Musa o poetisa
Musa o poetisa
Pienso en aquella tarde de marzo en la que empecé a escribir, a escribir poesía de principio a fin, con el fin de ocupar mi tiempo.
Recuerdo que era un 11 de marzo de 2020, la lectura me invadía, la pandemia estaba encima y el tiempo pasaba sin darme cuenta. Eran tiempos en los que todavía no sabíamos la magnitud de los daños que podía causar ese virus.
En ese momento abrí mi bloc de notas y empecé a escribir, a escribir poesía de principio a fin como lo llevara haciendo toda mi vida. Era como si las musas hubieran bajado a verme.
Bajaron unas nueve o diez, no lo recuerdo con certeza, pero sí sé con certeza que cambió mi mentalidad, esa mentalidad que me hizo ver la vida con otros ojos, esos ojos eran nada más y nada menos que los de la poesía.
Se oyó una bella voz que cantaba el himno sagrado, eran Calíope y Polimnia que habían bajado a verme para recitar con elocuencia y una lira la épica sagrada y me entregaron un vestido blanco y una corona de laurel.
Bajo la estrella veloz, observaba el signo entregado en aquel monte donde la insignia había comenzado a sorprenderme, no dejaba de brillar, su esencia era la tira olímpica llamada para darme el don del olvido y un arco en forma de clavel.
Se vio una luz celestial que alumbraba la gloria y la fama, eran Clío y Urania que habían bajado a verme para contar abiertamente la historia de los astros, y me entregaron un libro y un globo terráqueo.
Junto a la cruz del santoral se apreciaba la memoria del alma, que en el río se imagina un prado tan verde como el altar donde la presente noria ve los rostros, en los que se reflejaron el mito y el modo del madero.
Se armó el amor que captaba todo lo numinoso, eran Erato y Safo que habían bajado a verme para recitar y cantar con la cítara su lírica interior y me entregaron un cálamo, un libro y una corona de rosas.
Ante el clamor que llenaba el centro del paraíso di un salto en el lago hasta el apartado estanque, allí empecé a hablar y a mostrar la esperada y mítica ficción, que me otorgaron con el ramo, el hilo y la leona de las rocas.
Se anunció con gran placer su deleite, eran Euterpe y Terpsícore que habían bajado a verme, para armonizar con la música coral la danza poética y me entregaron una corona de flores hecha guirnalda.
Me situé delante del amanecer e invité al carpe diem a que colabore con el legado del orden, para fijar la clásica moral en la lanza mágica, con la que marcaron la zona en los bosques de la aldea.
Se abrió el telón del festival con una gran melodía, eran Melpómene y Talía, que habían bajado a verme para poetizar de forma bucólica y ostentosa las máscaras de la tragicomedia. Subí el escalón cerca del vendaval de la bahía, donde la presente filosofía me había llamado por mi nombre, al izar la bandera de la retórica poderosa, las alas hicieron que se cumpliera la profecía.
Aquella tarde bajaron las nueve hijas de Zeus y Mnemósine, musas de la artes y las ciencias, creadas por Hesíodo en el Helicón, pero también bajó desde Lesbos la décima musa para Platón.
Ya seas musa o poetisa, tu inspiración no cesará, no seas confusa ni precisa, tu creación te lo agradecerá.
Porque busques donde busques, allí encontrarás ese hilo, ese hilo que pasará como un rayo, ese hilo del que tu mente tirará para crear.
Así que levanta y no dejes de soñar, porque lo soñado se hará realidad, esa realidad entre Safo y Calíope tan poética como épica, esa realidad que está ahí fuera y te espera para empezar a crear.