Los espacios ocultos de la realidad. “La Claridad”, de Marcelo Luján
Los espacios ocultos de la realidad. “La Claridad”, de Marcelo Luján
Marcelo Luján, La claridad
Madrid, Páginas de Espuma
171 páginas, 16,32 euros

Desde las primeras páginas, el título adquiere un matiz irónico. Si algo define a La claridad, el nuevo libro de Marcelo Luján (Buenos Aires, 1973), ganador del Premio Ribera del Duero de este 2020, es un matiz oscuro. Los personajes, los espacios que ellos transitan, las historias que construyen, todo queda envuelto en una atmosfera turbia cuya claridad simbólica, así como su fuerza estética, solo es equiparable a la sordidez del universo en el que se sostiene. Las narraciones que conforman este volumen de relatos se acercan a personas definidas por algún tipo de extravío existencial, individuos amenazados por una violencia que, incluso cuando no se materializa de manera explícita, acaba por destruir cualquier forma de comodidad.
El libro se centra en historias personales. Los protagonistas, algunos habitantes de los márgenes, otros atrapados en una cotidianidad frágil, son personas corrientes que acaban envueltas en situaciones que las superan: una chica celosa, perdida en un valle junto a una extranjera a la que acaba de conocer; un niño que narra la historia de su hermana, una chica alienada y violenta cuyos problemas resultan tan complejos como, a veces, inexplicables; el conductor de un camión de pollos que decide ayudar a un hombre accidentado al borde de la carretera; el hijo de un veterinario y su desafortunado romance con la empleada de su padre; un joven que se enamora de una chica extraña en el pueblo al que lo lleva un amigo; una adolescente que, tras perder a su madre, intenta aliviar su dolor al visitar a su tía, hermana gemela de la difunta. En estos relatos, la realidad se quiebra y, en la mayor parte de las ocasiones, deja pasar elementos que colisionan con el orden que asumimos como natural. El fin último parece ser confrontar al lector con espacios de la realidad que, aunque ocultos, acechan.
Más allá de la diversidad de historias, una pregunta persigue al escritor (y al lector) de volúmenes de relatos: ¿debemos atender a la totalidad como propuesta conjunta o entender la fragmentariedad de un libro de este tipo como algo inevitable? No es un secreto ni algo nuevo, los autores de ficciones breves dan respuestas varias a esta cuestión: desde libros que agrupan anécdotas interconectadas, siendo cada relato parte de un mismo universo, hasta aquellos que encuentran sentido a través de la propuesta estética o de una misma preocupación temática. La claridad parece recoger y participar de varias de estas tradiciones. Por un lado, dos de sus textos (“Una mala luna” y “El vínculo”) están conectados, mostrando dos fragmentos de una misma historia. Por otro, y como se hace evidente en lo dicho arriba, hay un hilo que conecta los textos a través de los temas que abordan. La única excepción podría ser, quizá, el último, “Más oscuro que tu luz”, en tanto que fue incorporado durante el proceso de edición (como se advierte en una nota al pie). Pero este último cuento se integra sin problemas al conjunto y complementa la totalidad. Finalmente, lo que realmente engloba al volumen es la propuesta estética: un cuidado profundo del lenguaje, un manejo preciso del ritmo y de la oralidad de sus narradores, una estructuración meditada. El libro es casi una arquitectura, un manejo de espacios narrativos que, al tiempo que edifica un sentido completo, da libertad a cada historia para desplegarse individualmente.
Puede ser aventurado afirmar que cualquier forma de arte contemporánea se mueve en un registro irónico, debido al carácter inevitablemente autoconsciente que posee. Sin embargo, es algo que podemos decir, cuando menos, de La claridad. Las historias de Luján revelan una realidad turbia, densa y muy compleja. Al hacerlo, señalan hacia la complejidad del mundo del lector y logran, por tanto, dar luz a espacios a veces marginados.
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