien escribe estas líneas tuvo el privilegio de asistir a este acto y de conocer algunos avances de la novela que se publicaría unos meses después, y con la que Rosa obtuvo, además, el Premio Biblioteca Breve. En su intervención, el autor señaló que comenzó a escribir a propuesta de Elena Ramírez, su editora, y el proceso de gestación del texto tuvo lugar durante la pandemia del año 2020. Conocer el contexto de creación de la novela convierte su lectura en un acto aún más sorprendente, pues resulta revelador que una obra cuyo argumento aborda cómo una sociedad procesa y gestiona la incertidumbre (y que germinó, además, en uno de los momentos más complejos y dolorosos de la historia reciente) adopte un tono de marcada esperanza y voluntad de cambio.

Este carácter optimista supone una evolución en la trayectoria narrativa del autor, pues desde la publicación de El país del miedo (2008) sus novelas habían explorado desde diferentes ópticas las consecuencias económicas, sociales y culturales de la crisis de 2008 y el escepticismo y la desconfianza que caracterizan nuestro tiempo. Lo que no resulta novedoso es la complejidad narratológica de la obra, sello estilístico del autor. El texto se articula desde la voz de un narrador-personaje, Segismundo García, un comercial de dudosa moralidad y nula conciencia. Sus palabras constituyen el largo discurso que le dedica a un segundo protagonista tácito y narratario explícito, su padre, un anciano demente de quien ha heredado el nombre y la mala reputación, y al que relata todos los acontecimientos vividos durante una jornada.

Ambos personajes determinan los dos sentidos que tendrá el título de la obra, y marcan, a su vez, su estructura. Los lugares seguros del Segismundo hijo constituyen su negocio, unos búnkeres low-cost que se dedica a vender de puerta en puerta y con los que aspira a enriquecerse, aprovechándose vilmente del miedo latente ante un inminente colapso global. Sus cuestionables argumentos y métodos comerciales nos descubrirán a un canalla manipulador carente de escrúpulos, interesante no sólo por sus mimbres caricaturescos sino por tratarse de un tipo caracterológico hasta ahora poco trabajado en la narrativa del autor.

El periplo de Segismundo nos descubrirá a sus enemigos, los ecomunales o botijeros, un nutrido colectivo que plantea una alternativa a la incertidumbre de carácter social y de corte ecológico, totalmente opuesta al individualismo y al ánimo de lucro que promulga García, y cuyas propuestas ya han comenzado concretarse con éxito en algunas zonas de la ciudad. La perspectiva narrativa adquiere aquí un valor fundamental, pues el sarcasmo y el desprecio con los que el protagonista describe y trata a los botijeros permite al lector plantearse si quizás Segismundo es un último superviviente, una rara avis que se niega a rendirse ante la cooperación, la colaboración y las alternativas ciudadanas como única posibilidad para la continuidad del planeta y de la especie. Es decir, el narrador en primera persona nos sitúa ante el interrogante de quién o quiénes son los auténticos antagonistas y, por ende, la única opción, acaso la última, de construir un mundo mejor.

La primera parte de la novela se fundamenta, por tanto, en la reflexión sobre dos propuestas de futuro, dos grandes paradigmas ante la inevitable adversidad. Sin embargo, durante el recorrido del lector junto a Segismundo García se irá dibujando su pasado, indisolublemente ligado al de su padre. El lugar seguro del progenitor nada tiene que ver con el del vástago, y en la búsqueda y descubrimiento de este lugar se centra la segunda parte de la obra, de ritmo narrativo más intenso que la primera. En ella se redondea al personaje del primer Segismundo García, incansable trabajador de origen humilde poseído por la voluntad de medrar a cualquier precio, que terminará arrasado por su natural tendencia al engaño y la corruptela, la verdadera herencia que legará a su hijo.

La familia de granujas será completada por Segis, tercer miembro de la saga, quien, a pesar de su temprana edad, muestra ya cierta inclinación hacia las actividades ilícitas. No obstante, el adolescente representa el futuro de los García, las posibilidades del clan para lograr escapar de la corrupción como única posibilidad de supervivencia. Asimismo, su aparición en la trama narrativa nos regala algunos de los pasajes más bellos de la obra. Segis revela la faceta más tierna y humana de su padre, pues el amor de Segismundo García por su hijo logra quebrar su falta de escrúpulos. El protagonista deposita en el niño las esperanzas de su familia y, con ellas, la ilusión ante un destino del que él ha sido incapaz de escapar. La gran paradoja de Segismundo García la encontramos precisamente en esta hermosa conexión paternofilial, pues a pesar de burlarse constantemente del idealismo de los ecomunales, el protagonista convierte a su hijo en el símbolo de una promesa de futuro que él mismo también necesita.

Lugar seguro bascula, así pues, entre lo individual y lo colectivo, entre el egoísmo y la ternura, entre lo personal y lo político. Sin abandonar el sarcasmo y el humor que caracteriza toda su narrativa, Rosa demuestra que es posible narrar el devenir incierto de la humanidad sin los tintes catastróficos de algunas distopías o de las novelas postapocalípticas.