Ok, boomer. «El silencio», de Don Delillo
Ok, boomer. «El silencio», de Don Delillo
Don Delillo, El silencio
(trad. Javier Calvo)
Barcelona, Seix Barrall
112 páginas, 16 euros

Por delante: la novela corta de Delillo no ha gustado al pobre reseñista. Creo que quedará claro, pero también que es honesto ir con la verdad por delante. Una vez terminada, con un mal sabor en la boca (¡Es Delillo, ha escrito Ruido de fondo! ¿Cómo que no me ha gustado!), fui a buscar, por curiosidad, otras reseñas. «Un maestro americano», «filosófico y poético», «mira penetrantemente al agujero negro de nuestra cultura», «un genio», «el diálogo es impresionante», «será una de las lecturas de tu año». Así que no se fíen demasiado: probablemente las líneas que siguen sean un error de juicio, una mala interpretación, una (¡uf!) mera opinión. Apiádense de este pobre lector y, si no les gusta lo que ven aquí, consideren que puede haber tenido un mal día, un ingenio particularmente mermado o, simplemente, un caso agudo de bobería.
La trama se desarrolla en torno a cinco personajes y un evento: todos los aparatos electrónicos dejan de funcionar. A partir de ahí, tenemos una narración descoyuntada, con diálogos semi-filosóficos dignos del Coelho más trasnochado, personajes prácticamente indistinguibles, más que eso, robóticos, más que eso, malos robots, y un estilo absurdamente pretencioso. No es solo que no se explique nada en el nivel de la trama (hay grandes textos, y no precisamente cortos, que hacen bandera y gala de la ambigüedad), sino que, en su esfuerzo por crear diálogos líricos, lanza en cada monólogo, en cada intercambio, una retahíla de exposición en la que ve necesario insistir sobre la gravedad de lo que está pasando como método a la desesperada para que parezca que lo que sucede es grave. O consecuente. Las escenas eróticas no erotizan, las reflexiones no reflejan nada, las prolijas, confusas, divagadoras, seniles preguntas retóricas se extienden con cada vez menor sustancia. La que en otro texto podría ser una manera vanguardista de narrar, una forma evocadora, aquí se queda corta por la excesiva generalización, por lo mínimo de la trama, por lo engañoso de los diálogos que no son expresión de personajes sino máscaras del narrador y, sobre todo, por lo banal de unas reflexiones que ya están superadas.
La premisa era interesantísima. La cadena de temas que Delillo podría haber ido deshilachando a partir de ella era prácticamente eterna, jugosa casi siempre. De entre ellos, elige preguntarse vagamente sobre la identidad y la tecnología y sucede que, sobre el papel, lo que parecía una buena idea se convierte en un sermón desinformado de un neoyorquino de ochenta y tres años que cree que para hablar de tecnología basta con invocar sintagmas como «el futuro artificial. La interfaz neuronal» o hacer que un personaje recalque, de la nada «Inteligencia artificial que traiciona a quienes somos y nuestra forma de vivir y pensar». Ok, boomer. Hablar del «nivel subliminal, el nivel subatómico» al que un personaje desea algo no solo es desgarradoramente demodée, sino que acaba generando la sensación de que el autor ni entiende ni quiere entender la tecnología. Es posmodernismo: debería ser cerebral, irónico, referencial. Hip. En cambio, es un páramo narrativo desangelado, el equivalente a una batallita del abuelo sobre cómo los chavales están idiotizaos y cómo la Tecnología (con mayúscula, porque todo grado de sutileza es molesto) nos ha privado de una Arcadia feliz en la que éramos uno con nuestras naturalezas. La liminalidad de los espacios que elige (un apartamento durante el apagón masivo, un avión, un aeropuerto) y lo sugestivo de algunas de sus imágenes (es particularmente potente la de Max frente a una pantalla vacía) podrían trenzar muy fácilmente un texto mejor. Pero no lo hacen.
Cierto es que el público objetivo (un lecto aburguesado de clase media-alta, americano y con un gusto previo por Delillo) es muy distinto de este su amable reseñista, pero aun así no creo equivocarme al considerar esta novelette como un texto fundamentalmente fallido. Sería una buena novela de ideas, en la que la trama, espacio, personajes, tiempo, se quedaran en un segundo plano, si esas ideas estuvieran desarrolladas. Temo que no. Parece que el título, «El silencio», empieza siendo una sugerencia interesante, llena de posibilidades, para acabar convirtiéndose el ruego desesperado de un lector que solo quiere que esto acabe. Seguramente tendrá un cierto éxito solo entre fans de Delillo.
No estás solo en tu opinión. Coincido. La novela es superficial y muy sesgada, hasta cierto punto tramposa. Poca convicción en lo que se cuenta. Personajes olvidables. Y un final que parece una guasa. En fin, DeLillo ha vivido días mejores.
Saludos!