Hay que ser auténtico. “The Whale”, de Darren Aronofski
Hay que ser auténtico. “The Whale”, de Darren Aronofski
The Whale
Director: Darren Aronofski
Guion: Samuel D. Hunter
Elenco: Brendan Fraser, Sadie Sink, Hong Chao, Ty Simpkins
Duración: 117 min.

Hay que ser auténtico. Es uno de los primeros tópicos que conocemos en torno a la escritura. Es, también, uno de los lugares más comunes. Sin embargo, resulta difícil saber lo que implica: quien escribe construye, da orden, reformula y, consecuentemente, maquilla, disimula, encubre. La diatriba no deja de ser una metáfora de la vida. Debemos vivir según nuestros impulsos, ser honestos con nosotros mismo y con los demás. Al mismo tiempo, hay que actuar de forma educada y empática, no insultar a nadie y respetar los límites de los demás. Es una paradoja y nos acostumbramos a vivir con ella, a veces olvidando sus implicaciones más complejas. Por ejemplo, ciertos discursos religiosos estructuran un orden vital que niega frontalmente la vida de algunas personas. Esto es lo que experimentó Samuel D. Hunter, y lo buscó imprimir en su guion de The Whale, obra estrenada en 2012 y adaptada por Darren Aronofski una década después.
Pero la nueva película del director no es autobiográfica. Ni el dramaturgo, que también adaptó el guion, ni el cineasta tienen contrapartes en la ficción. En cambio, la historia se centra en Charlie (Brendan Fraser), un hombre obeso que se encuentra al borde de la muerte, su cuerpo está a punto de colapsar. La crisis, y la proximidad del final de su vida, lo llevan a reconectar con su hija Ellie (Sadie Sink), a quien no ha visto en años, después de que él se separara de su esposa para iniciar una nueva vida con uno de sus estudiantes. La acción ocurre por completo en el apartamento del protagonista, que trabaja como profesor de escritura de manera virtual (debido a su peso, su movilidad es limitada, incluso entre las paredes de su hogar). Su única compañía es Liz (Hong Chau), una enfermera que lo visita y lo atiende. El último factor en esta ecuación es Thomas (Ty Simpkins), un misionero convencido de que su misión es ayudar a Charlie a reencontrarse con Dios.
The Whale es una tragedia, desde las primeras escenas se anuncia el final del personaje central y, poco a poco, se desvela su historia, las razones que lo han llevado hasta ese punto crítico. La metáfora del peso para hablar de la depresión no es nueva. En esta película, sin embargo, se materializa en el cuerpo de Charlie. Aronofski, si bien no se entrega a escenas tan gráficas como en otras de sus producciones, que sin duda generaban un impacto en los espectadores, no titubea a la hora de mostrar la obesidad del protagonista y las muchas dificultades que enfrenta, hasta en los aspectos cotidianos de su vida. Aun así, no se percibe efectismo. Por el contrario, la historia difícilmente tendría la misma potencia si se hubiera trabajado a través de eufemismos. En este sentido, y como ya se ha insistido en infinidad de ocasiones, la actuación de Fraser brilla: incluso tras el pesado traje que debe usar para encarnar a Charlie y el respectivo maquillaje, sus emociones llegan a través de la pantalla hasta el espectador, que no puede evitar sufrir y alegrarse con él. Esta es una película íntima, confinada a unos pocos metros cuadrados, que funciona casi como una obra de teatro. Respeta, en buena medida, el texto original de Hunter.
La ballena mentada en el título no apunta, como podría pensar alguna mente maliciosa, al protagonista. En cambio, es una referencia a Moby Dick (1851), de Herman Melville. La novela, como el filme, muestran a un hombre que debe luchar con sus demonios internos a través de búsquedas externas. The Whale es una película sobre la posibilidad de sobrepasar las apariencias, sobre lo que se esconde detrás de una puerta o en el interior de un cuerpo que está al borde del colapso. No es casual, por supuesto, que Charlie exija a sus estudiantes que escriban algo auténtico. Resulta irónico, en tanto que él mismo parece haberse perdido (ni siquiera enciende la cámara de su ordenador para mostrarse a la clase). Esta compleja película interpela al espectador, obliga a reflexionar sobre la forma en que la búsqueda por autenticidad puede implicar, también, perderse a uno mismo. La historia es, sin embargo, y de forma compleja, un mensaje relativamente positivo: como si intentara recordar que, hasta en el borde de la vida, hay un tiempo para volver a empezar la búsqueda.