Transcripción del Testimonio del Testigo 320Q
Transcripción del Testimonio del Testigo 320Q
Margaret Atwood, Los testamentos
Traducción del inglés de Eugenia Vázquez Nacarino
Salamandra
448 páginas, 21 euros

Me han pedido que os hable de cómo ha sido para mí la última novela de Margaret Atwood. Aseguran que mi testimonio será de ayuda, y yo os deseo ayudar. Supongo que no esperáis más que palabras de crítica, de cómo ha podido esta señora rescatar una historia que se debió de terminar hace treinta años. Que se trata de una obra que llega bastante tarde y puede levantar mayores expectativas de las que logra cumplir finalmente. También supongo que queréis que os diga algo así como que ha tratado de aprovechar el tirón de una serie que, además de ser mucho más atractiva que la novela, se ha convertido en un auténtico éxito. Coincido con vosotros en que seguramente, si no hubiera habido una adaptación a la pantalla de una novela que llevaba enterrada décadas, ni si quiera su autora habría querido recuperar este mundo. Pero os tendré que pedir un poco de paciencia.
Gilead sigue en pie quince años después de que Offred nos dejara con más preguntas que respuestas al finalizar su historia. A pesar de que el ansioso público lector de esta obra esperase una continuación que arrancase justo donde acaba la primera entrega, Atwood nos sorprende viajando hasta lo que parece que es el final del mundo que ella misma creó y así culminar de forma redonda la historia de Gilead. Ahora, el régimen teocrático sigue en pie, pero empieza a mostrar signos importantes de derrumbe. La oposición se ha empezado a organizar, y las vidas de tres mujeres que han logrado inmortalizar su día a día van a ser testigos de este momento histórico. Cada una con su historia particular, van a ser capaces de recomponer mediante sus relatos la caída del mundo más icónico de la literatura distópica.
El relato en primera persona de Offred se ha visto sustituido por las historias que tres mujeres han sido capaces de contar: dos de ellas, adolescentes, han crecido en lados diferentes de la frontera. Una, hija privilegiada de un Comandante en Gilead; y la otra, en Canadá, participando en la oposición que se manifiesta contra los abusos. El tercer papel, tan especial como sorprendente, es el de la Tía Lydia, que reaparece esta segunda entrega convirtiéndose en un personaje completamente diferente. Parece que Atwood se quiera vengar de aquellos que, en la adaptación del Cuento, presentaron a este personaje como poco más que una malvada de cómic a quien la soledad y la vergüenza que inspiraban su existencia alimentaban su crueldad. En Los testamentos, se descubre la complejidad de esta mujer, convirtiéndola en una superviviente.
Atwood siempre ha apostado en esta serie por narrar la historia en forma de testimonios. Al testificar todo lo ocurrido, Defred, Nicole, Agnes y Lydia dejan para la posteridad historias que cambian completamente el reato oficial de Gilead. De este modo, narrando sus aventuras con su propia voz, se crea un ambiente de resistencia a la determinación del régimen de silenciar a las mujeres. Sin duda, se trata de un recurso para tratar de incluir estas novelas en el género de relatos transmitidos por personas que han sido testigos presenciales de horrores de la historia en el que se incluyen el diario de Ana Frank, los escritos de Primo Levi, o las historias recopiladas por Svetlana Aleksiévich sobre la Segunda Guerra Mundial o Chérnobil.
Pero que sean testimonios ficticios no quiere decir que tengamos que prestarles menor atención. Si El cuento de la criada ha tenido tanto peso en la sociedad del siglo XXI, es porque lo que sucede en la novela de Atwood se nos presenta como real, y es por ello por lo que las escenas que nos causan mayor sorpresa y preocupación son aquellas en las que Defred recuerda cómo era su antigua vida en los Estados Unidos. Porque, como ella, hoy creemos que los derechos y las libertades que tenemos están garantizados. Y nunca está de más recordar que no hay que dejar de mantener a raya a aquellos que gritan contra ellos.